Un pueblo de acogida para vivir en comunidad: «La única ley es Cristo» - Alfa y Omega

Un pueblo de acogida para vivir en comunidad: «La única ley es Cristo»

A Jordi Cabanes lo dieron en adopción en vez de abortarlo. Unas circunstancias que han marcado toda su vida y que le han llevado, incluso, a vivir junto a otras familias de acogida

José Calderero de Aldecoa
Una Misa en la masía. Foto cedida por Jordi Cabanes Rodríguez.

En casa de Jordi Cabanes, que actualmente ejerce de director en el colegio Abat Oliba Spínola, situado en Barcelona, nunca saben cuántas personas van a cenar cada noche. Tan pronto aparece el amigo de uno de los hijos, un paciente de Gloria —la mujer de Jordi, que es médico—, un conocido que no tiene sitio para dormir esa noche o una madre soltera que necesita escapar de su agresor.

«Practicamos la hospitalidad cristiana», explica Cabanes, lo que implica que «cualquiera puede venir a comer, a dormir o a charlar. De hecho, siempre tenemos a alguien con nosotros». Es la versión moderna del «tuve hambre y me disteis de comer», aunque «cuando acogemos también somos Cristo mismo acogiendo», apunta Jordi.

De puertas para afuera ocurre algo similar. Los Cabanes Arnau viven en un pueblo de la Cataluña central, donde se organizan en un régimen de semicomunidad con varios miembros de la asociación Familias para la Acogida, entidad vinculada a Comunión y Liberación, a la que pertenecen. «Es un pueblo normal, donde cada uno vive en su casa, pero entre nosotros compartimos todos lo que tenemos. A mis hijos los lleva un amigo al colegio; si te falta una cebolla, llamas al de enfrente; si alguien necesita dinero, otro se lo da», detalla el director.

Se trasladaron allí cuando el obispo de Vic les pidió que se encargasen de la gestión pedagógica de dos colegios que corrían el riesgo de cerrar y él quería mantener abiertos para la evangelización, rememora. Las familias —casi todas con niños de acogida a su cargo— aceptaron la propuesta e hicieron la mudanza. «En total, somos nueve y, entre todas, tenemos 36 hijos», explica.

Todo comenzó, sin embargo, con dos. «Mi amigo Ferrán y yo siempre hemos sido medio hippies o perroflautas, así que nos atraía todo el tema rural». Ambos querían irse a vivir al campo, pero no terminaban de encontrar la fórmula adecuada. Pero entonces los inquilinos de la masía de los padres de Ferrán dejaron la casa y decidieron alquilarla los veranos, rememora el docente. «Lo que sucedió a partir de ahí mis alumnos lo describirían utilizando el término random [NdR: Palabra con la que la gente joven suele describir cosas imprevisibles]». Según Jordi, invitaban a sus amigos a comer y se terminaban quedando todo el verano en la masía. Allí no hay una regla, ni se reparten las tareas. «Cada uno hace lo que considere». Uno se encarga de la cocina, otro recoge, un tercero limpia… Tan solo hay una ley: «La búsqueda constante de la comunión. A nosotros no nos preocupa la comunidad, sino la comunión. La obediencia a un Señor común, que es Cristo».

Por eso, en el centro están los momentos de oración y las comidas. «Es curioso porque cuando nos sentamos a la mesa, uno habla y el resto escucha; y así se cumple la promesa de Cristo, que dice que “cuando dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy presente”». Y la cosa parece que funciona. «Mi hija siempre dice que ella nunca ha tenido dudas de que Dios existe, porque ve lo desastre que son sus padres y, por tanto, la única explicación razonable a lo que sucede en la masía es que sea cosa de Cristo».

Jordi Cabanes, director del colegio Abat Oliba Spínola. Foto: ACdP.

El problema llegaba al final del verano. Cada familia tenía que volver a su residencia habitual y se desvanecía entonces el sueño de vivir en comunidad de lunes a domingo. «Así fue hasta que el obispo de Vic nos pidió su colaboración y entonces todos nos fuimos juntos al pueblo», afirma Cabanes, que es uno de los rostros de la campaña de Navidad de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), desplegada en más de 80 ciudades bajo el lema Pobre. Odiado. Marginado. Ha vuelto a nacer.

En ella, la ACdP presenta el testimonio de Jordi y otras tres personas más —una madre que cuida a su hija enferma, un niño que iba a ser abortado y dos hermanos adoptados— e invita a acoger al Niño Jesús a partir de la frase evangélica «cada vez que lo hicisteis con uno de estos hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis».

Madres heroínas

Con el desembarco de las familias en el pueblo, y la acogida que practican allí y en la masía, Jordi por fin pudo dar cumplimiento a un viejo anhelo de su corazón: hacer algo parecido a lo que hicieron de pequeño con él. El director nació en el 69 y su madre, en vez de abortarlo, lo dio en adopción. «Yo no percibo ningún abandono en esta acción. Al contrario», explica. De hecho, para Cabanes las madres biológicas que dan a sus hijos en adopción «son heroínas». «Te dan la vida y, encima, se sacrifican por tu bien dándote a otra familia que te pueda cuidar mejor. Para mí eso es un intensísimo acto de amor», añade.

Con estos antecedentes, «sentía que debía devolver todo ese amor que había recibido», y después de tener seis hijos biológicos, su mujer Gloria y él acogieron a dos niños. Cabanes, sin embargo, es consciente de que hay muchos adoptados que perciben un cierto abandono al enterarse de que su familia biológica lo entregó en la infancia. Así, cuando detecta que uno de su alumnos es adoptado, le cuenta su experiencia y forman una especie de «aristocracia de la adopción». «Y muchos chavales que lo llevan mal, cuando ven que se puede llevar bien, dan un cambio tremendo», concluye.

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