El Secretario General del CCEE: «América puede darnos la alegría que nos falta» - Alfa y Omega

El Secretario General del CCEE: «América puede darnos la alegría que nos falta»

«En Europa falta entusiasmo, alegría y esperanza. Creo que Iberoamérica puede darnos mucho en este sentido. Un Papa que viene de un continente donde existen certezas de fe más arraigadas y una cultura familiar más fuerte, nos permitirá mirar con una esperanza nueva nuestra misión». Así valora el Secretario General del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), el padre Duarte da Cunha, la elección de un Papa procedente del Nuevo Mundo. Aunque eso no significa que la hora de Europa haya pasado: «Europa –añade da Cunha– puede dar a América una fe con mayor consistencia y profundidad, más radicada en la tradición milenaria de la Iglesia»

Rocío Franch
Misa en el exterior de la catedral de Caacupé (Paraguay), en la fiesta de su Patrona: solemnidad de la Inmaculada Concepción (2012).

Europa se ha convertido en un continente, «a veces, demasiado preocupado por sí mismo, un poco deprimido y entrando en una crisis social y demográfica que ha desencadenado una crisis económica y cultural sin precedentes», afirma el padre Duarte da Cunha, secretario general del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE). Es cierto que Iberoamérica afronta «desafíos similares», y, además, «la Iglesia católica es mayoritaria» en ambos continentes. Pero la forma de afrontar estos desafíos «es muy diferente», pues en Iberoamérica hay esa alegría de la fe que le falta al Viejo Continente, agotado por el secularismo, el relativismo moral y la falta de esperanza, afirma el padre da Cunha. «Tan sólo si Europa sale de sí misma, aprenderá a vivir de modo cristiano» y volverá a ser «un continente misionero».

Ha llegado la hora de un cambio. Europa tiene ahora la oportunidad de «dejar de mirarse al ombligo», en palabras del cardenal Scola, arzobispo de Milán, y de aprender del resto del mundo. Una cultura tradicional y fuerte como la iberoamericana puede presentar un gran desafío para Europa, donde la raíz de sus dificultades (crisis económica, pérdida de vocaciones, relativismo moral…) no se encuentra en la pobreza económica, sino en la pobreza espiritual que ahoga cada vez más a las futuras generaciones. Ante esta perspectiva, ¿puede un Papa venido de Sudamérica entender los problemas del Viejo Continente?

Vuelta a la sencillez de los orígenes

A simple vista, podría decirse que la situación y el contexto de la Iglesia en Europa es muy diferente a la de Iberoamérica. Mientras que allí los fieles aumentan cada día, en Europa disminuyen. Las vocaciones en el Nuevo Continente crecen, la fe está llena de vida. En Europa, caen las vocaciones, la fe parece algo arcaico que debe ser relegado a la esfera privada, mientras que el secularismo se presenta como la única religión válida para la modernidad.

Con el ímpetu y la fuerza de la cultura iberoamericana, el Papa Francisco puede conseguir llevar a la Iglesia en Europa «a la sencillez de los orígenes, del anuncio de Cristo», y abatir «los impedimentos que son obstáculos a la evangelización», como pedía el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en la pasada celebración del Viernes Santo, presidida por el Papa en la basílica de San Pedro.

Entre los retos que el Papa Francisco debe afrontar, están los muros entre las diferentes religiones cristianas, la necesidad de defender los valores cristianos en un continente en el que se pretende apartar la religión de todo lo público, así como las relaciones interreligiosas en Europa, donde las migraciones constantes exigen una nueva visión por parte de la Iglesia.

Europa todavía tiene mucho que aportar

Los últimos Papas, procedentes del centro de Europa –explica el secretario general del CCEE–, han sido capaces de «generar una realidad eclesial consistente, de gente convencida con un gran amor por la Iglesia, capaces de llevar la luz de Cristo en el mundo donde viven, de ayudar a los más necesitados y de ser la casa donde tantos otros han encontrado a Jesús», en Europa y en todo el mundo. En este sentido, se ha mostrado que América Latina y los demás continentes tienen también «razones para esperar que Europa pueda ayudarla también con sus dones, no sólo materiales, sino espirituales y culturales».

Las diferencias entre ambos continentes puede ser una gran ventaja. La vitalidad iberoamericana puede reforzar la evangelización en los territorios de antigua cristianización. Asimismo, Europa puede dar a América una fe con mayor consistencia y profundidad, más radicada en la tradición milenaria de la Iglesia. Siguiendo las huellas de sus predecesores, uno de los grandes retos del Papa Francisco es defender y proteger, ante el relativismo imperante, las raíces cristianas del continente europeo que han impregnado la cultura de América y de nuestra sociedad occidental.

En un momento en el que el Viejo Continente ha perdido la esperanza, Dios dona a la Iglesia un Pontífice con el impulso y la vitalidad necesarios para llevar a la Iglesia a las calles, con los más necesitados, para llevar a la barca de Pedro a los orígenes del cristianismo y llegar así hasta los corazones de los hombres. En cierta manera, América puede llegar a ser la gran misionera del Viejo Continente. No obstante, Europa tiene también una gran responsabilidad: volver a ser ella misma, recuperar sus raíces cristianas y reconducir el camino para llevar a Jesús hasta «las periferias del mundo y de la existencia».

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