El proceso de sanación de cada víctima como bandera - Alfa y Omega

El proceso de sanación de cada víctima como bandera

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El ex guardia civil José Aguilar perdió una pierna en el asalto a la casa cuartel de Alsasua en 1988. Retirado, recorre los colegios de Navarra con su prótesis y su experiencia para recordar a los jóvenes que este país tiene una herida aún sin cicatrizar que vuelve a sangrar cuando nombres de terroristas aparecen en listas de partidos políticos para ser elegidos democráticamente como futuros guardianes del bien común de una región. Cada víctima del terrorismo en este país tiene un recorrido único, intocable, personal e intransferible. Hay quienes, como Aguilar, han pedido a Dios la fortaleza para perdonar y han utilizado el instrumento de la justicia restaurativa para ponerse frente al verdugo e intentar comprender sus acciones, las de un corazón paralizado por el odio. Hay otros inmersos en un proceso de sanación que está muy lejos de conversar con un asesino. Como dice el propio ex guardia civil, este camino de restauración «no es exigible para todos». Lo que sí debería ser de obligado cumplimiento social es que jamás se olvide «que esto sucedió», que las víctimas tengan la voz y el lugar que les corresponde y que los representantes del pueblo no tengan sangre en sus manos.

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