El Papa invita a escuchar a todos, «no solo si dicen lo que nos gusta a nosotros»
Ha explicado que se evitarían muchos conflictos de todo tipo si hubiera «un deseo sincero de entenderse»
Durante el rezo del ángelus, el Papa Francisco, a partir del Evangelio de este domingo, ha explicado qué significa ser profeta y ha recordado que los cristianos no deben creer en supersticiones: «¿Quién es el profeta? Hay quien lo imagina como una especie de mago que predice el futuro; esta es una idea supersticiosa y el cristiano no cree en las supersticiones, como la magia, las cartas, los horóscopos o cosas similares. Tantos, tantos cristianos van a leerse las manos. ¡Por favor! Otros pintan al profeta solo como un personaje del pasado, que existió antes de Cristo para preanunciar su llegada. Y Jesús mismo hoy habla de la necesidad de acoger a los profetas; por lo tanto, existen todavía, pero, ¿quiénes son?».
Profetas, reflejos de la luz de Cristo
El Pontífice ha indicado que los profetas somos cada uno de nosotros a través del bautismo, donde hemos recibido el don y misión de la profecía. Por tanto, ha dicho que el profeta es «aquel que ayuda a los demás a leer el presente bajo la acción del Espíritu Santo», es decir, «quien muestra a los demás a Jesús, que da testimonio de Él, que nos ayuda a vivir el hoy y a construir el mañana según sus planes».
Francisco ha insistido en que la misión del profeta es mostrar a Dios a los demás, ser «un reflejo de la luz de Cristo en el camino de los hermanos». Por ello, ha lanzado varias preguntas para ayudar a la reflexión: «Yo, cada uno de nosotros, que he sido elegido profeta en el bautismo, ¿hablo y, sobre todo, vivo como testigo de Jesús? ¿Llevo un poco de su luz a la vida de alguien? ¿Me interrogo sobre esto? ¿Me pregunto cómo va mi testimonio, mi profecía?».
«Un deseo sincero de entenderse»
Así, el Papa ha pedido que nos consideremos los unos a los otros como profetas, cada uno desde su propia vocación y lugar. Y para ilustrarlo, ha puesto un ejemplo: «Cuando hay que tomar una decisión importante, viene bien sobre todo rezar, invocar al Espíritu, pero después escuchar y dialogar, en la confianza de que cada uno, incluso el más pequeño, tiene algo importante que decir, un don profético que compartir. Así se busca la verdad y se difunde un clima de escucha de Dios y de los hermanos, en el que las personas no se sienten acogidas solo si dicen lo que nos gusta a nosotros, sino que se sienten aceptadas y valoradas como dones por lo que son».
Ha asegurado que así se evitarían muchos conflictos, siempre que hubiera «un deseo sincero de entenderse». «Preguntémonos entonces: ¿Yo sé acoger a los hermanos y a las hermanas como dones proféticos? ¿Creo que los necesito? ¿Los escucho con respeto, con el deseo de aprender? Porque cada uno de nosotros necesita aprender de los demás», ha concluido el Santo Padre.
Tras el rezo de la oración mariana, ha hecho un llamamiento a no olvidarse de rezar, aunque sea verano, y a hacerlo especialmente por la paz en el mundo, sobre todo, «por el pueblo ucraniano, tan castigado». Porque «la oración es la fuerza mansa que protege y sostiene el mundo».