El Papa: «Recemos por la paz. Necesitamos tanto la paz»
Francisco ha recordado que María, la Madre de Dios, es un instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación que «nos impulsa a decirle también nuestro “sí”, cada vez que nos enfrentemos a una obediencia que cumplir o a una prueba que superar»
Como ya es habitual, el Papa ha aprovechado la audiencia general de este miércoles para hacer un llamamiento para que cesen los conflictos en el mundo. Así ha pedido oraciones por «la atormentada Ucrania» que «sufre» y ha pedido a los fieles que no se olviden de Palestina, Israel, Myanmar y «tantas otras naciones en guerra». Tras recorrer la plaza de San Pedro con el papamóvil, Francisco ha retomado el ciclo de catequesis sobre «El Espíritu y la Esposa»: El Espíritu Santo que guía al pueblo de Dios «hacia Jesús, nuestra esperanza» y, en concreto, en el tema Una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo: María y el Espíritu Santo.
Francisco ha recordado que María, la Madre de Dios es un instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación que «nos impulsa a decirle también nuestro “sí”, cada vez que nos enfrentemos a una obediencia que cumplir o a una prueba que superar». En este sentido, ha señalado que, en medio del maremágnum de escritos teologales sobre Dios, la Iglesia y la santidad, que muy pocos son capaces de leer y comprender en su totalidad, la Virgen María propone dos conceptos sencillos, pueden pronunciar en cualquier ocasión: «Heme aquí y fiat». De este modo, ha reivindicado la piedad mariana como uno de los «principales medios por los que el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia». Hoy en día, los teólogos católicos tienden a dar un significado «nuevo y más justo al dicho tradicional Ad Iesum per Mariam, es decir, “a Jesús por María”. El verdadero y único mediador entre nosotros y Cristo, señalado como tal por el propio Jesús, es el Espíritu Santo. María es uno de los medios que el Espíritu Santo utiliza para llevarnos a Jesús».
Francisco también se ha referido a san Pablo, que definió a la comunidad cristiana como «una carta de Cristo compuesta por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones humanos». Así María también se convierte «en una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo» que puede ser comprendida y leída por todos los hombres, incluso por aquellos que no saben leer libros de teología. Esos «pequeños», —ha destacado el Papa— a los que Jesús «dice que se revelan los misterios del Reino, ocultos a los sabios».
Ahora mismo, la Iglesia se encuentra en la situación en la que «estaba la comunidad cristiana tras la Ascensión de Jesús a los cielos. Debe predicar el Evangelio a todas las naciones, pero está esperando el “poder de lo alto” para poder hacerlo», ha explicado el Santo Padre. Por ello, el tema del Espíritu Santo y su relación con María es clave. Existe entre ellos «un vínculo único y eternamente indestructible que es la persona misma de Cristo. La Virgen María, por tanto, es efectivamente la esposa del Espíritu Santo “pero es, ante todo, la discípula del Espíritu Santo”».