El Papa reza por los niños de la guerra, «que viven bajo las bombas y no tienen qué comer»
Francisco ha pedido «construir puentes a través de la amistad con hermanos y hermanas de diferentes tradiciones, grupos étnicos y religiones»
A pesar de sus 85 años, el Papa ha tenido este miércoles una doble audiencia. A primera hora, en la basílica de San Pedro, con los niños —dos mil alumnos del Instituto La Zolla— y, seguidamente, con los mayores, en el Aula Pablo VI, donde ha reflexionado de nuevo sobre la vejez. Pequeños y ancianos. Es como si Francisco quisiera escenificar ese diálogo entre generaciones que viene impulsando desde hace semanas.
El discurso a los chicos se ha centrado en dos palabras. La primera de ellas, compartir. «Es necesario trabajar en equipo, crecer no solo en conocimientos, sino también en forjar vínculos para construir una sociedad más solidaria e inclusiva, y fraternal. Porque la paz, que tanto necesitamos, se construye de la mano del compartir», ha dicho el Pontífice.
Antes de centrarse en la segunda —acoger—, el Santo Padre ha denunciado las barreras «que el mundo actual pone entre las personas» y que desembocan en «la exclusión y el rechazo». De forma concreta, ha advertido contra las barreras entre «Estados, entre grupos sociales, pero también entre personas. Y a menudo incluso el teléfono, al que no dejas de mirar, se convierte en una frontera que te aísla en un mundo que tienes al alcance de la mano». Frente a todo ello, el Papa ha pedido «construir puentes a través de la amistad con hermanos y hermanas de diferentes tradiciones, grupos étnicos y religiones. Solo así construiremos, con la ayuda de Dios, un futuro de paz y esperanza».
Niños que huyen de las bombas
Después de este breve discurso, Francisco ha soltado los papeles y ha pedido a todos los presentes que piensen «en los muchos niños, niñas, que están en guerra, que hoy están sufriendo en Ucrania. Ellos son como nosotros, como ustedes. Seis, siete, diez, catorce años». Pero vosotros tenéis «un futuro por delante, la seguridad social de crecer en una sociedad en paz» y, «en cambio, estos pequeños, incluso pequeñísimos, tienen que huir de las bombas, están sufriendo, mucho, con ese frío que hace allí».
Por todo ello, el Pontífice ha elevado una oración en voz alta, que ha pedido que los niños repitan en silencio en su corazón: «Señor Jesús, te pido por los niños y las niñas, los chicos y chicas que están viviendo bajo las bombas, que ven esta terrible guerra, que no tienen nada que comer, que tienen que huir, dejándolo todo en casa… Señor Jesús, mira a estos niños, a estos niños, protégelos, son las víctimas de la soberbia de nosotros, los adultos. Señor Jesús, bendice a estos niños y protégelos. Juntos rezamos a la Virgen para que los proteja. Y así, en silencio, de pie, recibimos la bendición del Señor».
La vejez frente a la corrupción
Tras el encuentro con los niños el Santo Padre se ha dirigido al Aula Pablo VI para la catequesis de la audiencia general de los miércoles, que está dedicando últimamente a reflexionar sobre la vejez, a encumbrarla. Y es que frente a los profetas de calamidades, el Papa insta a volver a fijar la mirada en los ancianos como lo hizo el mismo Dios. «Cuando se trata de poner a salvo de la corrupción y del diluvio la vida de la tierra, Dios encomienda el trabajo a la fidelidad del más anciano de todos, el justo Noé. ¿La vejez salvará el mundo? ¿En qué sentido? ¿Y cómo? ¿Y cuál es el horizonte? ¿La vida más allá de la muerte o solamente la supervivencia hasta el diluvio?», ha preguntado retóricamente Bergoglio.
«Nuestra fantasía parece cada vez más concentrada en la representación de una catástrofe final que nos extinguirá. Una eventual guerra atómica». «Parece que el símbolo del diluvio esté ganando terreno en nuestro inconsciente». Muchas veces, sin embargo, parte de actos sencillos, porque «cuando los seres humanos se limitan a disfrutar de la vida, pierden incluso la percepción de la corrupción, que mortifica la dignidad y envenena el sentido». La despreocupación que se dirige solo al cuidado de sí mismos, ha añadido, «es el pasaje que abre la puerta a la corrupción que hunde la vida de todos. La corrupción obtiene gran ventaja de esta despreocupación que no es buena. Ablanda nuestras defensas, ofusca la conciencia y nos hace involuntariamente cómplices».
Al contrario, «la vejez está en condiciones de captar el engaño de esta normalización de una vida obsesionada por el disfrute y vacía de interioridad», ha subrayado Francisco. «La sensibilidad especial de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Se necesita la sabiduría de los ancianos para luchar contra la corrupción. El sentido de la vejez es ser profetas contra la corrupción». «El mundo necesita de jóvenes fuertes y de viejos sabios», ha concluido el Pontífice.
En la audiencia estuvo presente el equipo de la Ponferradina, que pudo tener un breve encuentro con el Santo Padre con motivo de su centenario. La plantilla se hizo una foto con Francisco y le regalaron una réplica en miniatura de la Virgen de la Encina, patrona de El Bierzo, la camiseta del equipo con el nombre de Francisco y una camiseta del centenario del equipo.