El publicano bajó a su casa justificado y el fariseo no - Alfa y Omega

El publicano bajó a su casa justificado y el fariseo no

Sábado de la 3ª semana de Cuaresma / Lucas 18, 9-14

Carlos Pérez Laporta
'Parábola del publicano y el fariseo'. Vidriera en la catedral de Washington, Estados Unidos. Parábolas
Parábola del publicano y el fariseo. Vidriera en la catedral de Washington, Estados Unidos. Parábolas. Foto: Lawrence OP.

Evangelio: Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Comentario

Como el árbol no puede elevarse para rozar el cielo con sus ramas si no nace desde la oscuridad de sus raíces, así el hombre no alcanza a progresar si no lo hace desde sus profundidades más sombrías. El árbol no puede alimentarse y crecer si la luz del sol no desciende por su interior y actúa sobre el contenido producido en su subsuelo. Análogamente, si el hombre no permite que Cristo descienda a sus propios infiernos, reconociendo su necesidad, no puede elevarse con Él a los cielos. Porque Cristo «vendrá como la lluvia, como la lluvia de primavera que empapa la tierra» (Os 6, 3; 1ªL).Por eso, dice Jesús que «todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». El que desciende a sus culpas, como el publicano del Evangelio, y pide compasión, recibe a Cristo ahí donde necesita ser sanado. Por el contrario, quien se acerca a Cristo desde lo alto y lo recibe desde sus solas virtudes, ese no permite que Cristo descienda aquella parte oculta de sí mismo, que no muestra porque no puede cambiar. Ese permanece internamente dividido, entre su parte mala y su parte buena, y no está totalmente justificado.