El Papa pide «gestos audaces» en el ecumenismo, sin «absolutizar costumbres no esenciales»
A los católicos reunidos en el estadio GSP, Francisco les ha pedido ser «cristianos luminosos que toquen con ternura las cegueras de los hermanos»
El Papa Francisco ha alabado este viernes a las comunidades católicas de Chipre porque «viven el presente con esperanza», están «abiertas al futuro y comparten este horizonte con los más necesitados». En esta isla del Mediterráneo, «estoy respirando un poco de esa atmósfera típica de Tierra Santa, donde la antigüedad y la variedad de las tradiciones cristianas enriquecen al peregrino».
Así se ha despedido de los cerca de 10.000 fieles, de diversas nacionalidades pero residentes en Chipre, que llenaban una de las gradas del estadio GSP para la Misa. A ellos les ha dicho que «se necesitan cristianos iluminados, pero sobre todo luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos». También ha subrayado que «el signo elocuente de la vida cristiana, el rasgo distintivo del espíritu eclesial», es «pensar, hablar y actuar como un “nosotros”, saliendo del individualismo y de la pretensión de autosuficiencia».
En la memoria de san Francisco Javier, Francisco ha aprovechado el Evangelio de la curación de dos ciegos para desgranar tres aspectos útiles para el Adviento. El primero es acudir a Jesús. Aunque no veían con los ojos, los dos invidentes «sin embargo, ven lo más importante: reconocen a Jesús como el Mesías que ha venido al mundo». Y se fían de Él «porque perciben que, en la oscuridad de la historia, Él es la luz que ilumina las noches del corazón y del mundo».
Sin embargo, ha continuado, los creyentes con frecuencia nos resistimos a buscar a Jesús porque «muchas veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos» y autocompadecernos. Por ello ha invitado a que cada uno se pregunte si en la oscuridad «sigo a Jesús, lo persigo, le grito mis necesidades».
Divididos no se cura la ceguera
En segundo lugar, el Papa ha invitado a «compartir las heridas». Los dos ciegos «comparten el dolor por su condición, juntos desean una luz» y piden a Cristo que tenga «piedad de nosotros». Tanto ante las oscuridades personales como ante «los desafíos que se nos presentan en la Iglesia y en la sociedad», ha advertido el Santo Padre, «si permanecemos divididos», pensando solo en nosotros o en nuestro grupo; «si no nos juntamos, si no caminamos unidos, no podremos curar la ceguera plenamente».
Esto resulta especialmente significativo porque esta ceguera está relacionada con el pecado, que «distorsiona la realidad, nos hace ver a Dios como el amo y a los otros como problemas». Además, la tristeza «anida bien en la soledad». Por eso, «no se puede afrontar la oscuridad estando solos», porque «nos vemos abrumados».
Testimonio alegre
Por último, el Santo Padre invitó a «anunciar el Evangelio con alegría» después de haber sido sanados. Aunque Jesús les había pedido que no se lo contaran a nadie, los que habían sido ciegos «simplemente no lograron contener el entusiasmo». Esta alegría es «un signo distintivo del cristiano». Libera «del riesgo de una fe intimista, distante y quejumbrosa e introduce en el dinamismo del testimonio».
Este «anuncio liberador del Evangelio» no es proselitismo, «sino testimonio; no es moralismo que juzga, sino misericordia que abraza»; amor vivido, en vez de «culto exterior». Por eso agradeció a los presentes que lo vivan de esta forma, y les animó a seguir así, a salir a «a iluminar la noche que a menudo nos rodea».
La mediación de Benedicto
A primera hora de la mañana, el Obispo de Roma se reunió a puerta cerrada con el arzobispo mayor de la Iglesia ortodoxa de Chipre, Crisóstomo II, antes de encontrarse con el Santo Sínodo. A los miembros del máximo órgano de decisión de una iglesia ortodoxa, reunidos en su catedral de San Bernabé, de Nicosia, les pidió dejar de lado las diferencias para poder trabajar en favor de la educación y la caridad.
Crisóstomo II pidió a Francisco que medie con Turquía para que se protega su cultura «brutalmente violentada». Y ha revelado que, en el marco de su visita a Chipre en 2010, Benedicto XVI logró, mediando a través de Alemania, que Turquía devolviera 500 objetos religiosos expoliados tras la invasión de 1974, «peor que la de los bárbaros de Atila».
«No nos dejemos paralizar por el temor de abrirnos y de realizar gestos audaces», exhortó por su parte el Pontífice, asumiendo que las diferencias son «irreconciliables». Si se dejan de lado «teorías abstractas» y se trabaja juntos, «en la caridad, en la educación y en la promoción de la dignidad humana», este mismo trabajo compartido «acrecentará la concordia y se mostrará fecundo» aunque cada uno mantenga sus modos y estilos.
Tradición y tradiciones
Sentado junto con el resto de los representantes del Sínodo, Francisco subrayó que «para revitalizarnos en la comunión y en la misión hemos de tener la valentía de despojarnos de aquello que, aun siendo valioso, es terrenal, para favorecer la plenitud de la unidad». Matizó que no se refería a lo que es sagrado, «sino al riesgo de absolutizar ciertos usos y costumbres que no son esenciales».
En este sentido, alertó del riesgo de que «las tradiciones en plural y con la ‘t’ minúscula tiendan a prevalecer sobre la Tradición en singular y con la ‘t’ mayúscula». Previno asimismo frente a las «falsedades y engaños» y a los «no pocos prejuicios hostiles» sobre los demás, fruto de informaciones «deficientes y distorsionadas» a lo largo de la historia.