El Papa pide dirigir «la utopía de los jóvenes hacia Cristo»
Prescindió del mensaje que tenía escrito e improvisó un discurso en el que explicó los problemas de los jóvenes en Iberoamérica: falta de esperanza, drogas, desconexión generacional, ausencia de buenos hábitos… Ante la Comisión Pontificia para América Latina, el Papa reclamó que la transmisión de la fe ayude a los jóvenes a tener memoria del pasado, a discernir el presente y a proyectar un futuro de utopías, sin repetir errores de décadas pasadas
«La primera pauta de la educación es que educar no es solamente transmitir conocimientos, contenidos, sino que implica otras dimensiones. Transmitir contenidos, hábitos y valoraciones, los tres juntos». Así se lo recordó el Papa Francisco a los miembros de la Comisión Pontificia para América Latina, que se habían reunido en Roma para abordar la situación de los jóvenes de los países centro y sudamericanos, con el lema Transmisión de la fe, emergencia educativa.
Aunque había previsto un discurso escrito, el Santo Padre prefirió improvisar un mensaje, en el que explicó que abordar la transmisión de la fe en Cristo como una emergencia educativa, «crea una visión antropológica de la evangelización», que no sólo aborda las creencias cristianas, sino también ámbitos humanos como la adquisición de buenos hábitos y los proyectos de futuro de los jóvenes. Así, el Pontífice aseguró que, «para poder transmitir la fe, hay que crear el hábito de una conducta, hay que crear la recepción de valores que la preparen y la hagan crecer, y hay que dar contenidos básicos». Porque, «si solamente queremos transmitir la fe con contenidos, será una cosa superficial o ideológica, que no va a tener raíces. La transmisión tiene que ser de contenidos con valores, valoraciones y hábitos de conducta». Algo similar a «los antiguos propósitos de nuestros confesores cuando éramos chicos: Bueno, en esta semana vos hacé esto, esto y esto…, y nos iban creando un hábito de conducta», ejemplificó el Papa.
Uno de los puntos en los que más enfatizó fue el de la pérdida de esperanza entre los jóvenes. Por eso, la Iglesia debe ser maestra en «el buen manejo de la utopía», que trace horizontes de esperanza, sin caer en el utopismo político de épocas pasadas: «Nosotros, en América Latina, hemos tenido la experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía y, en algunos lugares, en algún momento, nos desbordó. Al menos en el caso de Argentina, ¡cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de los años 70! Saber conducir la utopía, y ayudar a crecer la utopía de un joven es una riqueza. Un joven sin utopías es un viejo adelantado». Y afirmó que la Iglesia debe cuestionarse: «¿Cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo?».
No obstante, el Papa no pidió educar a soñadores ilusos, sino a jóvenes centrados en Dios: «Una utopía en un joven crece bien si está acompañada de memoria y discernimiento. La utopía mira al futuro, la memoria mira al pasado, y el presente se discierne». Para ello, propuso fomentar «el encuentro de jóvenes con los abuelos», como el que «ha conservado la fe en los países del Este, durante la época comunista»; y ser «maestros de discernimiento, consejeros espirituales», para lo cual «es importante el apostolado cuerpo a cuerpo: el discernimiento del presente no se puede hacer sin un buen confesor o un buen director espiritual», que pase «horas y horas escuchando a los jóvenes».
Además, el Papa denunció una cultura del descarte que lleva a los jóvenes al paro, y «todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta generación». Y concluyó: «A los jóvenes, que están desencantados, hay que darles fe y esperanza».