El Papa pide «respeto por cada etnia» en Myanmar
En su viaje a la antigua Birmania, Francisco ha optado por la diplomacia y los encuentros a puerta cerrada para defender a los rohinyá. El mensaje, sin embargo, ha quedado claro
Solo el tiempo mostrará el verdadero significado de la visita del Papa a Myanmar. Hasta su despedida del país este jueves será difícil, incluso, valorar qué sabor de boca deja la primera parte del 21 viaje apostólico del Pontífice argentino. Sí se puede afirmar, sin embargo, que Francisco ha intentado sembrar en un terreno no muy receptivo. Si algo ha caracterizado al programa de este viaje, ha sido la escasez de actos, el tono eminentemente institucional de los mismos, y el protagonismo que han tenido los encuentros a puerta cerrada, algunos fuera de agenda.
Encuentro con refugiados
Francisco no necesitó ninguna alusión explícita a esta etnia para dejar claro su mensaje: «El futuro de Myanmar debe ser una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad» y en un orden democrático «que permita a cada individuo y a cada grupo –sin excluir a nadie– ofrecer su contribución legítima al bien común». Este apoyo se mostrará de forma palpable el viernes cuando, ya en Bangladés, Francisco se reúna con un grupo de refugiados rohinyá.
En un centro de convenciones en el que se veían bastantes asientos vacíos y que recibió las palabras del Papa con un aplauso simplemente cortés Francisco valoró, por otro lado, el «compromiso de esta nación para continuar buscando el diálogo y la cooperación», reconstruir el tejido civil y restaurar la paz. Sin ignorar las dificultades, sus palabras ratificaban el espaldarazo de la Iglesia a la transición democrática birmana; un impulso que su sola presencia en el país, apenas seis meses después del establecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa Sede, ya buscaba transmitir.
En el momento de este encuentro, ya se sabía que lo primero que había hecho el Papa al llegar a Myanmar el lunes había sido reunirse con el general Min Aung Hlaing, comandante jefe de las Fuerzas Armadas Birmanas y, por tanto, último responsable de la persecución a los rohinyá. Al cierre de esta edición, solo había trascendido que en dicha reunión se trató «la responsabilidad de las autoridades en esta época de transición».
El encuentro había sido sugerido por el arzobispo de Yangon, cardenal Charles Maung Bo, aunque en un principio estaba previsto para el jueves. El principal líder católico del país fue también el responsable de otro de los cambios en la agenda del Papa: una cita el martes a primera hora con los líderes religiosos del país y luego, por separado, con el líder budista Sitagou Sayadaw, al margen de la reunión con el órgano rector de los monjes budistas prevista para el miércoles. Frente a «una tendencia mundial hacia la uniformidad, a hacer todo igual», el Papa subrayó ante los líderes religiosos que «la paz se construye en el coro de las diferencias. Debemos entender la riqueza de nuestras diferencias –étnicas, religiosas, populares–, y desde ellas se da el diálogo».
El diálogo con la jerarquía budista cobra una importancia especial en esta visita, puesto que la persecución de los rohinyá se basa en la mezcla de esta religión con el nacionalismo birmano, con monjes radicales que azuzan a la población en contra de los musulmanes.