El Papa lamenta que se viva «sin pan, sin trabajo y sin esperanza» - Alfa y Omega

El Papa lamenta que se viva «sin pan, sin trabajo y sin esperanza»

Ha presidido la Misa por la VII Jornada Mundial de los Pobres invitando a multiplicar «los talentos recibidos, porque si no es como si estuviésemos ya muertos»

Redacción
Francisco ha almorzado en el Aula Pablo VI en compañía de decenas de personas necesitadas, migrantes y refugiados
Francisco ha almorzado en el Aula Pablo VI en compañía de decenas de personas necesitadas, migrantes y refugiados. Foto: CNS / Pablo Esparza.

El Papa ha presidido en la basílica de San Pedro la Misa con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, una fecha que el propio Francisco introdujo en el calendario de la Iglesia católica hace ya siete años. El lema de esta edición ha sido No apartes tu rostro del pobre. Unas 5.000 personas necesitadas han participado en la celebración. A muchos de ellos los asisten distintas asociaciones, obras de caridad y movimientos de la diócesis de Roma e iniciativas del Dicasterio para la Caridad, la que fuera la Limosnería apostólica.

En su homilía, el Pontífice ha hablado de la parábola de los talentos para invitar a la reflexión sobre el viaje de Jesús y el viaje de nuestra vida. Sobre el viaje de Jesús, el Papa ha asegurado que Cristo, como el hombre que dejó sus bienes a sus sirvientes, «antes de partir nos entregó un auténtico capital: nos dejó a sí mismo en la Eucaristía, su Palabra de vida, a su Madre como Madre nuestra, y distribuyó los dones del Espíritu Santo para que nosotros podamos continuar su obra en el mundo». Dejó a cada uno unos talentos «y una misión personal que el Señor nos confía en la vida cotidiana, en la sociedad y en la Iglesia». Pero el señor de la parábola regresa para arreglar cuentas con los siervos.

Por eso, el Papa ha invitado a reflexionar sobre cómo nos encontrará Jesús cuando vuelva y sobre cómo habrá sido el viaje de nuestra vida, si habremos sido capaces de multiplicar los talentos o los habremos enterrado. «¿Qué camino recorremos nosotros, el de Jesús que se hizo don o, por el contrario, el camino del egoísmo? ¿Tenemos las manos abiertas para donar o tenemos las manos cerradas para conservarnos a nosotros mismos?», ha preguntado el Pontífice que ha animado a arriesgar, sin pensar solo en nosotros mismos.

Pobres que se han convertido en invisibles

«En esta Jornada Mundial de los Pobres la parábola de los talentos nos sirve de advertencia para verificar con qué espíritu estamos afrontando el viaje de la vida. Hemos recibido del Señor el don de su amor y estamos llamados a ser don para los demás», ha insistido. Porque «si no multiplicamos el amor alrededor nuestro, la vida se apaga en las tinieblas; si no ponemos a circular los talentos recibidos, la existencia acaba bajo tierra, es decir, es como si estuviésemos ya muertos. Hermanos y hermanas, cuántos cristianos están ya enterrados, cuántos cristianos viven la fe como si vivieran bajo tierra».

Francisco no ha querido terminar su homilía sin recordar las muchas pobrezas «materiales, culturales y espirituales de nuestro mundo, las existencias heridas que habitan en nuestras ciudades, en los pobres que se han convertido en invisibles, cuyo grito de dolor es sofocado por la indiferencia general de una sociedad muy ocupada y distraída». El Papa ha pedido tomarse un momento para pensar en cuántos viven cansados y oprimidos o son víctimas de las guerras, en cuántos deben refugiarse en otros países o sobreviven «sin pan, sin trabajo y sin esperanza».

«La pobreza es un escándalo, es un escándalo. Cuando el Señor vuelva, nos pedirá cuentas», ha exclamado el Santo Padre. Por ello, ha pedido que los talentos se multipliquen, es decir, que se multiplique el amor para «que cada uno de nosotros, según el don recibido y la misión que le ha sido confiada, se comprometa a hacer fructificar la caridad y a hacerse cercano a algún pobre». En esta jornada, como en las anteriores, el Papa ha demostrado esa cercanía al pobre compartiendo mesa y mantel en el ya tradicional almuerzo con personas necesitadas, migrantes y refugiados en el Aula Pablo VI. Acompañaron a Francisco unos 1.300 comensales.