El Papa reconoce en la vida consagrada el secreto de la «verdadera felicidad»
¿El secreto de la verdadera felicidad? No está hecha de «instantes fugaces», sino de «experiencias de amor consistentes», ha dicho León XIV durante el Jubileo de la Vida Consagrada
«Vivir los votos es abandonarse como niños en los brazos del Padre». Lo ha afirmado el Papa León XIV durante su homilía pronunciada este jueves 9 de octubre durante el Jubileo de la Vida Consagrada, una celebración a la que han acudido gran número de religiosos, monjes, miembros de institutos seculares y hasta eremitas. A todos ellos el Santo Padre los ha llamado a «confiar nuestra vida a esa misericordia de la cual, a través de la profesión religiosa», la vida consagrada «se ha comprometido a ser signo profético».
Durante la homilía, el Pontífice se ha centrado en tres verbos que destacan en el Evangelio del día: pedir, buscar y llamar. «Son actitudes familiares para ustedes, habituados por la práctica de los consejos evangélicos a pedir sin exigir, dóciles a la acción de Dios», ha asegurado el Papa. Y ha añadido: «Pedir, de hecho, es reconocer, en la pobreza, que todo es don del Señor y dar gracias por todo; buscar es abrirse, en la obediencia, a descubrir cada día el camino que debemos seguir para alcanzar la santidad, según los designios de Dios; llamar es pedir y ofrecer a los hermanos los dones recibidos con corazón puro, esforzándose en amar a todos con respeto y gratuidad».
El Pontífice también ha recomendado a los religiosos mirar hacia su propia existencia y recordar todo aquello que el Señor ha realizado «para multiplicar los talentos, para acrecentar y purificar la fe, para hacer más generosa y libre la caridad». Algo que a veces ha ocurrido en «circunstancias alegres» y que en otras ocasiones ha transcurrido «por caminos más difíciles de entender, tal vez a través del crisol misterioso del sufrimiento». Pero «siempre, sin embargo, en el abrazo de esa bondad paternal que caracteriza su actuar en nosotros».
Segunda reflexión
Como segunda reflexión, el Papa ha asegurado que «para nosotros, el Señor lo es todo». Ante esta realidad, «la Iglesia les confía la tarea de ser, con su despojarse de todo, testigos vivos del primado de Dios en su existencia, también ayudando lo más que puedan a los demás hermanos y hermanas que encontrarán para cultivar su amistad con Él»
Los religiosos también son ejemplo, con su vida consagrada, de la «verdadera felicidad», que no está hecha de «instantes fugaces, de relaciones superficiales e intermitentes», sino de «experiencias de amor consistentes, duraderas, sólidas». De esta forma, León XIV ha asemejado a los presentes con esos «árboles exuberantes de los que hemos cantado en el salmo», que «pueden difundir en el mundo el oxígeno de ese modo de amar».

Orientados a la eternidad
Por último, el Papa ha pedido a los miembros de la vida consagrada que estén «orientados hacia la eternidad». Se trata de «una invitación a que extiendan el “pedir”, el “buscar” y el “llamar” de la oración y de la vida al horizonte eterno que transciende las realidades de este mundo, para orientarlas hacia el “domingo sin ocaso en el que la humanidad entrará en tu descanso”».
Al final de su homilía, León XIV ha recordado unas palabras de san Pablo VI, en las que el Papa Montini pedía «conservad la sencillez de los más pequeños del Evangelio. Sabed encontrarla en el íntimo y más cordial trato con Cristo o en el contacto directo con vuestros hermanos. No busquéis entrar a formar parte de aquellos “sabios y prudentes”, […] para quienes tales secretos están escondidos. Sed verdaderamente pobres, mansos, hambrientos de santidad, misericordiosos, puros de corazón; sed de aquellos, gracias a los cuales el mundo conocerá la paz de Dios».