«El primer anuncio es irrenunciable para los laicos»
Hombres y mujeres de cualquier edad, jóvenes y padres de familia, profesionales, gente normal del barrio… hablando de Cristo con valentía y sin complejos, en la universidad, en la oficina, en los bares, en casa… Este es el sueño al que se dirige el Congreso Nacional de Laicos que va a tener lugar en febrero en Madrid, y que tiene entre sus temas principales el primer anuncio del Evangelio por parte de los seglares
La evangelización no es algo de curas ni de obispos. Al menos, no solamente. «La evangelización es la razón de ser de la Iglesia, de todos, también de los laicos. Hemos de presentar a Cristo y proponer un encuentro personal con Él, y para eso hacen falta los laicos. Es verdad que los no creyentes no se van a encontrar normalmente con un sacerdote, pero la razón principal no es de mera logística: la evangelización es una misión que tenemos todos los bautizados. Somos todos los que tenemos que anunciarles que “Dios te ama, Él vive, Cristo te salva”»: lo dice Anna Almuni, delegada de Formación y Acompañamiento del Laicado de Barcelona, y responsable de la subcomisión de Primer Anuncio del Congreso Nacional de Laicos que la Conferencia Episcopal España está organizando del 14 al 16 de febrero en Madrid.
En el congreso se aterrizará el modo de hacer el primer anuncio en diferentes contextos de la vida corriente. Se hablará, por ejemplo, de cómo evangelizar a los padres de niños de Primera Comunión, a los novios, a los asistentes a bodas y funerales, a los jóvenes y a las familias, a los alumnos y padres de colegios, a las personas en situaciones límite –refugiados, presos, enfermos, víctimas de adicciones–; y se abordará también como aprovechar la religiosidad popular, las iniciativas culturales y las nuevas tecnologías.
«Al hablar de primer anuncio tenemos que tener en cuenta que hay tres tipos de destinatarios –matiza Anna–: el que nunca se ha acercado a la fe, el que se acercó y se alejó, y el cristiano que va a Misa pero que vive su fe de manera rutinaria, porque hay cristianos dentro de la parroquia que están con el punto muerto, y al final ese coche se para».
Hacia todos ellos, el laico normal y corriente, de parroquia y de su comunidad, se ha de dirigir no solo dando un testimonio de vida, sino algo más: «No hay evangelización auténtica sin proclamación explícita de Jesús, es una dimensión esencial de nuestra fe», explica Anna, que considera que entre los laicos la sensibilidad hacia la evangelización está cambiando. Si antes la gente se quejaba de que las iglesias están vacías, «ahora cada vez hay más conciencia de que algo tenemos que hacer, jóvenes, padres de familia… Quizá todavía sean pocos pero están muy concienciados». El desafío ahora está en que las comunidades y las parroquias «preparen a la gente para el primer anuncio. Hay que descubrir los carismas en las comunidades y potenciarlos. Yo creo que la Iglesia en España está trabajando en esta línea. Esto tiene futuro, aunque ahora mismo no lo veamos en su esplendor».
Hablando con libertad
El terreno al que se dirige esta nueva evangelización en nuestro país está muy modelado por la secularización que hemos sufrido en las últimas décadas, pero «cada vez hay menos gente con el colmillo retorcido, y también cada vez más gente se siente libre para hablar abiertamente de su fe. La diversidad cultural y religiosa, este mundo tan plural en el que cada uno es libre de manifestarse como quiera, nos está ayudando. Muchos laicos tienen clara su fe y no la ocultan; saben que tienen que dar un testimonio ejemplar en su trabajo y en casa, pero también son conscientes de que tienen que dar un anuncio explícito de Jesús. No sé si este panorama es mejor o peor, pero lo que sí sé es que hay que evangelizar, esté la sociedad como esté. El primer anuncio es irrenunciable para los laicos».
¿Qué papel juegan en este panorama los sacerdotes? Algunos solo se preocupan de la vida sacramental y se desentienden de la evangelización, otros sin embargo son más conscientes. «Si un sacerdote no tiene clara la necesidad de evangelizar, allá él –dice Anna Almuni–, pero eso no es excusa. Los laicos no podemos ser francotiradores, tenemos que articularnos. La Iglesia no es una comunidad de párrocos, sino una comunidad de comunidades, y si en una parroquia cambia el párroco la parroquia debe salir adelante. No podemos caer en una Iglesia clerical. Ya estamos trabajando en cómo coordinarnos después del congreso de febrero. Cada vez está más claro que es el momento de los laicos».