El Papa: «La fraternidad es la única vía hacia la paz»
Después del rezo del ángelus Francisco ha presentado Fratelli tutti, su nueva encíclica, inspirada por el Poverello y el magisterio de sus predecesores
Ya es pública Fratelli tutti, la nueva encíclica del Papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad social. Y entre los primeros en recibirla han estado los fieles que este domingo por la mañana estaban en la plaza de San Pedro para participar en el rezo del ángelus, y que la han recibido como obsequio del Santo Padre en la edición de L’Osservatore Romano.
«La fraternidad humana y el cuidado de la creación forman la única vía hacia el desarrollo integral y la paz», ha subrayado Francisco en el día del santo de Asís del que toma el nombre. En él, ha explicado, «he encontrado inspiración» tanto para esta encíclica, la tercera, como para la precedente, Laudato si. Pero su propuesta también sigue el camino marcado por sus predecesores, los papas y santos Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.
La memoria del Poverello coincide también con el final del Tiempo de la Creación, que comenzó el 1 de septiembre. El Santo Padre ha saludado a los representantes del Movimiento Católico Mundial por el Clima, a los círculos Laudato si y a todas las asociaciones que trabajan por la ecología integral, además de felicitarse por todas las iniciativas que se han llevado a cabo en este mes.
«La viña es del Señor, no nuestra»
En sus primeras palabras, el Pontífice ha reflexionado sobre el Evangelio del día, la parábola de los viñadores homicidas que maltratan y asesinan a los enviados del dueño de la viña, e incluso a su hijo, para no entregarle los frutos de su campo. Un relato muy duro que pone a los interlocutores de Jesús, los ancianos y sabios, «frente a su responsabilidad; y lo hace con extrema claridad». Con todo, la amonestación «vale para cualquier tiempo, también para el nuestro. También hoy Dios espera frutos de su viña por parte de los que ha enviado a trabajar en ella»: nosotros.
Y también hoy los que detentan autoridad en la Iglesia «pueden estar tentados de buscar sus propios intereses en vez de los del mismo Dios». Pero «la viña es del Señor, no nuestra». Y estar al frente de la misma no es aprovecharse de los demás sino «servir» y trabajar «para la difusión del Evangelio». Antes de dirigir el rezo ángelus, el Papa ha pedido reforzar en este mes de octubre el rezo del rosario.
Al concluir la oración, Francisco ha recordado al padre Olinto Marella, muerto en 1969 beatificado este mismo domingo en Bolonia. Francisco ha pedido que su testimonio como «padre de los pobres y defensor de los débiles» sea modelo para muchos sacerdotes «llamados a ser valientes y humildes en el servicio al pueblo de Dios». A continuación ha invitado a ofrecer un aplauso por él, y otro por los jóvenes que en este día harán su juramento como nuevos reclutas de la Guardia Suiza. No ha faltado un recuerdo del Pontífice para la Obra Stella Maris en apoyo a la gente del mar, nacida hace exactamente 100 años en Escocia.
El contenido de la encíclica
Después de una breve introducción, Fratelli tutti se divide en ocho capítulos. El primero diagnostica numerosas distorsiones de la época contemporánea: la manipulación de conceptos como democracia, libertad o justicia; la pérdida del sentido de lo social y de la historia; el egoísmo y la falta de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado y de la cultura del descarte; el desempleo, el racismo, la pobreza; la desigualdad de derechos, y una «cultura de los muros» un deterioro de la ética al que contribuyen los medios de comunicación.
A estos problemas responde Francisco, como fundamentación de todo lo que sigue, con la parábola del buen samaritano, expresada en el Evangelio «de tal manera que cualquiera», creyente o no, «puede dejarse interpelar por ella». Después de desgranarla para todos los públicos, con todo, el Santo Padre añade que para los cristianos «la fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que “con ello le confiere una dignidad infinita”». Además, «Cristo derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal».
Contra el virus del individualismo
A partir de ahí, el Santo Padre presenta un programa para caminar hacia un mundo en el que se cumpla esta realidad. Para ello, se debe combatir el «virus del individualismo radical», en primer lugar desde la familia, y luego promoviendo la benevolencia (el deseo concreto del bien del otro) y la solidaridad, que suscita el servicio a los más frágiles. Esto debe aplicarse en todos los niveles, también desarrollando las consecuencias del principio fundamental del destino universal de todos los bienes y con una «ética de las relaciones internacionales».
Estos postulados luego se concretan en realidades concretas como las migraciones, que reclaman unas «respuestas indispensables» para acoger, proteger, promover e integral a todos los migrantes, en especial a los que huyen de «graves crisis humanitarias»; pero también hacen necesarias actuaciones para favorecer en las sociedades de acogida un encuentro fructífero y enriquecedor.
La fraternidad debería tener también como fruto una política realmente al servicio del bien común, que conozca y respete a los pueblos pero no se aproveche de ellos; es decir, ni populista ni individualista. Entre sus prioridades fundamentales deben estar el tutelar el acceso a un trabajo que permita vivir dignamente y el combatir todos los atentados contra los derechos fundamentales, especialmente el hambre y el tráfico de personas. Con un recordatorio: «El mercado solo no resuelve todo».
El verdadero diálogo, la verdadera paz
El capítulo sexto explicita las características del verdadero diálogo, única vía para lograr una amistad social en sociedades plurales como las contemporáneas. Este verdadero diálogo no es relativista, y debe basarse en la verdad profunda que sustenta la dignidad humana. En esta óptica, desempeñan un papel particular los medios de comunicación. Pero también la responsabilidad individual: el Pontífice alude al «milagro de una persona amable», que supone «una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída».
El penúltimo capítulo desarrolla el valor y la promoción de la paz, que no es la ausencia de guerra sino una labor «proactiva» y artesanal, y por tanto no exenta de dificultades. La paz está relacionada con el perdón, que es compatible (e incluso exige) la lucha contra la injusticia, la impunidad y el olvido. Concretando, Francisco recuerda la inadmisibilidad de la pena de muerte; pero también apunta a que «hoy», con el desarrollo de armamentos y la interconexión de todo el mundo (y de los conflictos que lo goplean) «es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!».
Fratelli tutti se cierra con una reflexión sobre el papel de las religiones «al servicio de la fraternidad en el mundo». Además de desvincular de la fe actos «execrables» como el terrorismo, subraya que es posible un camino de paz entre las religiones y que, por lo tanto, es necesario garantizar un derecho humano fundamental como la libertad religiosa. Este implica que la Iglesia, sin hacer política, no está al margen de la sociedad ni puede relegar su papel a la esfera privada.