Nuevo rector del seminario de Madrid: «El seminario debe enseñar a reconocer la diversidad y riqueza de la Iglesia»
José Antonio Álvarez es el nuevo rector del seminario de Madrid. Formador y director espiritual durante los últimos diez años, afronta su nueva misión de formar sacerdotes «para una sociedad diversa y plural»
¿Cómo se prepara uno para ser rector de un seminario? ¿Cómo se prepara un sacerdote para guiar a otros hacia el sacerdocio?
Bueno, la tarea de la formación de otros sacerdotes es algo que excede nuestras capacidades, por lo tanto la mejor preparación tiene que ver con la apertura al Espíritu Santo para que lleve a cabo su obra. Pero me gustaría subrayar que esta es una misión de toda la Iglesia, no estamos solos en esto, es algo en lo que está comprometida toda la Iglesia, y además cuento con un gran equipo de formadores. Evidentemente, hay capacidades que uno intenta cultivar para afrontar mejor los retos, las tareas y las necesidades de esta misión. Sobre todo, últimamente con el estudio de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, las indicaciones de la Santa Sede para la formación de sacerdotes.
¿En qué va a afectar a Madrid la nueva Ratio?
Ahora mismo la Ratio está siendo estudiada por las conferencias episcopales, por lo que también se está realizando su estudio para nuestro país. Una vez que se publiquen las conclusiones de los obispos, cada diócesis debe estudiar las líneas de actuación y formación. En el caso de Madrid, una de estas líneas es adecuar el año introductorio al año propedéutico que pide la Ratio, para el que además del afianzamiento de la experiencia vocacional con algunos instrumentos concretos se pide un fuerte contenido de vida comunitaria, como un fuerte componente educativo que ayuda al discernimiento.
En tu vida sacerdotal, ¿qué criterios has seguido cuando un chico ha llegado para decirte: «Creo que Dios me llama a ser sacerdote»?
Yo he tenido la suerte de poder acompañar algunos procesos de discernimiento de la llamada a la vida sacerdotal y a la vida consagrada. Para mí, un elemento esencial es no precipitarse, porque un signo elocuente de la llamada tiene que ver con la permanencia en el tiempo. Lo verdadero dura, lo que es de Dios permanece.
Otro elemento imprescindible es la oración, la vida de gracia, la relación con el Señor, que la persona pueda gustar de la compañía de Jesús, de su amistad, y que crezca en este trato.
Y un tercer elemento es la vida en comunidad. Un joven que se dispone a responder al Señor no lo hace solo, sino en la compañía de otros, apoyado en una comunidad cristiana. Todo esto ayuda mucho a poner después al candidato en manos de aquellos que tienen en la Iglesia la misión del discernimiento.
En el seminario de Madrid confluyen seminaristas de diversas tradiciones y movimientos. ¿Cómo hacer de esta realidad una sola familia?
Una de las grandes tareas que tiene el seminario tiene como comunidad formativa es ayudar a los candidatos a reconocer la grandeza y la diversidad de la Iglesia, los carismas que el Espíritu Santo ha suscitado en ella. Porque el presbítero que salga del seminario será el pastor de la diversidad en la comunión que existe en la vida diocesana. El que los seminaristas tengan un camino previo de fe no es un impedimento, sino una oportunidad para enriquecerse unos a otros, para ver en el otro no un rival, sino un hermano con el que compartir vida y misión.
¿Cómo son los curas que vienen, lo que nos vamos a encontrar dentro de pocos años en las parroquias?
Los jóvenes de hoy son hijos de su tiempo y por tanto suelen contar con una preparación académica fuerte. Son creativos, imaginativos y tienen muchos recursos, pero también tienen sus fragilidades, y este es uno de los temas que que el seminario más tiene que cuidar, para que no sean excesivamente dependientes de los afectos, sino que tengan experiencia de que Dios da sentido a todas nuestras circunstancias. Asimismo, los jóvenes que van saliendo son sacerdotes con mucha aptitud para las relaciones humanas y capaces de entrar en un mundo plural y diverso, y hacia ello tenemos que seguir educando, en una sociedad que también es diversa y plural.
¿La relación con los laicos se cuida ya desde el seminario?
Sí, el sacerdote es un miembro del pueblo de Dios y su vocación no puede ser vivida de forma aislada, sino en comunión con toda la Iglesia. Durante los años del seminario intentamos hacer presente esta realidad en diferentes ocasiones para esto, en cursos de formación y crecimiento en los que los laicos instruyen y educan a los seminaristas en diferentes ámbitos.