El Papa llama a los ancianos a ser coherentes con la fe hasta el final: «Los jóvenes nos miran»
«Un anciano que ha vivido en la coherencia de la fe toda la vida» y la traiciona al final, «condena» a los jóvenes «a pensar que toda la fe haya sido una ficción, una cubierta exterior que se puede abandonar», ha advertido Francisco durante la audiencia
A pesar de que el Papa tuvo que recibir ayer infiltraciones por sus dolores de rodilla, no ha querido suspender esa cita que tiene los miércoles con una multitud de fieles en la plaza de San Pedro, a los que en las últimas semanas les está hablando de la vejez, particularmente en su relación con la juventud. «No puedo pasar a saludarles y me disculpo por tener que saludarles sentado. Es una cosa momentánea y espero que pase pronto y pueda pasearme entre vosotros para saludarles», dijo al final de la audiencia. Francisco se refería al saludo breve que solía hacer al final de la audiencia a algunas personas que se encontraban en las primeras filas de la plaza. Lo que sí pudo hacer al comienzo de la audiencia fue recorrer los pasillos en papamóvil saludando a los presentes.
Una vez que se pudo sentar, el Pontífice utilizó al personaje bíblico Eleazar como hilo conductor de su reflexión durante la catequesis. «Su figura nos entrega un testimonio de la relación especial que existe entre la fidelidad de la vejez y el honor de la fe», dijo en un primer momento.
De forma resumida, la historia de Eleazar es la siguiente: El rey decreta que los judíos deben comer carne sacrificada a los ídolos. A Eleazar le aconsejan que simule que la come para salvar la vida –«hipocresía religiosa y clerical, que hay tanta», ha criticado el Santo Padre–, pero él se niega, porque «deshonrar la fe en la vejez, para ganar unos cuantos días, no es comparable con la herencia que esta debe dejar a los jóvenes durante enteras generaciones futuras».
Según Francisco, «un anciano que ha vivido en la coherencia de la propia fe durante toda la vida, y ahora se adapta a fingir el repudio, condena a la nueva generación a pensar que toda la fe haya sido una ficción, una cubierta exterior que se puede abandonar pensando que se puede conservar en la propia intimidad». Y esta «banalización exterior» tiene un «efecto devastador para la interioridad de los jóvenes». Podría hacerles creer «que la fe no tiene ninguna relación real con la vida» y que tan solo es «un conjunto de comportamientos que, si es necesario, pueden ser simulados o disimulados».
Por último, el Pontífice ha denunciado que en muchas ocasiones «la práctica de la fe sufre una representación negativa», «una marginación oculta», y «es considerada como una exterioridad inútil e incluso nociva, como un residuo anticuado, como una superstición enmascarada». Ante todo esto, «quizá nos corresponde precisamente a nosotros, los ancianos, devolver a la fe su honor, hacerla coherente hasta el final» porque «los jóvenes nos miran».