El reto: esposo y padre
«Hoy, el reto no es que la mujer trabaje o no, sino que el varón redescubra su paternidad», explica la doctora en Filosofía y Teología Blanca Castilla de Cortázar, de la Real Academia de Doctores. «Es necesaria una familia con padre y una cultura con madre», defiende
¿Qué efectos ha tenido la incorporación de la mujer al mundo del trabajo en las últimas décadas?
La incorporación de la mujer al ámbito laboral es imprescindible. Durante siglos, ha estado vigente el modelo: public man, private woman. El varón se ocupó de la esfera pública, mientras que el peso del espacio privado recayó sobre la mujer. Los resultados de esa distribución son patentes: ambos ámbitos han resultado perjudicados, por estar los dos incompletos: en la familia ha faltado la figura paterna, y la esfera externa adolece de competitividad y economicismo, haciéndose inhabitable e inhumana al faltarle los recursos de la feminidad, sobre todo su preocupación prioritaria por las personas.
¿Qué beneficios tiene para la esfera pública la presencia femenina?
Es absolutamente fundamental que la mujer aporte su contribución específica en el mundo del trabajo. La experiencia histórica ha constatado que las estructuras laborales y sociales están esperando el genio de la mujer, para hacerlas habitables, acomodándose a las personas en cada etapa de la vida, para que cada uno pueda dar, en cada circunstancia, lo mejor de sí mismo. Es decir, la presencia de la mujer podría contribuir a que la esfera laboral esté en función de la persona y de la familia, y no al revés.
¿En qué podría ayudar una teología de la mujer como pide el Papa?
Para que haya una buena teología sobre la mujer es preciso también una buena teología sobre el varón. No se puede hablar de la mujer sola, separada del varón: éste es uno de los lastres de esta cultura asexuada que se ha desarrollado en Occidente, donde ser varón o mujer era teóricamente irrelevante, aunque tuviera muchas consecuencias en la vida práctica. Pero el ser humano, como se manifiesta en su cuerpo, es siempre sexuado, en todas sus dimensiones. Ser varón y ser mujer es una diferencia relacional. Sobre esto no se ha reflexionado hasta ahora, por lo que esa investigación será fundamental para poder entendernos a nosotros mismos y para poder mejorar el mundo en el que vivimos.
¿Dónde es más necesaria la aportación de la mujer: en la familia, o en el trabajo?
Si nos fijamos en nuestros orígenes, en el libro del Génesis se relata que Dios da al varón y a la mujer una misión común y doble: Creced y multiplicaos, y Llenad la tierra y sometedla. Entre los dos tienen que hacer tanto la familia como la construcción de la Historia. La separación entre ambas esferas es fruto del pecado. Tenemos que volver al proyecto originario de Dios. Lo que la mujer aporta es su sensibilidad por lo humano, eso comienza en la familia. Si la familia se destruye, todo acaba mal. Para que haya un mundo equilibrado sería necesario construir una familia con padre y una cultura con madre.
Para las mujeres no está siendo fácil este cambio…
El gran problema es que las leyes y costumbres del espacio público han sido creadas con criterios exclusivamente masculinos, por hombres que funcionaban como si no tuvieran familia, pues eso se lo dejaban a sus mujeres. La principal dificultad que encuentran las mujeres para ser alguien en el mundo laboral es que se les exige que trabajen como si fueran hombres que no tienen familia.
Si a eso le añadimos que no hay elaborada una teoría equilibrada al respecto, las mujeres se han visto forzadas a imitar el modelo unilateral masculino. Hoy lo que se quiere borrar de todos los sitios es la diferencia, porque se considera sinónimo de subordinación. La mujer no puede dejar de ser mujer cuando se pone a trabajar, porque ésa es su mejor aportación al terreno público y esto no es fácil.
Tampoco abandonando el hogar, me imagino…
Las mujeres que quieren sacar adelante a la familia tienen de hecho una doble jornada laboral. Si no se ponen pronto en práctica políticas de conciliación, la familia está llamada a la extinción. A las mujeres no se les deja ser madres ni dentro ni fuera del hogar.
Si se quiere mejorar el mundo, la primera medida es que el hombre vuelva a la familia. Ahora mismo, el reto no es que la mujer trabaje o no trabaje, sino que el varón redescubra su paternidad. El varón, en general, se desentiende en la práctica de ser marido y padre. La familia, la mujer, los hijos, tienen necesidad de él y de su modo de hacer las cosas, que es diferente del de la mujer, con la peculiaridad de que ambos modos se potencian exponencialmente uno al otro, tanto en la familia como en el espacio público.
¿La solución es que el padre vuelva antes a casa? ¿No nos quedamos cortos con esto?
La solución pasa por ahí: la familia es una empresa de los dos. Para la maternidad —que hoy está muy atacada, especialmente en España—, la mejor defensa posible es que el varón descubra su paternidad. Para esto hay que entender que ser padres o madres es algo propio del modo de amar y de contribuir al bien de los demás. Tanto la paternidad como la maternidad tienen una dimensión privada y una dimensión pública.
Respecto al varón, tan importante como el ejercicio de la paternidad dentro de la familia, es que favorezca y defienda que la maternidad sea posible en el mundo laboral. El hombre-varón tendría que descubrir su paternidad. La familia saldrá adelante si el varón asume que es padre, tanto dentro como fuera del hogar. El peso de sacar adelante la familia no recae exclusivamente sobre la mujer, aunque sólo sea porque muy pocas tienen capacidad para ser superwoman.