El Papa: «No nos avergoncemos de sufrir y llorar por la guerra»
Asistió a la proyección de un documental en el Vaticano junto a refugiados ucranianos. Le entregaron una pulsera hecha en la malograda acería Azovstal de Mariúpol
Ha sido una de las pocas ocasiones en las que el Papa se ha sentado delante de una pantalla de cine. Este viernes asistió a la proyección del documental Freedom on fire: Ukraine’s fight for freedom, del director Evgeny Afineevsky, que también estaba presente. La película, que recoge los primeros compases de la invasión, se estrenó en la sección oficial del Festival de Venecia de 2022 cosechando buenas críticas.
El cineasta ya realizó en 2015 otro documental titulado Winter on fire: Ukraine’s fight for freedom, en el que recogía la revuelta ciudadana del Euromaidán que puso punto final al Gobierno prorruso del presidente Víktor Yanukóvich.
Como uno más, Francisco se mezcló entre las butacas del Aula Nueva del Sínodo junto a unos 250 asistentes. La mayoría de ellos eran voluntarios, personas necesitadas, refugiados ucranianos y miembros de la comunidad ucraniana en Roma, entre ellos algunos niños. Muchos han sido o son asistidos por el Dicasterio para la Caridad, que preside el cardenal Krajewski y quien también estaba entre el público.
Francisco, que acudió al evento organizado por Krajewski con motivo del primer aniversario de la invasión de Ucrania a cargo de Rusia, había publicado horas antes un tuit en el que advertía de que una victoria contruida sobre ruinas nunca podría ser una victoria y lanzaba una pregunta: «¿Se ha hecho todo lo posible por parar esta guerra?».
Tras el documental, el Santo Padre dirigió unas breves palabras en las que explicó que Dios quiso que el ser humano habitara la Tierra para hacerla florecer y, por eso, el espíritu de la guerra produce el efecto contrario, porque supone la destrucción de todo y de todos.
«Miremos a Ucrania y recemos por Ucrania. Abramos nuestro corazón al dolor. No nos avergoncemos de sufrir y de llorar, porque una guerra supone destrucción. Que Dios nos haga comprender esto», dijo. Después invitó a todos los asistentes a rezar a Dios, invocando su mirada sobre «nuestras miserias, nuestras heridas, nuestro egoísmo, nuestros intereses bajos y la capacidad que tenemos para destruirnos». «Siembra en nosotros la semilla de la paz», concluyó.
En privado, en una sala aledaña, recibió a la madre de uno de los soldados que resistió el asedio ruso en la planta Azovstal en Mariúpol. Le entregaron una bandera ucraniana y una pulsera hecha con el metal de la malograda acería.