El Papa pide a los sacerdotes que no hagan «juicios despectivos sobre los que no creen» - Alfa y Omega

El Papa pide a los sacerdotes que no hagan «juicios despectivos sobre los que no creen»

En la Misa Crismal, con la que se abre el Triduo Pascual de la Semana Santa, el Papa ha instado a los sacerdotes a liberarse de egoísmos y ambiciones y a llorar por los demás

Victoria Isabel Cardiel C.
Alrededor de 2.000 sacerdotes han concelebrado en la Misa Crismal de este 2024 en San Pedro
Alrededor de 2.000 sacerdotes han concelebrado en la Misa Crismal de este 2024 en San Pedro. Foto: CNS / Lola Gómez.

En la Misa de Jueves Santo los sacerdotes renuevan ante el obispo las promesas que hicieron el día de su ordenación. Se llama Misa Crismal porque incluye la bendición de los santos óleos que servirán a lo largo del año para impartir los sacramentos de la Confirmación, la Unción de los Enfermos y el Orden Sacerdotal. El Papa la ha celebrado en la basílica de San Pedro, ante cerca de 1.800 sacerdotes que renovarán sus promesas ante su obispo, Francisco. Ante ellos ha asegurado: «A nosotros, sus pastores, el Señor no nos pide juicios despectivos sobre los que no creen, sino amor y lágrimas por los que están alejados».

El Pontífice ha señalado de este modo que en una sociedad cada vez más secularizada el riesgo de la Iglesia es «perder el entusiasmo» y encerrarse «en la queja», haciendo prevalecer «la magnitud de los problemas» sobre la inmensidad de Dios.

En su homilía —que suele ser una de las más largas de las que pronuncia el Papa en sus celebraciones— ha propuesto a los sacerdotes una reflexión sobre la compunción, que ha definido como «un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo» y hace «brotar lágrimas de arrepentimiento». El Pontífice lo ha diferenciado del «sentimiento de culpa» o «del escrúpulo que paraliza».

Además, ha constatado que los sacerdotes viven hoy «situaciones difíciles», pero les ha pedido que «al entrar en contacto con un corazón» no se queden en la «determinación en la polémica, sino en la perseverancia en la misericordia». Y ha asegurado: «¡Cuánto necesitamos liberarnos de resistencias y recriminaciones, de egoísmos y ambiciones, de rigorismos e insatisfacciones, para encomendarnos e interceder ante Dios, encontrando en Él una paz que salva de cualquier tempestad!».

Francisco ha señalado en su homilía —que ha leído en voz alta sin dificultad— que, en la vida espiritual, «quien no llora retrocede, envejece por dentro, mientras que quien alcanza una oración más sencilla e íntima, hecha de adoración y conmoción ante Dios, madura. Se liga menos a sí mismo y cada vez más a Cristo y se hace pobre de espíritu. De ese modo se siente más cercano a los pobres, los predilectos de Dios».

Asimismo, Francisco ha ofrecido dos consejos a los curas: «No mirar la vida y la llamada en una perspectiva de eficacia y de inmediatez, ligada solo al hoy y a sus urgencias y expectativas, sino en el conjunto del pasado y del futuro» y «redescubrir la necesidad de dedicarnos a una oración que no sea de compromiso y funcional, sino gratuita, serena y prolongada».

Del mismo modo, ha señalado que no se trata de «sentir lástima» de uno mismo cuando se está «desilusionado» o «preocupado» ante las «expectativas frustradas» o «por la falta de comprensión por parte de los demás, tal vez hermanos de comunidad o superiores».

Por ello, ha dejado claro que tener lágrimas de compunción es «arrepentirse seriamente de haber entristecido a Dios con el pecado; es reconocer estar siempre en deuda y no ser nunca acreedores». Para el Papa —que ha definido la compunción como «el antídoto contra la esclerosis del corazón»— esto «requiere esfuerzo, pero restituye la paz».

«El corazón sin arrepentimiento ni llanto se vuelve rígido. Primero se afianza en sus rutinas, después es intolerante con los problemas y las personas le son indiferentes, luego se torna frío y casi impasible, como envuelto en una coraza inquebrantable, y finalmente se vuelve un corazón de piedra. Pero, como una gota excava la piedra, así las lágrimas excavan lentamente los corazones endurecidos. Se asiste de esta manera al milagro de la tristeza que lleva a la dulzura», ha concluido.

Los presbíteros presentes, más de 2.000 entre curas, obispos y cardenales, durante esta celebración, han renovado sus promesas sacerdotales ante el obispo de Roma y el Pontífice ha consagrado el crisma y bendecido los óleos como marca la tradición.