La Semana Santa del Papa:«El Señor resucitado nos invita a no perder la esperanza» - Alfa y Omega

La Semana Santa del Papa:«El Señor resucitado nos invita a no perder la esperanza»

Por segundo año consecutivo el Papa presidió el Triduo Pascual en el altar de la Cátedra de San Pedro, con un aforo que no superó las 200 personas

Victoria Isabel Cardiel C.
El Santo Padre postrado en el suelo al comienzo de los oficios del Viernes Santo
El Santo Padre postrado en el suelo al comienzo de los oficios del Viernes Santo. Foto: CNS.

Sin fieles y sin los tradicionales rituales que aglomeraban a miles de personas, el Papa presidió los actos litúrgicos del Triduo en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, con alrededor de 200 personas en un espacio donde caben alrededor de 200.000.

El Santo Padre presidió el Jueves Santo la Misa Crismal, en la que se bendijeron los santos óleos utilizados durante el año para sacramentos como la Confirmación, la Ordenación sacerdotal y la Unción de enfermos. Hablando directamente a los sacerdotes que iban a renovar las promesas del día de su Ordenación, el Papa les advirtió de que la cruz estará presente en sus vidas como lo estuvo en la de Jesús, porque no es «un daño colateral» o el »producto de una coyuntura». «El anuncio del Evangelio siempre está ligado al abrazo de alguna cruz concreta», sintetizó. Pero ante esos desconsuelos amargos les pidió que no se escandalizaran, como tampoco lo hizo «Jesús en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien».

Bendición del cirio al comienzo de la Vigilia Pascual. Foto: Reuters / Vatican Media

El Papa no participó en la Misa de la Cena del Señor, que fue presidida esa misma tarde por el cardenal Giovanni Batista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Su ausencia, que al principio se achacó al agravamiento de su ciática que le obligó a suspender parte de su agenda en Navidad y que le hace cojear, estaba justificada: Francisco cumplió un «gesto paterno de misericordia». Así definieron fuentes del Vaticano la decisión del Pontífice de celebrar los oficios de Jueves Santo en la capilla privada de la residencia de Angelo Becciu, cesado en septiembre de su cargo como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y despojado de sus derechos relacionados con el cardenalato por su supuesta implicación en un caso de malversación de fondos en el Vaticano.

En los años sin coronavirus, el Papa solía desplazarse hasta una cárcel de Roma, para arrodillarse ante un grupo de reclusos, lavarles los pies e imitar así a Jesús en la Última Cena.

Una de las imágenes más impresionantes que deja esta Semana Santa es la del Papa, ataviado con unas vestimentas de color púrpura en recuerdo de la sangre de Cristo, inclinándose con mucho esfuerzo hasta tumbarse sobre el pavimento de la basílica de San Pedro al comienzo de los oficios del Viernes Santo. Como es habitual desde hace cuatro décadas, la homilía corrió a cargo del predicador de la Casa Pontificia, el cardenal Raniero Cantalamessa, que a sus 86 años prefiere seguir vistiendo su hábito de monje capuchino. «¿Cuál es la causa más común de las divisiones entre los católicos?», se preguntó ante la mirada atenta del Papa. «No es el dogma, no son los sacramentos o los ministerios», resolvió. Sencillamente, «es la opción política, cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial y defiende una ideología, olvidando del todo el sentido y el deber de la obediencia en la Iglesia».

Los niños fueron los protagonistas del vía crucis en la plaza de San Pedro. Foto: CNS

Desde 1964, los Papas se han trasladado hasta el Coliseo en Viernes Santo para recordar cada una de las paradas del vía crucis que sufrió Jesucristo. Pero, como el año pasado, este acto solemne se celebró en la plaza de San Pedro. Por primera vez tuvo como protagonistas a los niños y los jóvenes. Un gesto con el que el Papa quiso invitar «a mirar el sufrimiento de la humanidad, especialmente en esta época marcada por la pandemia, a través de los ojos de los más pequeños» que también sufren la opresión de las restricciones y la soledad. Uno de ellos reflejó el dolor que sintió cuando «bajaron de la ambulancia unos hombres que parecían astronautas, con guantes mascarillas y viseras, y se llevaron al abuelo». O el miedo «a la oscuridad y la soledad» de largas jornadas sin poder ir a clase, ni verse con sus amigos.

La Vigilia Pascual, en la que además de cerca de 200 fieles, 34 cardenales y cinco obispos concelebrantes participaron representantes de la Iglesia armenia y del Patriarcado ortodoxo copto, comenzó con la basílica vaticana en penumbra y un pequeño fuego en un brasero junto al altar de la Confesión. En la celebración, que tuvo que adelantarse a las 19:30 horas para respetar el toque de queda, el Papa afirmó que «en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza».

El Papa Francisco durante su visita al centro de vacunación en el Aula Pablo VI. Foto: Reuters / Vatican Media

El Domingo de Pascua de Resurrección el Papa no pudo asomarse al balcón central de la Logia en el Palacio Apostólico e impartió la tradicional bendición urbi et orbi desde el interior de la basílica de San Pedro. La crisis provocada por la pandemia y los retrasos en la distribución de las vacunas abrieron su alocución: «Son una herramienta esencial en esta lucha. Por lo tanto, en el espíritu de un internacionalismo de las vacunas, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres». El Vaticano, de hecho, lleva una semana repartiendo entre personas con pocos recursos 1.200 dosis de la vacuna contra el coronavirus –el Papa visitó a algunos la mañana del viernes–. Con el semblante preocupado y con un tono duro, Francisco se acordó también de los «escandalosos» conflictos armados en Yemen o Siria y la represión en Myanmar, y pidió el cese de la venta de armas. «La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan».