El pueblo de las viudas que buscaban la paz
El ataque contra la mezquita sufí en Egipto, que dejó el pasado viernes 305 muertos, buscaba una venganza contra esta corriente, «más interesada en la paz y el diálogo que en los movimientos políticos», y «desestabilizar la situación en el país, porque están en contra del Gobierno de Al-Sisi», explica el padre Kamil William, sacerdote egipcio
«Los sufíes son más numerosos en Egipto que los extremistas, y están más interesados en trabajar por la paz y el diálogo que en los movimientos políticos, por eso son considerados herejes». Además, «los radicales están convencidos de que los sufíes participaron en el fracaso del régimen de Morsi, algo que les molesta profundamente». Para el sacerdote egipcio Kamil William esta es, además de «desestabilizar la situación actual en el país, porque están en contra del Gobierno de Al-Sisi», la razón por las que el viernes pasado se perpetró el ataque más sangriento que se recuerda en el país de los faraones.
Todavía quedaban cerca de un par de horas para el rezo, pero en la escuela mística, que profesan los musulmanes sufíes, «los viernes los hombres van antes a la mezquita, para hacer unos cantos. Aprovecharon ese momento para arrasarlos», explica Houssien el Ouariachi, experto en terrorismo internacional. Más de 40 yihadistas mataron, al menos, a 305 personas en un ataque que duró alrededor de 15 minutos. «El Ejército apareció una hora más tarde». Esto es solo la punta del iceberg del abandono del Estado egipcio a la zona del Sinaí que, sumado «a la marginación histórica, hace que el extremismo campe a sus anchas de forma violenta. La población no tiene modo de resistir sin ayuda», añade El Ouariachi.
De hecho, el ISIS ha amenazado a otros dos pueblos más además de Bir al Abed, localidad de 700 habitantes a la que ya llaman el pueblo de las viudas. «Han pasado de atacar al Ejército y las fuerzas de seguridad a atacar a civiles», sostiene el experto en terrorismo internacional. Para los cristianos el calvario comenzó tiempo atrás, con el atentado de Año Nuevo de 2011 en Alejandría o el de diciembre de 2016, cuando un terrorista se hizo explotar en el interior de la iglesia de San Pedro, junto a la catedral copta de la capital egipcia, y mató a una treintena de fieles. El Domingo de Ramos de este 2017, Daesh cometió dos ataques en las catedrales de San Jorge, en la ciudad de Tanta, y de San Marcos de Alejandría, en los que murieron 46 personas. Y desde mayo, los cristianos de la zona norte del Sinaí han tenido que huir tras ser blanco de una oleada de ejecuciones a plena luz del día, como el ataque contra el autobús que dejó 28 muertos. «No todos han podido escapar, muchos continúan en sus casas porque son mayores o no tienen dónde ir», afirma el padre William.
Ante la reciente catástrofe, los cristianos «están haciendo donaciones de sangre y han abierto una cuenta en colaboración con los musulmanes en nombre de las mujeres de la aldea. En tres días se han recogido 17 millones de libras egipcias», añade el sacerdote. También desde la plaza de San Pedro, en el Vaticano, cientos de cristianos oraron el domingo en silencio por las víctimas, «que también estaban rezando», petición hecha por el Papa durante el ángelus. El mismo viernes del atentado, Francisco expresó su dolor en un telegrama y renovó «su firme condena a este tipo de actos brutales dirigidos a ciudadanos inocentes».
Una mala respuesta
Ante la inminente amenaza de otras dos poblaciones y el evidente polvorín que es la zona egipcia, la respuesta del presidente egipcio «no ha podido ser peor», sostiene El Ouariachi. «Habla de venganza y de respuesta extrema, no de justicia, y esto es lo que busca la otra parte, poder decir que el presidente es un aliado de los infieles» para justificar sus ataques. En un «análisis rápido, podría asegurar que Al-Sisi busca ser legitimado y aplaudido por Occidente como un firme antiterrorista, y que con este aplauso vaya dinero, porque el régimen está en crisis».
Pero «hay una lectura más profunda, que es la reorganización de la zona y que creo que tendrá lugar bajo la presidencia de Trump, que es un imprudente». Para el experto en terrorismo, «el Sinaí podría ser un territorio ofrecido a Palestina a cambio de renunciar a Cisjordania y Gaza». Por eso, añade, «la huida de la población es un primer paso, para dejar vacía la zona». La partida de ajedrez no será sencilla de ganar, porque «el 100 % de los palestinos va a estar en contra».
Muchos terroristas «creen que están matando por una causa superior, pero en realidad todo es un movimiento geopolítico».
Los sufíes son la rama mística, espiritual, del islam. Se dedican a la reflexión y la contemplación y, de hecho, «en la época musulmana el sufismo era la rama predominante en España», sostiene Houssien el Ouariachi. Cuando en el siglo XIX comienza a florecer el reino en Arabia Saudí, «para legitimarse de alguna manera» se apoya en una tendencia que, hasta entonces, era marginal en el mundo islámico, el wahabismo. Pero «esta corriente facilitó dominar parte de la península arábiga y plantar cara al gran Imperio otomano, tendente al sufismo». Por eso tomaron a los místicos como sus enemigos. Hoy la tensión se agrava, ya que el sufismo ha logrado que cientos de jóvenes elijan luchar contra los extremistas desde el nivel social, intelectual y religioso.
El número de seguidores del sufismo se cifra, actualmente, en torno a un 5 % de los 1.300 millones de musulmanes que hay en el mundo, aunque en Egipto se estima que son un 20 %. Se organizan en pequeñas comunidades de fieles o tariqas, dirigidas por un guía espiritual, y se considera un islam moderado y pacífico que influye en todas las manifestaciones culturales, desde la música o la danza hasta la poesía.