El Papa reconoce las virtudes heroicas de Santiago Masarnau y de Jérôme Lejeune
El descubridor de la trisomía 21 como causa del síndrome de Down está un paso más cerca de los altares. También el laico español Santiago Masarnau, que trajo a nuestro país la Sociedad de San Vicente de Paúl
El científico del que san Juan Pablo II llegó a decir que era la persona más inteligente que había conocido ya está un paso más cerca de los altares. La Congregación para las Causas de los Santos ha promulgado este jueves el decreto mediante el cual se reconocen las virtudes heroicas del genetista francés Jérôme Lejeune, descubridor de que la causa del síndrome de Down es una trisomía en el par 21 de cromosomas.
Como explicaba a Alfa y Omega con motivo del 20º aniversario de su muerte Elena Postigo, secretaria académica de la Cátedra de Bioética de la fundación que lleva su nombre, Lejeune «era un visionario» que, por ejemplo, ya en 1977 hablaba del potencial de la terapia genética. Pero, al mismo tiempo, subrayaba «la necesidad de avanzar con muchísima prudencia».
En 1958, alcanzó renombre internacional y recibió numerosos honores y reconocimientos tanto en su Francia natal como internacionales por revelar que era la presencia de un cromosoma extra en el par 21 la que causaba el síndrome de Down. Tenía solo 32 años, y era la primera vez que se descubría una anomalía así en el hombre.
Amigo de san Juan Pablo II
Sin embargo, no mucho después comprobó con dolor cómo otros proponían utilizar su hallazgo no para mejorar la calidad de vida de las personas con esta discapacidad, sino para eliminarlas antes de nacer. Cuando alzó su voz para impedirlo, «el mundo de la ciencia le empezó a dar de lado» y a retirarle los fondos para que continuara con sus investigaciones, añadía Postigo. De hecho, tuvo que hacer grandes esfuerzos para seguir buscando formas de ayudar a los niños con trisomía. También comenzó a viajar por todo el mundo dando conferencias sobre la dignidad de toda vida humana. Ferviente católico, fue padre de cinco hijos.
En 1974, el Papa Pablo VI lo nombró miembro de la Academia Pontificia de Ciencias. Poco después comenzó una larga amistad con san Juan Pablo II. El Pontífice polaco fue descubriendo, a raíz de esta relación, la necesidad de crear la Academia Pontificia para la Vida, y propuso a Lejeune ponerla en marcha y presidirla.
Hasta el último aliento
Este intentó declinar, amparándose en el cáncer de pulmón que le diagnosticaron poco después. Pero el Papa no quiso nombra a otro, y Lejeune acabó aceptando con las palabras «moriré en comisión de servicio». Mientras recibía tratamiento, trabajaba en un dormitorio-despacho en desarrollar los estatutos de la Academia y seguía investigando y luchando contra las propuestas de legalizar la manipulación genética de embriones vivos.
Murió al amanecer del domingo de Pascua de 1994, al empezar a escucharse las primeras campanas. Había dejado escrito que en su funeral se destinara un lugar especial a «sus niños» con trisomías. Al día siguiente, Le Monde publicó un texto en el que tres mil médicos pedían que se reconociera al embrión como un miembro de la especie humana que no puede ser manipulado.
Fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl en España
Al recibir este jueves en audiencia al cardenal Marcello Semeraro, el Papa Francisco también autorizó que se reconozca un caso de martirio y las virtudes heroicas de otros seis venerables. El primero es Giovanni Fornasini (1915), sacerdote diocesano italiano asesinado por odio a la fe en San Martino di Caprara el 13 de octubre de 1944.
Entre los nuevos venerables, destaca el español Santiago Masarnau Fernández (1805-1882). Este laico nacido en Madrid fue quien trajo a nuestro la Sociedad de San Vicente de Paúl, la asociación cristiana creada en 1833 por un grupo de universitarios entre los que destaca el beato Federico Ozanam. Ante las desigualdades e injusticias sociales de su tiempo, estos jóvenes decidieron actuar en grupo sirviendo a las personas más desfavorecidas como cauce natural de su fe. Masarnau conoció su labor en París, y tomó la iniciativa de crear la primera conferencia en Madrid, en 1849.
El resto de decretos de virtudes heroicas son los de los sacerdotes italianos Michele Arcangelo María Antonio Vinti (1893-1943) y Ruggero Maria Caputo (1907-1980), y el seminarista del mismo país Pasquale Canzii (1914-1930), fallecido con tan solo 15 años; la inglesa Mary Joseph of Jesus (nacida Elisabeth Prout, 1820-1864), fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Santísima Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y la laica italiana Adele Bonolis (1909-1980), fundadora de las Obras de Asistencia y Redención Social.