El Rosario de las 11 lanza un vídeo de Navidad para alejados
El miedo y la soledad provocados por la pandemia son el motivo del nuevo vídeo de la iniciativa
«Todos soñábamos una Navidad junto a los nuestros pero parece que tendremos que esperar»: es una de las frases del vídeo que la iniciativa El Rosario de las 11 ha lanzado para llegar a los alejados estos días previos a la Navidad.
Paz en medio de la angustia, esperanza en medio de la incertidumbre, humildad por no poder controlar nuestro futuro, y amor en medio del dolor: «Estos son los regalos que Dios nos quiere dar. Son gratis y son para todos, sin discriminar a nadie. Son también para los no creyentes, porque es a ellos a los que hay que rescatar. Por eso hemos querido hacer un vídeo que se viralizase más allá de los grupos de católicos», afirma Belén Perales, la impulsora de El Rosario de las 11, un canal de YouTube que tiene ya casi 200.000 suscriptores.
El propósito de Belén es «evangelizar a los ateos», sobre todo después de que en estos últimos meses «he visto a la gente muy preocupada y pasándolo mal, muchos sin conocer que tenemos a Jesús», añade.
El deseo de Belén de llegar a los alejados viene del momento de su conversión, cuando al comentar su cambio a sus amigos muchos le dijeron que también eran católicos «Yo les decía: “¿Y cómo es que no me has contado esto antes?”», afirma.
Belén dejó la fe a los 15 años y volvió a la Iglesia 35 años después. «Volví por pura gracia de Dios, de golpe. Estaba de crucero en Roma con mis hijas pequeñas, y ellas estaban empeñadas ellas en ir al Vaticano. A mí eso no me gustó nada, me sentó mal, pero fuimos. En determinado momento empecé a sentir algo muy fuerte. Estaba haciendo una foto a mis hijas y al bajar la cámara me encontré delante de la tumba de Juan Pablo II. ‘Vamos a rezar’, les dije de repente, y se me empezaron a caer las lágrimas. Fue en el tercer banco de la izquierda, nunca se me olvidará». A partir de ese momento, «poco a poco volví a ser feliz».
Sin embargo, lamenta que en esos 35 años «nadie me hablara del amor de Dios y de su misericordia. Cuando comencé a contar lo que me había pasado a todo el mundo, empezaron a salir un montón de católicos. ¿Cómo puede ser que nunca me habían hablado de esto?».
Desde entonces vive volcada en la evangelización de una manera muy sencilla: «Me encontraba con gente y empecé a llevarles a la Iglesia. Mi deseo es evangelizar a quienes nadie va a evangelizar, porque veo que en la Iglesia se hacen muchas cosas pero la mayoría para los de dentro».
Ahora «hablo de Dios en la cola de compra, en el autobús, y en la farmacia. Amigas mías han vuelto a confesarse, y mi padre también, hasta murió con el rosario en la mano», porque Belén es también una misionera de la oración a la Virgen: «los regalo en las cafeterías o por la calle, llevo repartidos ya cerca de 10.000».
Para ella es algo natural, pues «evangelizar no es cuestión de método, no es una técnica. No funciona así. Hay que ir a los evangelios y pensar que es más fácil de lo que pensamos. No hay que hacer un curso. Sencillamente, se trata de estar cerca del Señor y pedirle que quieres evangelizar. Lo primero es lanzarse, sin miedo. ¿Qué te puede pasar? Nada. No hay que tener miedo. Hay muchísimo bien que hacer a muchísima gente. Si vas con el Señor, al final algo pasa, siempre».
De hecho, siempre comienza rezando al Espíritu Santo «para que me ponga la gente que necesite escuchar de Dios, y así surgen conversaciones. También influye que me ven supercontenta, porque hay mucha gente triste».
La idea de crear un canal de YouTube «surgió con mi amiga Sonsoles, entre risas», pero la iniciativa fue creciendo «y empezó a dar unos frutos brutales. Vi que esa era la misión: rezar el Rosario en el salón de mi casa. Le dije a la Virgen que iba a traerle a sus hijos a la Iglesia».
En este tiempo, el canal ha crecido hasta casi los 200.000 suscriptores, y gracias a él ha habido jóvenes que se han ido al seminario o al convento, muchas conversiones, alejados que han vuelto a los sacramentos.
«Es una pasada –reconoce Belén–. Es un canal normal, pero está claro que el que lo lleva es el Señor. Lo tengo clarísimo»…