«El sagrario debe ser nido de amores y sala de festín»
El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, presidió este lunes en la catedral de la Almudena una Misa de acción de gracias por la canonización de Manuel González García, fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, que fue elevado a los altares por el Papa Francisco el pasado domingo 16 de octubre.
En su homilía, el cardenal electo señaló que san Manuel González «hizo todo un proyecto espiritual, pastoral y humano, engendrado precisamente en la Eucaristía». Así, retomando las palabras de la Primera Lectura, donde el profeta Elías «se siente animado, alentado y alimentado por Dios para comenzar y realizar una tarea difícil», aseveró que esa misma confianza «la tuvo siempre el obispo santo». La confianza «en un Dios que alimenta a los hombres» y «que le alimentó a él en su vida para emprender un camino de sanación, precisamente alimentando a los hombres con Jesucristo».
Además, el fundador de las Hermanas Eucarísticas de Nazaret «nos invita a vivir la comunión», a «vivir alimentados del Señor para estar en comunión con Cristo y con los hermanos», recordó el prelado a la luz de las palabras del apóstol Pablo en la Primera Carta a los Corintios. «Alimentados por Cristo y de Cristo», continuó, «para crecer en todas las dimensiones de la vida». Y en la medida en que nos alimentamos de Él, dijo, «nos hace abrir nuestro corazón y crecer en todas las dimensiones de la vida», de las cuales «san Pablo canta tan maravillosamente en el himno de la caridad: “el amor es comprensivo, servicial, no tiene envidia, no se engríe, no es maleducado, no es egoísta, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, se goza con la verdad, disculpa sin limites, cree sin limites, espera sin límites, aguanta sin límites”».
San Manuel, manifestó, «nos invita a evangelizar» y «nos entrega un método, un camino de evangelización». Él «señala el camino, como hemos escuchado en el Evangelio de Juan: «Este es el cordero de Dios»». Y esa señal, san Manuel «la apunta y la apuntala en el sagrario», porque «Él no quiere que los sagrarios estén abandonados», y «en el sagrario él ve la presencia real de Jesucristo, a la que todos los hombres debemos acudir».
Para don Manuel, «el abandono de la Eucaristía es lo que hace posible todos los males», ya que «produce el vacío existencial de las personas y contiene, en palabras suyas, el vacío de innumerables infecciones». El sagrario, apuntó monseñor Osoro, «tiene que seguir siendo nido de amores, alcázar de dicha, sala de festín y casa solariega para los cristianos».
«Es un día grande para todos», concluyó, «por tener en la Iglesia a este obispo santo y fundador», que «nos acerca permanentemente a la Eucaristía y nos habló de eucaristizar el mundo», que es «la acción de volver a un pueblo loco de amor por la Eucaristía, por asumir como proyecto existencial de la vida lo que el Señor nos regala en la Eucaristía».