El Papa lamenta «el grito doloroso y ensordecedor» de las tragedias en el Mediterráneo
Ha escrito una carta con motivo del décimo aniversario de su viaje a la isla de Lampedusa
Han pasado diez años desde el profético gesto del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa, puerto y destino de miles de personas en busca de un futuro mejor. En aquel primer viaje como Pontífice fuera de los muros vaticanos acuñó aquel término, «la globalización de la indiferencia», como descripción de un drama migratorio que está lejos de ser cosa del pasado. Solo en lo que llevamos de año, según el Ministerio del Interior italiano, han arribado a las costas de este país más de 50.000 migrantes.
Para recordar aquella visita y esta realidad que no pierde actualidad, el Pontífice ha escrito una carta dirigida al arzobispo de Agrigento, Alessandro Damiano, en la que asegura su cercanía y oración a todos los fieles de la diócesis y habitantes de la isla; los mismos que se han echado tantas veces al mar para socorrer barcos a la deriva o que no han dudado en coger comida de sus propios frigoríficos para dársela a alguno de estos rescatados. Precisamente hace unos días alababa esta actitud la comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic, tras su visita a la isla. Se mostró conmovida por «la humanidad que los ciudadanos y el alcalde de Lampedusa muestran hacia los migrantes y que es un ejemplo para todos».
Es la vergüenza de una sociedad que ya no sabe llorar
El Papa lamenta en su misiva que «en estos días en los que asistimos a la repetición de graves tragedias en el Mediterráneo, nos estremecen las tragedias silenciosas ante las que aún permanecemos impotentes y atónitos. La muerte de inocentes, principalmente niños, en busca de una existencia más pacífica, alejada de las guerras y la violencia, es un grito doloroso y ensordecedor que no puede dejarnos indiferentes. Es la vergüenza de una sociedad que ya no sabe llorar y compadecerse del otro».
A esa incapacidad de llorar aludía Francisco desde la isla de Lampedusa en su homilía de hace diez años cuando invitó a pedir al Señor «la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socioeconómicas que hacen posibles dramas como éste». Por eso, diez años después el Papa insiste en que esta catástrofe humanitaria debe remover las conciencias porque «Dios sigue preguntándonos «¿dónde está tu hermano?”».
«¿Queremos perseverar en el error, pretender ponernos en el lugar del Creador, dominar para tutelar los propios intereses y romper la armonía constitutiva entre Él y nosotros? Hace falta cambiar de actitud porque el hermano que llama a la puerta es digno de amor, de acogida y de atención. Es un hermano que, como yo, ha sido puesto en la tierra para gozar de lo que existe y compartirlo en comunión», recuerda Francisco, que además apela a «un renovado y profundo sentido de la responsabilidad».
Invita el Papa a la Iglesia a salir de sí misma y a curar «las heridas sangrantes de aquellos que llevan marcadas en el cuerpo las mismas heridas de Cristo».