El Papa denuncia el abandono de los enfermos en las guerras y en las sociedades del bienestar - Alfa y Omega

El Papa denuncia el abandono de los enfermos en las guerras y en las sociedades del bienestar

En su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo Francisco emplaza a familiares y médicos a acompañar la enfermedad con «una cercanía llena de compasión y de ternura»

Redacción
El Papa Francisco bendice a un niño enfermo, al finalizar la audiencia general, en la plaza de San Pedro del Vaticano, el 15 de marzo de 2023
El Papa Francisco bendice a un niño enfermo, al finalizar la audiencia general, en la plaza de San Pedro del Vaticano, el 15 de marzo de 2023. Foto: CNS.

El Papa ha propuesto, de cara a la Jornada Mundial del Enfermo, «cuidar al enfermo cuidando las relaciones». Así se refleja en su mensaje para esta cita, que tendrá lugar el 11 de febrero. El texto, divulgado en la mañana de este sábado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se inspira en el pasaje del Génesis en el que Dios crea a Adán y Eva y lleva como título No conviene que el hombre esté solo.

En su mensaje, Francisco habla del trato con los demás como un factor decisivo para la salud. «Desde el principio, Dios, que es amor, creó el ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión relacional», señala. Frente a esto, advierte de que «la experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana». Y añade que «lo es aún más en tiempos de fragilidad, incertidumbre e inseguridad, provocadas, muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave».

El Pontífice recuerda la tristeza y las dificultades añadidas para recuperarse de «cuantos estuvieron terriblemente solos durante la pandemia de COVID 19; en los pacientes que no podía recibir visitas». Agradece su sacrificio a «los enfermeros, médicos y personal de apoyo, sobrecargados de trabajo y encerrados en las salas de aislamiento». Y pide no olvidar a «quienes debieron afrontar solos la hora de la muerte, solo asistidos por el personal sanitario, pero lejos de sus propias familias».

El Santo Padre condena por otro lado «la condición de sufrimiento y soledad de quienes, a causa de la guerra y sus trágicas consecuencias, se encuentran sin apoyo y sin asistencia». En este sentido, califica los conflictos armados como «la más terrible de las enfermedades sociales», en la que «son las personas más frágiles las que pagan el precio más alto».

Pero por otro lado denuncia la paradoja de que también «en los países que gozan de paz y cuentan con mayores recursos, el tiempo de la vejez y de la enfermedad se vive a menudo en la soledad y, a veces, incluso en el abandono». Achaca esta disfuncionalidad «sobre todo a la cultura del individualismo, que exalta el rendimiento a toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo».

Citando su encíclica Fratelli tutti, en la que define la «cultura del descarte», el Papa lamenta que «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—». Además denuncia que «esta lógica también prevalece en determinadas opciones políticas, que no son capaces de poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades». Como ya ha hecho en otras ocasiones, el Papa pide una aproximación integral a la salud y «una alianza terapéutica entre médico paciente y familiares».

En su mensaje, Francisco recuerda también que «la herida mortal del pecado» puede llevar también a las personas a la soledad porque genera «recelos, fracturas, divisiones y, por tanto, aislamiento». «Ese aislamiento nos hace perder el sentido de la existencia, nos roba la alegría del amor y nos hace experimentar una opresiva sensación de soledad en todas las etapas cruciales de la vida», aclara.

Para evitar vivir en esa tristeza, propone vivir y acompañar la enfermedad con «una cercanía llena de compasión y de ternura». Y pide fijarse «en la imagen del buen samaritano», en «su capacidad para aminorar el paso y hacerse prójimo» y en «la actitud de ternura con que alivia las heridas del hermano que sufre».