El Papa invita a volver a la Raíz
Se ha publicado en varios idiomas Jesús de Nazaret, primer volumen de una investigación de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI sobre Jesucristo. En España llegará a las librerías en las próximas semanas
El pasado lunes, 16 de abril, día su 80 cumpleaños, Benedicto XVI quiso hacer un regalo a creyentes y no creyentes, con la publicación, en varios países, de un libro en el que recoge su búsqueda personal y científica sobre Jesús de Nazaret. Se trata del primero de dos volúmenes sobre Cristo, que abarca desde el bautismo en el Jordán hasta la Transfiguración.
En sus páginas se refleja la experiencia de uno de los mayores teólogos contemporáneos, llamado a ser sucesor de san Pedro hace hoy justamente dos años. Nos encontramos, en primer lugar, una meditación-investigación personal; no es, por tanto, un documento del magisterio. «Por este motivo, cada quien es libre de contradecirme», subraya el Pontífice en la introducción. Su objetivo consiste en «favorecer en el lector el crecimiento de una relación viva» con Jesucristo.
Los ochenta vigorosos y fructíferos años de Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, sucesor de otro viejo de gran vigor y fecundidad intelectuales, de una gran fe y una gran santidad, pueden alertarnos ante la singular paradoja actual, en no pocos países, de que cuanto más se prolonga la edad del ser humano, más se adelanta el ansia por jubilar —a veces, con la llamada jubilación anticipada— a quienes tienen capacidad bastante para seguir trabajando diez o veinte o treinta años más, según los casos.
Para colaborar en la buena marcha de la sociedad, los viejos tenemos también derecho a que no se mate en nosotros ese deseo de servir a los demás que caracterizó la vida y trabajo de dedicación total de Juan Pablo II, y que está rejuveneciendo a ojos vista la actividad diaria de Benedicto XVI. Él mismo lo decía hace pocos días, dirigiéndose a jóvenes de todo el mundo llegados a Roma con ocasión de la Pascua. En audiencia general, en la plaza de San Pedro, el Miércoles Santo, al dirigirse a los asistentes al Foro UNIV, pidió a los participantes en ese congreso universitario que aquellas jornadas fueran, «para todos, ocasión para una fuerte experiencia eclesial, de modo que podáis volver a casa animados por el deseo de servir con más generosidad a Cristo y a los hermanos. Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! — decía san Josemaría Escrivá, y añadía—: Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a servir, porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen».
Ese deseo de servir al que Benedicto XVI hacía referencia, citando a un santo español de nuestros días, es —bien se ve— la fuerza que a su antecesor y a él mismo, con sus ochenta años, le hace mantenerse joven y seguir siendo útil socialmente.
Y entiendo que somos muchos los que, acercándonos a la edad del Papa, deseamos poder imitarle y así seguir siendo útiles a la sociedad, si nos dejan, porque, en lugar de quedarnos en casa mirándonos el ombligo y pensando cuánto hemos trabajado ya y en el derecho que tenemos a descansar, queremos seguir sirviendo a esa sociedad integrada por personas concretas a las que debemos, entre otras cosas, nuestras pensiones de jubilación.
Servir, efectivamente, como recordó Benedicto XVI, es una hermosa palabra llena de contenido vital. El deseo de servir mantiene la juventud de carácter, de mente, de pensamiento y agudiza la capacidad de trabajo.
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI (así firma el libro) utiliza su desbordante conocimiento de los textos bíblicos y una ingente documentación científica para demostrar que el Jesús de los evangelios es el Jesús real, el Jesús histórico, superando así «interpretaciones históricas que habían hecho de Jesús una especie de mito, alejado totalmente de la historia». En definitiva, el autor muestra, en las más de 400 páginas de este primer volumen, cómo, en la íntima unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento, se encuentran todos los elementos para afirmar que Jesucristo, personaje histórico, es efectivamente el Hijo de Dios, venido a la tierra para salvar a la humanidad, el nuevo Moisés, que cumple con las expectativas del pueblo de Israel.
En el Sermón de la Montaña, por ejemplo, presenta las bienaventuranzas como el eje central de la nueva Ley del nuevo Moisés, y como un autorretrato del propio Jesús. Las biensaventuranzas no son sólo el fruto de un cara a cara con Dios, como en el caso de Moisés, sino que presentan la plenitud que procede de la íntima unión de Jesús con el Padre.
El creyente, el teólogo y el pastor
El éxodo hacia la auténtica Tierra prometida, hacia la auténtica libertad, consiste, según muestra el libro, en el seguimiento de Jesús, que no es otra cosa que entrar en la comunión del Hijo con el Padre. Sólo así una persona humana puede realizarse plenamente, pues su naturaleza más profunda está orientada hacia la relación con Dios. Por este motivo, el Papa dedica todo un capítulo a la oración, explicando el padrenuestro que el mismo Jesús nos enseñó. Este seguimiento de Jesús introduce al discípulo en una nueva familia, la Iglesia de todos los tiempos.
No faltan en el libro capítulos investigativos sobre preguntas que han apasionado a los cristianos de todos los tiempos, como por ejemplo: ¿quién era verdaderamente el discípulo amado del que habla el cuarto evangelio? Ratzinger despliega las investigaciones respecto al argumento sobre el apóstol Juan. De esta modo, abre al lector nuevos horizontes que presentan a Jesús de manera cada vez más clara como el Verbo de Dios, que se hizo hombre por nuestra salvación.
El análisis de los títulos que, según los evangelios, Jesús utilizó para sí mismo, concluye el libro. Una vez más, demuestra cómo no se puede comprender el Nuevo Testamento sin tener en cuenta el Antiguo Testamento. Se trata de los tres términos: Hijo del hombre, Hijo, y Yo Soy. Éste último es el nombre misterioso con el que Dios se reveló a Moisés en la zarza ardiente. Ahora, este nombre permite entrever cómo Jesús es ese mismo Dios. Con estos tres títulos, «Jesús encubre y descubre su misterio […] Estas tres expresiones demuestran su profundo arraigamiento en la palabra de Dios, la Biblia de Israel, el Antiguo Testamento […], que sólo pueden comprenderse plenamente en Él, que, por así decir, le han esperado a Él».
De este modo, junto al hombre de fe, que trata de explicar el misterio divino, sobre todo a sí mismo, junto al cultísimo teólogo, que tiene en cuenta las investigaciones más recientes, aparece en el libro también el pastor, que logra «favorecer en el lector el crecimiento de una relación viva» con Jesucristo, contagiando poco a poco su amistad profunda con el Señor.
En este contexto, el Pontífice no tiene miedo de desenmascarar a un mundo que, al excluir a Dios y agarrarse sólo a las realidades visibles y materiales, corre el riesgo de autodestruirse en la búsqueda egoísta de un bienestar meramente material, prestando oídos sordos a la verdadera llamada del ser humano a ser, en Cristo, auténtico hijo de Dios, y a alcanzar de este modo la verdadera libertad, en la Tierra prometida del Reino de Dios.
Así explicaba el cardenal arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, el motivo del argumento del último libro de Benedicto XVI: Jesús de Nazaret. Lo hizo dentro de la presentación pública del libro que tuvo lugar el pasado viernes día 13, un libro sobre Jesús pensado para que, en palabras del cardenal arzobispo de Viena, «en quien lo lea, pueda crecer una relación vital con Él».
«El punto de gravitación, el centro interior de su libro sobre Jesús —añadió— es la amistad íntima con Jesús, de la que todo depende».
Aludiendo a las recientes noticias, reportajes o películas que pretenden mostrar una imagen nueva, aparentemente histórica, de Jesucristo, el cardenal Schönborn afirmó que, «en el mercado mediático, se venden descubrimientos aparentemente nuevos que deberían desvelar una historia completamente distinta a la de Jesús de Nazaret. La representación bíblica y eclesial de la figura de Jesús sería así una estafa de los prelados y un embrollo de la Iglesia. La verdad sobre Jesús se vería sofocada por oscuros conspiradores, localizados principalmente en el Vaticano. La fe de la Iglesia en Jesucristo aparece ahora como una divinización posterior de un Jesús de Nazaret sobre cuya realidad no se sabe nada de cierto. Esta impresión, en el tiempo, ha penetrado profundamente en la conciencia común de la cristiandad. Una situación similar es dramática para la fe, porque vuelve incierto su auténtico punto de referencia. Las innumerables imágenes fantasiosas de Jesús como revolucionario, reformador social, amante secreto de María Magdalena etc. pueden tranquilamente depositarse en el osario de la Historia».