El renacimiento de El divino
Es hora de que las nuevas generaciones disfruten de la maestría de Guido Reni, motivo por el que el Museo del Prado, 35 años después de la última exposición, acoge hasta julio una nutrida muestra de su trabajo. Entre las obras está El triunfo de Job, rescatado de las llamas de la catedral de Notre Dame
Guido Reni, apodado El divino, vuelve en todo su esplendor a ocupar —hasta el mes de julio— las salas del Museo del Prado en un proyecto antológico que ha sido posible gracias a la Fundación BBVA y al préstamo de obras de más de 40 instituciones públicas y privadas. Se trata de una de «las exposiciones más hermosas de los últimos años», según el presidente del Real Patronato del Museo del Prado, Javier Solana. Y como bien explicaba Miguel Falomir, director de la institución, después de 35 años desde que se le dedicó una muestra a Reni, es hora de que las nuevas generaciones disfruten del repaso de su obra y maestría a través de una exposición como esta. El proyecto, comisariado por David García Cueto, se organiza en once ámbitos temáticos que tienen como denominador común el deleite y apreciación de la belleza del cuerpo humano, que sirve de canal para la inspiración escultórica y el alcance de valores trascendentales.
La primera obra que nos viene a la cabeza cuando se habla de este autor es su aclamadísima pintura de Hipómenes y Atalanta que luce en la colección permanente del museo. La temática mitológica y esa exaltación de la belleza del cuerpo humano suelen definir al autor como un clásico pintor barroco, a pesar de tocar varios géneros. Sin embargo, esta muestra nos desvela su gran interés por el tema religioso y cómo la apreciación de la belleza del cuerpo humano nos puede elevar a lo sublime.
Después de tres secciones que contextualizan al artista en su biografía e influencias, pasamos a la cuarta, que se titula La belleza del cuerpo divino. Los biógrafos de Reni aseguran que conservaba un fuerte deseo de traer a la tierra las «ideas celestiales» y acercar al espectador a la divinidad. Y lo lograba con la representación de la divinidad humanizada. Es por ello por lo que Reni fue un extraordinario intérprete de la vida y pasión de Jesús, al presentar a Cristo como poseedor de una gran belleza física y divina al mismo tiempo.
El sexto ambiente del recorrido se titula El poder de los santos y la hermosa vejez. Reni se esforzó en radiar el sentir religioso del catolicismo en lo que respecta a los santos, optando por composiciones hagiográficas más complejas frente a la imagen retratística y aislada. En esta sección se encuentra una de las piezas más destacadas del proyecto: El triunfo de Job, que lucía en la catedral de Notre-Dame, sobrevivió al incendio y es la primera vez que sale de París tras su restauración. En esta obra contemplamos a Job entronizado, recibiendo regalos en recompensa de su perseverante fidelidad ante la dura prueba de Dios en la tierra. Este capítulo también instruye en la idea de Reni sobre la belleza de la vejez. El autor pinta las arrugas, la flacidez, las manchas y las canas en recuerdo de que la hermosura del alma va más allá de la caducidad de la carne.
La siguiente sección estudia la figura de María y la divinidad humanizada. Aquí destaca La Inmaculada Concepción cedida por el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Esta pieza estuvo en su origen destinada a doña María de Austria, hermana de Felipe IV y, sucesivamente, donada a la catedral de Sevilla, donde permaneció hasta la invasión napoleónica. Allí inspiró a Murillo en sus creaciones. En esa obra, Reni tuvo que asumir el reto de representar la cuestión de la concepción inmaculada de María, defendida por la monarquía hispánica. Su sensibilidad como intérprete de ese tema se muestra en todas las demás obras marianas a él debidas, reflejo de toda una vida de ferviente devoción a la Virgen.