El sacerdote más joven de España tiene 24 años y trabaja en Vallecas
Javier Pastor es el sacerdote más joven de España. Entró al seminario con 17 años y hoy, con 24, trabaja con jóvenes en una parroquia de Vallecas
«Mi abuela me regaló un libro sobre la vida de san Francisco Javier», relata Javier Pastor, el sacerdote más joven de España. Entró al seminario con apenas 17 años y el pasado mes de mayo se ordenó en la catedral de Nuestra Señora de la Almudena, de Madrid. Aunque de pequeño ya decía que quería ser como el santo misionero, no fue hasta la Secundaria cuando «empecé a rezar todos los días».
En la entrevista concedida el pasado viernes en El Espejo de Madrid de COPE, Javier reconoce que el acompañamiento personal y los referentes que tuvo fueron la causa de que se fuera forjando la vocación de la que hoy habla. Tiene ya 24 años, pero todavía recuerda que el contacto con Juan Antonio, su director espiritual de la adolescencia, «era entusiasmante». Fue con él con quien se decidió a dar el paso.
También el seminario de Madrid, el lugar en el que se preparó para ser sacerdote, fue «determinante» para él. Por eso se muestra enormemente agradecido: «Es una mezcla entre familia y cuartel», bromea, y reconoce que es «una de las labores más importantes de la Iglesia,», por el impacto social y eclesial que tiene. Esta etapa que acaba de concluir es un tiempo en el que los seminaristas encuentran a los amigos que, como ellos, van «todos juntos» en la misma barca de Jesús, la del sacerdocio.
Ahora, Javier sirve a la Iglesia de Madrid desde la unidad pastoral del Buen Pastor y Nuestra Señora del Consuelo, en Vallecas, en la que comenzó su labor pastoral como diácono. Allí, junto al resto de jóvenes de la parroquia, comenzó la iniciativa Life Teen, un método de catequesis para adolescentes.
El deporte también ha sido una clave pastoral para el sacerdote, que explica que le ha abierto muchas puertas. «Sirve para entablar relaciones que luego trascienden a un plano más del Evangelio», reflexiona. El cura más joven de España lo tiene claro: la clave es «tener los ojos fijos en Jesús» y «la esperanza muy cierta».