El retrato robot del misionero que quiere el Papa
El Papa Francisco ha propuesto a tres españoles y un francés como modelos que imitar para generar, de nuevo, un «impetuoso viento de santidad» en América. Ahora, la Conferencia Episcopal centra en tres de ellos su campaña por el Día de Hispanoamérica, que se celebra el domingo con el lema Testigos de la misericordia
Anote estos nombres, que tal vez ya le suenen de algo: Francisco de Laval, José de Anchieta, Junípero Serra y Vasco Vázquez de Quiroga. Estos son los cuatro misioneros que reúnen las características que el Papa Francisco considera imprescindibles para emprender hoy una nueva evangelización en América, capaz de hacer del continente, «de nuevo, una fuente de santos», como la que hicieron brotar los primeros evangelizadores españoles que llegaron al Nuevo Mundo. Audacia, creatividad, celo apostólico, cercanía a los pobres, respeto por las culturas nativas, amor por la Eucaristía, defensa de los pobres o lealtad crítica para con las autoridades civiles son algunas de las pautas que el Santo Padre ha propuesto a los católicos, a imitación de estos pioneros de la evangelización con acento hispano.
Testigos de la misericordia
Tres de ellos, el tinerfeño José de Anchieta, el mallorquín Junípero Serra y el francés Francisco de Laval, son los protagonistas de la campaña que la Conferencia Episcopal Española ha preparado para el Día de Hispanoamérica 2016, que la Iglesia en España celebra este domingo con el lema Testigos de la misericordia.
¿Y por qué justo estos tres, entre todo el catálogo del santoral español? En enero de 2015, al regresar de su viaje a Filipinas, el Papa reveló que la actividad evangelizadora de estos hombres había sido un fruto tan evidente del Espíritu que iba a acogerse a la llamada «metodología equipolente» para canonizarlos sin necesidad de que se confirmase un nuevo milagro. Más tarde, el propio Francisco explicó que al unir estas canonizaciones con el Año Jubilar de la Misericordia deseaba que «una corriente de santidad recorriera el continente americano» durante el Año Santo, a través de los católicos de hoy que se atreviesen a seguir su ejemplo.
El cuarto, el abulense Vasco Vázquez de Quiroga, fue también propuesto por el Pontífice como ejemplo para una nueva evangelización de América, a pesar de que ni siquiera ha sido reconocido como beato. Lo hizo durante su viaje a México, cuando al visitar la ciudad de Morelia (fundada por españoles y antiguamente llamada Valladolid), empleó el báculo y el cáliz de este español, primer obispo de Michoacán. Un gesto que gustó a los fieles mexicanos, que profesan un gran cariño a Vasco de Quiroga.
Estas son las vidas de estos cuatro misioneros, y las características que el Papa ha resaltado de ellos:
José de Anchieta: Sencillez y entusiasmo
Natural de San Cristóbal de la Laguna, en Tenerife, José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534. Su padre era primo de san Ignacio de Loyola, así que cuando cumplió 17 años, Simón Rodrígues, uno de los siete compañeros que con san Ignacio comenzaron la Compañía de Jesús, lo animó a ingresar como jesuita. Con 19 años fue el primer jesuita enviado a Brasil, y el 24 de enero de 1554, víspera de la fiesta de la Conversión de San Pablo, José celebró Misa por primera vez en un poblado de aborígenes. A la memoria del apóstol de los gentiles dedicó la Eucaristía, y también la cabaña convertida en iglesia, en torno a la cual construiría primero una misión, y más tarde una ciudad: São Paulo, la mayor ciudad del Brasil actual.
Desplegó una gran labor catequética con los indios tupíes, a los que evangelizó en su propia lengua e incluso a través de la poesía. Suplió la falta de medios con entusiasmo y creatividad: fue el primero en componer una gramática en lengua brasí para poder enseñar el Evangelio; usaba ejemplos para hablar de Jesús sirviéndose de las costumbres aborígenes; aprendió portugués, tupí y guaraní; y tradujo el Catecismo, el Evangelio, himnos litúrgicos e incluso obras de teatro a la lengua de los indios. Además, construyó varias aldeas, núcleos de viviendas tanto de colonos como de indígenas, en las que se ponía en común el trabajo de todas las familias. En su canonización, en 2014, el Papa explicó que «aunque era solo un muchacho, era tal su alegría y su entusiasmo que fundó una nación, y puso los fundamentos culturales de una nación en Jesucristo».
Junípero Serra: Determinación y Eucaristía
La estatua del mallorquín Junípero Serra puede verse hoy en el Congreso de los Estados Unidos, junto a las de Washington o Franklin, porque el apóstol de California es reconocido como uno de los padres de la patria estadounidenses. Nacido en Mallorca en 1713, tomó el hábito franciscano en 1730. Con 35 años y una gran formación teológica, se embarcó rumbo a México, donde pasaría 30 años evangelizando en la región de California. Las misiones fundadas por él, en las que siempre ponía el acento en la centralidad de la celebración de la Eucaristía y en la promoción de los pobres y los indígenas, dieron lugar a las actuales ciudades de Los Ángeles, San Francisco, San Diego o Sacramento.
La breve biografía de este santo preparada por la Conferencia Episcopal para el Día de Hispanoamérica señala que «la predicación, la docencia, la enseñanza de habilidades para la vida práctica, y la mediación con los políticos para el buen funcionamiento de las misiones fundadas por los franciscanos fueron sus principales tareas. Se le conoce como un hombre con un carácter recio, con una creatividad extraordinaria, y con una determinación inquebrantable a la hora de llevar a cabo las tareas que se le encomiendan. Pero esta fuerza le fue dada desde lo alto, y a esta inspiración debió tanto la decisión de formar parte de la Orden de Hermanos Menores, como el marchar a las misiones y el luchar para que la vida de Jesucristo se abriese paso entre los indios».
Las oleadas de colonos europeos que llegaban a la región en busca de riqueza, o huyendo de la justicia en sus países, provocaron situaciones de gran tensión, a las que fray Junípero tuvo que enfrentarse. El santo optó por la defensa de los humildes, superando con gran paciencia, coraje y humildad las múltiples trabas que encontró en ese camino, acuñando un lema que repitió muchas veces: «Con Cristo, siempre adelante». A riesgo de su propia vida, llamó a la conversión a los terratenientes, exigiéndoles en nombre de Dios que no explotasen ni maltratasen a las comunidades locales, ni a los débiles.
En su canonización en Washington, el pasado septiembre, el Papa explicó que «Junípero aprendió a gastar y a acompañar la vida de Dios en los rostros de los que iba encontrando, haciéndolos sus hermanos», así como que «buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos habían abusado de ella».
Francisco de Laval: Valor y docilidad al Espíritu
Aunque pertenecía, por cuna, a la nobleza de Francia, Francisco Montmorency-Laval, nacido el 30 de abril de 1623 en Montigny-sur-Avre, cerca de París, pronto dejó de utilizar su apellido como signo de abandono.
Ordenado sacerdote en 1647, su docilidad al Espíritu le llevó a pedir marcharse como misionero a Nueva Francia, una vasta región norteamericana que sería conocida como Canadá. El 16 de junio de 1659 llegó a Quebec, donde llevó a cabo un intenso trabajo apostólico que abarcaba tanto el primer anuncio del Evangelio como la promoción de las vocaciones en comunidades asentadas. En 1674 fue consagrado obispo de la recién creada diócesis de Quebec, convirtiéndose en el primer obispo de Canadá.
La enorme extensión territorial de su diócesis le llevaba a recorrer kilómetros y kilómetros, a caballo, en canoa o caminando con raquetas en los pies cuando la nieve impedía el acceso a zonas de difícil acceso. Consciente de que los franceses no propiciaban el mestizaje como en las colonias españolas, organizaba celebraciones para blancos y para indios, cuyos derechos defendió incluso oponiéndose a la autoridad civil, aunque sin propiciar insurrecciones. También defendió los derechos de la Iglesia ante los atropellos del poder político.
Francisco ha explicado que, si hoy cunde su ejemplo, y con ayuda de Dios, «la semilla sembrada por él dará frutos de nuevos hombres y mujeres intrépidos, clarividentes, con el corazón abierto a la llamada del Señor. Pidamos al Señor que Quebec, de este modo, vuelva a este camino de fecundidad, para dar al mundo muchos misioneros. ¡Ojalá vuelva a ser fuente de misioneros audaces y santos!».
Vasco de Quiroga: Un padre para los pobres
«Quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido como Tata Vasco y como “el español que se hizo indio”. La realidad que vivían los indios purhépechas, descritos por él como “vendidos, vejados y vagabundos por los mercados”, lejos de llevarlo a la tentación de la acedía y de la resignación, movió su fe, su vida y su compasión, y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de respiro ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Eso le ganó el nombre entre los indios del Tata Vasco, que en lengua purhépecha significa: papá». Así se refirió el Papa a Vasco Vázquez de Quiroga, que vio por primera vez la luz del mundo en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), hacia 1470. Formado en leyes, recaló en México en 1536 tras servir a la Corona en España con gran ecuanimidad. Allí comenzó a construir iglesias, hospitales, escuelas y misiones, en mitad de la conquista del país. Su entrega le llevó a la consagración episcopal de manos de Juan de Zumárraga, testigo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Y aunque su cercanía a los pobres le valió también la enemistad del virrey, nunca dejó de anunciar y vivir la radicalidad del Evangelio.
Según los datos de la última Memoria de Actividades de la Conferencia Episcopal, de los más de 13.000 misioneros españoles que hay en todo el mundo, más del 70 % ejercen su labor pastoral en el continente americano: 9.125, entre sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares.
La mayoría (casi el 80 %) forman parte de congregaciones religiosas, aunque también hay cerca de 1.000 sacerdotes diocesanos (970), miembros en muchos casos de distintos institutos y asociaciones. El grupo de sacerdotes diocesanos misioneros más numeroso es el de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), un servicio de la Conferencia Episcopal que ha enviado a zonas de misión a más de 2.300 sacerdotes desde 1949, y que en la actualidad cuenta con 288 curas misioneros.
El Camino Neocatecumenal, con 197 sacerdotes misioneros en América, y el Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME), con 155, son los otros dos grupos que más presbíteros tienen actualmente en zonas de misión.