El símbolo de la resistencia
El dedo pulgar sujeta al pequeño indicando que los mayores protegen a los indefensos. El resto de dedos representan la fe, el país y la responsabilidad. Un buen resumen de lo que vemos en los ojos de esta birmana
En medio del virus que ha puesto patas arriba al mundo, esta joven birmana eleva al cielo tres dedos de su mano gritando en silencio por la libertad. Combate contra otro virus más peligroso, propagado por quienes, aferrados al poder, contagian odio y justifican la sangre. Junto a ella, decenas, cientos, miles de personas de esta esquina de Asia han hecho suyo ese símbolo para responder de forma pacífica al Ejército birmano, que el pasado 1 de febrero tomó el poder para poner fin a una breve experiencia democrática. La inestabilidad en este país ya ha hecho callo y, cuando la noche dura tanto, su arma secreta es alzar las manos a lo alto en un intento de agarrar por las solapas a sus dirigentes, para que los miren a los ojos y les permitan por fin vivir en democracia.
Los militares impidieron que se constituyera el Parlamento que salió de las elecciones. Detuvieron a la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi; al presidente del país, Win Myint, y a miembros de su partido, la Liga Nacional para la Democracia, ganadora con amplia mayoría de los comicios. Desde entonces se han sucedido las protestas y se ha intensificado la represión contra los manifestantes que rechazan el golpe de Estado: al menos 774 personas han fallecido y 3.677 están bajo arresto, al tiempo que se han emitido otras 1.438 órdenes de busca y captura. Hace tan solo unos días se suspendió de empleo y sueldo a unos 1.683 profesores por apoyar al movimiento de desobediencia civil y, en un último giro de tuerca, la Junta Militar birmana ha calificado de grupo terrorista al Gobierno de Unidad Nacional, constituido en la clandestinidad por varios legisladores destituidos de sus puestos tras el golpe de Estado.
Puede que el gesto de la protagonista de esta foto les resulte familiar. En la saga cinematográfica Los juegos del hambre se utilizaba como forma de rebelión hacia un Gobierno autoritario. En la última década, este gesto se ha extendido por el sudeste asiático como grito de democracia, pero la patente pertenece a los scouts: el dedo pulgar sujeta al más pequeño indicando que los mayores protegen a los indefensos. El resto de dedos, los tres que faltan, representan la fe, el país y la responsabilidad. Un buen resumen de lo que vemos en los ojos de esta estudiante birmana.
Cuando los escenarios nos pillan lejos, el problema mayor no es la fuerza bruta de quienes intentan acaparar el poder a toda costa, sino el silencio de casi todos. Es lo que ocurre cuando nos asomamos a un país observando por la mirilla y le damos a la tecla del punto y aparte.
El Papa Francisco lleva meses intentando que no nos olvidemos de Birmania. El domingo 16 de mayo celebrará una Misa en San Pedro para la reducida comunidad de fieles de este país que reside en Roma. Lo de menos es el número. Es la forma que tiene Pedro de levantar la mano al cielo para que «el diálogo prevalezca sobre la represión y la armonía sobre la discordia, y que la comunidad internacional preste la ayuda necesaria para que las aspiraciones del pueblo de Myanmar no se vean ahogadas en la violencia». La oración del Papa y la de toda la Iglesia para combatir esa apisonadora de sueños que es el poder. La Iglesia de Birmania nos ha invitado a rezar por la paz reservando un avemaría del rosario. Para que la Madre hable a los corazones de todos los responsables y tengan el valor de recorrer el camino del encuentro, la reconciliación y la paz. Mirar al cielo como estrategia de resistencia. El pasar de las cuentas del rosario como antídoto a la violencia.