El Papa llama a «honrar a quien nos ha precedido»
Durante la audiencia general, celebrada en la plaza de San Pedro, Francisco ha vuelto pedir un reconocimiento para las personas mayores. «Despreciar a los viejos es descartarlos»
La Pascua, el buen tiempo y la evolución favorable de la pandemia han dejado vacía el Aula Pablo VI y han traído de vuelta las audiencias generales a la plaza de San Pedro. Así, este miércoles se ha vuelto a ver esa imagen del Santo Padre, en el papamóvil, saludando a los fieles congregados. Es una multitud, pero el Pontífice parece fijarse en cada uno de ellos. De hecho, le susurra algo a la primera señora que se encuentra y, de vez en cuando, fija la mirada en alguna persona en concreto. Incluso ha ordenado al conductor parar en alguna ocasión para que le pudieran aproximar un bebé, al que ha besado y bendecido.
Este último gesto del Papa parecía anticipar lo que, más tarde, ha aconsejado a todos los padres. «Acercar a los niños a los ancianos, incluso cuando están enfermos», ha pedido Bergoglio al mismo tiempo que ha instado a «no alejar a los ancianos. Y si hay que mandarlos a una residencia, vayan a verlos y lleven también a sus hijos».
En este sentido, Francisco ha confesado que, cuando estaba en Buenos Aires, «iba a menudo a visitar las residencias». En una de aquellas ocasiones, «le pregunté a una señora si le iban a visitar sus hijos. Me dijo que sí y me mintió para cubrir a sus hijos. La enfermera me dijo, después, que hacía seis meses que no la iban a ver».
La anécdota le ha servido al Santo Padre para pedir, «por favor», que se cuide «a los ancianos, porque son la presencia de la historia y de la familia. No los abandonen». No se trata de una cuestión estética, «más bien es una cuestión de honor», de «honor por la vida vivida», y con la que además se transformará «la educación de los jóvenes respecto a la vida y a sus fases».
Más allá del ejemplo concreto, el Papa ha aludido a los diez mandamientos, concretamente al cuarto –Honrarás a tu padre y a tu madre–, para recordar que «la revelación abre un camino para una restitución diferente del amor: es el camino de honrar a quien nos ha precedido». Pero «no se trata se trata solamente del propio padre y de la propia madre», sino «de las generaciones que preceden, cuya despedida también puede ser lenta y prolongada, creando un tiempo y un espacio de convivencia de larga duración con las otras edades de la vida».
Para este tiempo de convivencia, el Papa ha advertido contra «el exceso de confianza», que «en vez de declinarse como delicadeza y afecto, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en una apertura para la burla y la agresividad». Puede suceder incluso, ha concluido, «cosas horribles» o «excesos inimaginables», como esos «chicos que queman la manta de un vagabundo porque lo ven como un desecho humano». «Despreciar a los viejos es descartarles», ha concluido.