El regalo del Papa a los obispos: «Bienaventurado el obispo que…» - Alfa y Omega

El regalo del Papa a los obispos: «Bienaventurado el obispo que…»

El Papa Francisco entrega a los prelados italianos unas Bienaventuranzas del obispo junto a la imagen del Buen Pastor

Redacción
«Bienaventurado el obispo que por el Evangelio no teme andar contracorriente», dice el Papa. Foto: AFP / Vincenzo Pinto.

Los obispos italianos, reunidos estos días en asamblea plenaria, han recibido un particular regalo del Papa Francisco: una tarjeta con una imagen del Buen Pastor con ocho Bienaventuranzas del obispo, basadas en la homilía pronunciada hace unas semanas por el arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia, con motivo de la ordenación episcopal de sus obispos auxiliares. Así como son ocho las Bienaventuranzas del Evangelio, el Papa elabora así sus propias Bienaventuranzas dirigidas a los prelados:

• Bienaventurado el obispo que hace de la pobreza y del compartir su estilo de vida, porque con su testimonio está construyendo el reino de los cielos.

• Bienaventurado el obispo que no teme mojar su rostro con lágrimas, para que en ellas puedan reflejarse los dolores de la gente, las fatigas de los presbíteros, encontrando en el abrazo con quien sufre el consuelo de Dios.

• Bienaventurado el obispo que considera su ministerio un servicio y no un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dando a todos el derecho de ciudadanía en el propio corazón, para habitar la tierra prometida a los mansos.

• Bienaventurado el obispo que no se cierra en los palacios del gobierno, que no se convierte en un burócrata atento más a las estadísticas que a los rostros, a los procedimientos que a las historias, buscando luchar junto al hombre por el sueño de justicia de Dios, porque el Señor, encontrado en el silencio de la oración cotidiana, será su alimento.

• Bienaventurado el obispo que tiene corazón para la miseria del mundo, que no teme ensuciarse las manos con el fango del alma humana para encontrar el oro de Dios, que no se escandaliza del pecado y de la fragilidad, porque es consciente de su propia miseria, porque la mirada del Crucificado resucitado será para él sello de perdón infinito.

• Bienaventurado el obispo que aleja el doble corazón, que evita toda dinámica ambigua, que sueña el bien también en medio del mal, porque será capaz de alegrarse con el rostro de Dios en cada charco de la ciudad de los hombres.

• Bienaventurado el obispo que obra la paz, que acompaña los caminos de reconciliación, que siembra en el corazón del presbiterio la semilla de la comunión, que acompaña a una sociedad dividida por el sendero de la reconciliación, que toma la mano de cada hombre y cada mujer de buena voluntad para construir la fraternidad. Dios lo reconocerá como su hijo.

• Bienaventurado el obispo que por el Evangelio no teme andar contracorriente, haciendo su rostro duro como el de Cristo camino a Jerusalén sin dejarse frenar por las incomprensiones y los obstáculos, porque sabe que el Reino de Dios avanza en la contradicción del mundo.