El sueño de Franco Leo continúa
La parálisis cerebral no impidió a este italiano completar, justo antes de morir, la maratón de Nueva York. Lo consiguió el pasado 6 de noviembre gracias a su hermano, que ahora replicará la experiencia. El próximo será Pietro y el destino, Berlín
«El vuelo ha sido cancelado por un problema técnico», anunciaron desde la puerta de embarque en el aeropuerto de Fiumicino, en Roma. Dario no daba crédito. Habían salido muy temprano desde su Bellizzi natal, en el sur de Italia. Les quedaban diez horas de vuelo hasta Nueva York y Franco ya estaba muy cansado. Tocaba esperar 24 horas más. «En esos momentos, se me cayó el mundo encima, pero fue Franco quien me animó. Me dijo: “Yo de aquí no me muevo”», comenta Dario dando un ejemplo más de la testarudez de su hermano mayor. Al final, volaron por la tarde. Los hermanos Leo viajaron a Estados Unidos el pasado 2 de noviembre para participar en la maratón de Nueva York. La salvedad es que Franco no ha corrido nunca en su vida por una parálisis cerebral de nacimiento. Su hermano pequeño, Dario, ha sido sus piernas, sobre todo, desde hace tres años, cuando le propuso una empresa casi imposible.
Con la pandemia, Franco se vio privado de la vida social que tanto le gustaba y necesitaba. Una persona con una gran discapacidad, dificultades comunicativas y confinada no tenía a su alcance los mismos recursos que el resto. Su ánimo cayó en picado y el hermano, preocupado, le hizo una promesa para motivarlo: correr juntos 42 kilómetros y 195 metros, una maratón, en Nueva York. La idea le devolvió la vida.
Dario se las ingenió para conseguir una silla adaptada con el fin de poder correr con Franco. Y así comenzaron a entrenarse para participar en 2021 en la prueba. Pasaron los meses y, cuando estaban listos para viajar, EE. UU. mantuvo sus fronteras cerradas a los europeos por la incidencia de coronavirus. El sueño se tuvo que posponer un año mientras la salud de Franco se iba deteriorando.
La espera no los desmotivó. Dario siguió empujando a Franco en cada entrenamiento, en cada competición, y terminaba físicamente destrozado por los casi 120 kilos que sumaban su hermano y la silla. Pero, ¿y la felicidad de Franco? La mayor, sin duda, fue cruzar el charco y atravesar la meta de Central Park el 6 de noviembre, algo impensable para una persona que pasa 24 horas al día en una silla y no puede ni rascarse la nariz. A su llegada triunfal los esperaba otro de sus hermanos, Renato, y uno de sus primos, Emidio. Los cuatro vivieron «una semana increíble» en la ciudad.
«Franco estuvo genial, parecía como si no acusara los problemas de salud. Y eso que su médico le desaconsejó vivamente viajar, a lo que él le respondió: “Aunque sea lo único que haga ya en mi vida, me voy a Nueva York”. No lo olvidaré jamás», recuerda Dario. Franco padecía afecciones respiratorias importantes y llagas posturales, además de otras complicaciones que requerían medicación constante. De hecho, el grupo viajó a la ciudad norteamericana con bombonas de oxígeno y preparado para cualquier eventualidad. Pero no hicieron falta. «Franco miraba la ciudad con la boca abierta. No paramos. Nos recibió incluso el cónsul italiano y le estuvimos hablando de nuestros próximos proyectos, como correr en Berlín», asegura Dario.
Volvieron a Italia y la gesta de los hermanos se supo en cada rincón. Unos días después, Franco se despertó una mañana con un dolor lateral y llamaron a una ambulancia. Saturaba bajo, pero decidió que no quería ir al hospital. Por la tarde, tenía ganas de cenar. Cuenta Dario que le preparó algo de pasta: «Le dio un par de bocados. Entonces, hizo una respiración profunda y murió entre mis brazos». Habían pasado solo ocho días desde la maratón.
Dario explica a Alfa y Omega que «es que como si Franco hubiera hecho lo que tenía que hacer, es decir, ha vuelto de Nueva York, ha celebrado lo que tenía que celebrar y se ha ido». Y continúa: «Esperó tres años para ir a Nueva York. Allí quemó los últimos cartuchos que le quedaban».
Esperanza para otras familias
Dario siente vacío sin Franco, pero, a la vez, se ve con fuerzas más que suficientes para continuar con su legado: «Ahora tengo claro lo que quiero hacer con mi vida: dar esperanza y alegría a estas personas y a sus familias, aunque solo sea un día. Porque los de Nueva York fueron sin duda los días más felices de la vida de mi hermano». Para ello cuenta con una asociación, Sognoattivo, creada en 2020. Desde entonces, los Leo han sido un testimonio para otros padres y madres de hijos con discapacidad, que han visto cómo «un chico tetrapléjico cumplió su sueño desde una pequeña habitación de una pequeña casa de una pequeña provincia de Italia».
Franco ya alcanzó su meta. Y Dario sigue decidido a correr por él y por tantos otros. «Yo empujaba a Franco, pero, en realidad, era él quien me empujaba a mí», reconoce. Ese apoyo lo sintió especialmente el primer día que salió a entrenar tras la muerte de su hermano. Dario nunca había corrido sin su hermano y ese día lloró durante toda la carrera preguntándose si tenía sentido seguir con el proyecto. «Entonces recibí un mensaje de una madre cuyo hijo se había quedado tetrapléjico. Me pedía ayuda para proporcionar a Pietro, que es como se llama, una experiencia como la de Franco. Pietro era deportista. Lo atropelló un camión con solo 16 años». Dario cree que Franco, de alguna manera, le ha enviado a Pietro. «Quiero hacer con él la maratón de Berlín porque, además, es el día de su cumpleaños, el 24 de septiembre», concluye Dario, que está convencido de que esta es otra señal de que Pietro tiene que ser su nuevo compañero de sueño.