El Papa Francisco canoniza al místico jesuita Pedro Fabro
Cuando al Papa se le pregunta quién es su jesuita preferido, su respuesta sorprende. Ciertamente menciona a san Ignacio de Loyola, el fundador de la familia religiosa en la que ha consagrado su vida, y a san Francisco Javier, el gran misionero de Oriente, pero para Jorge Bergoglio su modelo de vida en la Compañía de Jesús es Pedro Fabro
Pedro Fabro es el jesuita más admirado por el Papa Francisco: así lo confesó él mismo, sin reparos, en la entrevista que concedió a otro jesuita, el padre Antonio Spadaro, publicada en septiembre en La Civiltà Cattolica. Allí explicó por qué Fabro (1506-1546), nacido en Saboya, compañero de habitación de Ignacio y Francisco Javier cuando eran estudiantes en la Sorbona, el primer sacerdote de la Compañía, es su modelo de vida. Cuando el Papa describe a Fabro, vienen espontáneamente a la mente rasgos de la personalidad de Bergoglio: «El diálogo con todos, aun con los más lejanos y con los adversarios; su piedad sencilla, cierta probable ingenuidad, su disponibilidad inmediata, su atento discernimiento interior, el ser un hombre de grandes y fuertes decisiones, que hacía compatible con su ser dulce, dulce…».
Si se le pide al Papa definir en tres palabras a Fabro, no lo duda: «Era un místico». La expresión tiene su enjundia: en la segunda mitad del siglo XVI, a la muerte de Pietro Fabro, con tan sólo 40 años de edad, según la tradición en los brazos de san Ignacio de Loyola, su fama fue víctima de una cierta desconfianza ante su dimensión mística. Quizá por este motivo, no había sido canonizado antes. Eran momentos en los que se promovía con más decisión el voluntarismo ascético. Ahora bien, sus compañeros fundadores de la Compañía de Jesús no tuvieron duda alguna sobre su santidad.
Tras su muerte, Ignacio, en vez de pedir sacrificios y oración de sufragio por él, como sucede con los demás difuntos, propuso invocar su intercesión, convencido de que gozaba de la visión de Dios. Francisco Javier le añadió incluso en la lista de los santos que él pronunciaba personalmente: Sancte Petre Faber, ora pro nobis. En algunos lugares, al conocerse la noticia de su muerte, no se celebraron Misas de exequias, sino fiestas de triunfo.
El Papa Francisco está convencido de que, como Pedro Fabro, se puede ser místico en la vida cotidiana, sin necesidad de encerrarse en una vida aislada. «La tendencia que subraya el ascetismo, el silencio y la penitencia es una desviación que se ha difundido incluso en la Compañía, especialmente en el ámbito español», aclaraba Francisco en su diálogo con Spadaro.
El padre Spadaro, quien acaba de publicar en Italia un libro de testimonios y estudios de varios autores, con el título Pedro Fabro, servidor del consuelo, explica que, sin este nuevo santo, «que siempre se ha quedado a la sombra, no existiría la Compañía de Jesús».
El anuncio del reconocimiento de la santidad de Fabro, beatificado por el Papa Pío IX en 1872, ha sido una de esas sorpresas a las que nos comienza a acostumbrar el Papa Francisco.
Escogió para dar el anuncio el día de su cumpleaños, el 17 de diciembre. Y fue el regalo que quiso dar en esa ocasión a la Iglesia. Con ese gesto, decidió extender su culto a toda la Iglesia.
Como aclara el padre Spadaro, se trata de una canonización equivalente, según la cual el Papa, por la autoridad que le compete, extiende a la Iglesia universal el culto y la celebración litúrgica de un santo, una vez que se comprueban ciertas condiciones precisadas por el Papa Benedicto XIV (1675-1758). Esta praxis ya ha sido utilizada por el Papa Francisco para la canonización de la Beata Ángela de Foligno, el 9 de octubre pasado, y por su predecesores Benedicto XVI, Juan Pablo II, Juan XXIII y otros.
Carta del padre Nicolás
«¿Qué continúa enseñándonos Maestro Fabro casi cuatrocientos setenta años después de su muerte?», se pregunta el padre Adolfo Nicolás, Prepósito General de la Compañía de Jesús, en una carta que ha escrito con motivo de la canonización. «Su modo de estar presente es bendición para nosotros; Fabro es memoria de humildad», asegura el superior general de los jesuitas. «Cerca de Fabro, nos alejamos de tentaciones de triunfalismos vacíos, o de presencias prepotentes. Fabro es vocación de vida, teniendo ante nuestros ojos primero a Dios nuestro Señor, buscando en todo hacer Su voluntad», concluye.
Fabro, de hecho, fue un contemplativo en la acción. Pocos en Europa viajaron tanto como él, y las duras condiciones de sus viajes al servicio de la Compañía y del Papa se convirtieron en la causa de su muerte prematura. Su memoria litúrgica se celebrará el 1 de agosto.