El suicidio de adolescentes: la «triste normalidad» poscovid
«Es ahora cuando estamos viendo el verdadero impacto de la pandemia, afirma la presidenta de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas
«A lo largo de los últimos años y en especial desde que se inició la pandemia por COVID-19, la salud mental de los niños y los adolescentes se está deteriorando. Presentan más síntomas depresivos, autolesiones y conductas suicidas. La situación resulta alarmante», ha denunciado la Asociación Española de Pediatría en un comunicado hecho público esta semana.
Para Paula Vázquez, presidenta de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas y miembro de la AEP, se trata de una tendencia al alza que tras la COVID-19 «se ha disparado». De hecho, «es ahora cuando estamos viendo el verdadero impacto de la pandemia», añade.
Vázquez menciona estudios que apuntan a un aumento del 44 % en los problemas de salud mental de niños y adolescentes en los últimos dos años. «Esta es la triste nueva normalidad», en la que hay «tantísimo sufrimiento, y no se le está dando la importancia que se le tiene que dar», lamenta.
La AEP alude asimismo a un informe de la Fundación ANAR que afirma haber ha atendido en la pandemia un 145 % más llamadas de menores con ideas o intentos de suicidio, y un 180 % más de casos de autolesiones con respecto a los dos años previos.
Las causas de este incremento «son mutifactoriales», señala Paula Vázquez, e incluyen un aumento de los factores de riesgo, una disminución de los seguros de protección y algunos hechos precipitantes del suicidio.
Entre los primeros están «los problemas de salud mental que han aumentado en este tiempo, unidos a los conflictos en casa por dificultades en el trabajo o por el paro, y enfermedades que se han agravado en todos estos meses», dice la pediatra.
Los factores de protección que se han debilitado son «las habilidades sociales, la sana autoestima o la resiliencia, elementos que se fortalecen en la familia y en el colegio y que han salido muy tocados».
Por último, hay situaciones precipitantes del suicidio: «la principal es el confinamiento, que ha disminuido la capacidad de descargar energía emocional y física en los menores, así como sus relaciones sociales». Junto a ello, «ha aumentado exponencialmente el uso de la tecnología, algo asociado a un mayor riesgo de autolesiones», a lo que hay que añadir «el hacinamiento y la muerte de algún familiar, padres o abuelos, y la culpabilización por la posibilidad de haber contagiado a alguien».
Medidas efectivas
Ante este panorama, la presidenta de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas aboga por una actuación múltiple: «en primer lugar, es necesario que en España haya un Plan nacional para la prevención del suicidio, lo que actualmente no existe. Hay algo parecido en algunas comunidades autónomas, pero hace falta integrar a los niños y a los adolescentes, porque tienen sus peculiaridades», señala.
A las familias ofrece algunas señales de alarma, como «los cambios en el rendimiento académico, en el apetito y en el sueño, o conductas de aislamiento y tristeza en casa».
El otro ámbito de actuación es la escuela, donde «es posible identificar factores de riesgo, pero para ello hay que formar a los docentes, que sepan tomar medidas de atención y seguimiento». Además de ello, «los amigos también pueden jugar un papel de vigilancia, porque muchas veces estos comportamientos se pueden predecir viendo el contenido que vuelcan los menores en sus redes sociales».