El Papa explica «por qué todos buscamos la felicidad y pocos la alcanzan»
Francisco dedica su catequesis semanal a la virtud de la templanza, «el arte de no dejarse arrollar por las pasiones rebeldes»
El Papa Francisco ha hablado este miércoles en su catequesis semanal sobre los vicios y virtudes acerca de la templanza, un elemento de la vida que «no pertenece solo a los cristianos», como para los griegos su práctica «tenía como meta la obtención de la felicidad».
«¿Por qué todos buscamos la felicidad y sin embargo tan pocos la alcanzan?», se ha preguntado el Papa, para responder citando el trabajo de Aristóteles sobre las virtudes, ocupando en él un lugar destacado la de la templanza. «En griego, significa literalmente poder sobre uno mismo», ha dicho, explicando que es «la capacidad de autodominio y el arte de no dejarse arrollar por las pasiones rebeldes». Esto provoca «un uso equilibrado de los bienes creados» y «un dominio de la voluntad sobre los instintos», ha abundado.
«La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles y no se deja arrastrar por la pasión», ha seguido. Por eso, la templanza «es la virtud de la justa medida», que en cada situación hace a la persona «actuar con sabiduría, no movida por el ímpetu».
En un mundo en que cada vez más la gente se jacta de decir lo que piensa, «la persona moderada prefiere pensar lo que dice», ha contrapuesto, «y tampoco hace promesas vacías». Con respecto a los placeres, «actúa con juicio», porque «el libre seguimiento de los impulsos acaba yendo contra nosotros mismos». Por eso «hay gente que ha probado todo vorazmente y sin embargo ha perdido el gusto por todo». Por eso, «a la hora de probar un buen vino, es mejor saborearlo a pequeños sorbos que tragárselo todo de un trago», ha puesto como ejemplo.
No concluye una catequesis semanal del Papa sin que haga mención a las víctimas de todas las guerras, «para que cesen pronto». En especial, este miércoles el Papa se ha acordado «de los prisioneros de guerra que son torturados», algo que «es una cosa horrible, no es humana». Son prácticas «que hieren la dignidad de la persona», por lo que ha pedido «que el Señor nos ayude a todos y nos bendiga a todos».
La persona moderada «dosifica sus palabras» y no se deja llevar «por un momento de ira», especialmente en la vida familiar. «Hay un tiempo para hablar y otro para callar, pero ambos requieren una justa medida», ha destacado. Esto se aplica a otros ámbitos de la vida, «como estar con otros y estar a solas». Ello no significa «estar siempre con un rostro sonriente», pues «a veces es necesario indignarse», pero siempre «en una justa medida». De ahí que «una palabra de reproche a veces es mejor que un silencio áspero y rencoroso».
El don de la persona con templanza «es el equilibrio», ha dicho, en un mundo como el nuestro «en el que todo nos empuja al exceso», algo relacionado «con la mansedumbre y la sensibilidad». En este sentido, este tipo de personas «tampoco busca el aplauso, pero sabe que necesita de los demás», ha dicho el Pontífice.
«No es cierto que la templanza nos vuelva grises y sin alegría», ha alertado asimismo. Al contrario, «hace que uno disfrute mejor de los bienes de la vida». «La felicidad con templanza es una alegría que florece en el corazón de alguien que valora lo que es más importante en la vida», lo cual repercute en la «madurez «afectiva y social», ha concluido.