El Papa explica las razones de su esperanza. La Verdad no envejece; las ideologías, sí - Alfa y Omega

El Papa explica las razones de su esperanza. La Verdad no envejece; las ideologías, sí

«Las ideologías tienen un tiempo contado. Parecen fuertes, irresistibles, pero tras un cierto período de tiempo se consumen, no tienen la fuerza dentro»: son palabras de Benedicto XVI, que vuelve a someterse a una entrevista periodística, esta vez para la película Bells of Europe. Benedicto XVI asistió el lunes, junto a los Padres sinodales, a una proyección del documental, producido por el Centro Televisivo Vaticano, la RAI, Gregorian Fundation e Intesa San Paolo. La cinta incluye entrevistas con diversas personalidades que reflexionan sobre las razones para la esperanza en Europa y sobre el futuro del ecumenismo. Participan, entre otros, el Patriarca Cirilo I, de la Iglesia ortodoxa rusa, el Primado anglicano, el ex Presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, y el Presidente del Parlamento europeo, Hans-Gert Poettering. Ofrecemos las respuestas del Papa:

Redacción
Jesús en casa de Marta y María, de Luis Gómez Domingo. Obra de la exposición Monacatus, de Las Edades del Hombre (Oña, Burgos).

Santidad, en sus encíclicas propone una antropología fuerte, un hombre de racionalidad ampliada por la experiencia de la fe. El redescubrimiento de los valores evangélicos y de las profundas raíces de Europa es motivo de esperanza. ¿Puede explicar las razones de su esperanza?
El primer motivo de mi esperanza consiste en el hecho de que el deseo de Dios, la búsqueda de Dios, está profundamente inscrita en el alma humana, y no puede desaparecer. Ciertamente, durante un cierto tiempo, se puede olvidar a Dios, arrinconarlo, ocuparse de otras cosas, pero Dios jamás desaparece. Sencillamente, es verdad lo de san Agustín: Nuestro corazón está inquieto hasta no encontrar a Dios. También hoy existe esta inquietud.

El segundo motivo de mi esperanza consiste en el hecho de que el Evangelio de Jesucristo, la fe en Cristo, es sencillamente verdadera. Y la verdad no envejece. También se la puede olvidar durante un cierto tiempo, arrinconar, pero la verdad como tal no desaparece. Las ideologías tienen un tiempo contado; parecen fuertes, irresistibles, pero tras un cierto período de tiempo se consumen, no tienen la fuerza dentro, porque les falta una verdad profunda. En cambio, el Evangelio es verdadero y no se agota jamás. En todos los períodos de la Historia aparecen nuevas dimensiones suyas, aparece toda su novedad, que responde a las exigencias del corazón y de la razón humana; por este motivo, estoy convencido de que hay una nueva primavera del cristianismo.

Una tercera razón empírica la tenemos en el hecho de que esta inquietud vibra hoy en la juventud. Los jóvenes han visto muchas cosas -las ofertas de las ideologías y del consumismo-, pero notan el vacío en todo eso, su insuficiencia, despiertan a los nuevos descubrimientos de la belleza del cristianismo; un cristianismo no de rebajas, sino radical y profundo. La verdad siempre tiene un futuro.

Santidad, muchas veces ha repetido que Europa ha tenido y tiene todavía una influencia cultural en todo el género humano. ¿Debe encontrar todavía su plena identidad?
¡He ahí la gran pregunta! Es evidente que Europa tiene, también hoy, un gran peso tanto económico como cultural e intelectual en el mundo. Y, en correspondencia a este peso, tiene una gran responsabilidad; pero debe encontrar todavía su plena identidad para poder hablar y actuar según su responsabilidad. A mi entender, el problema hoy ya no son las diferencias nacionales; gracias a Dios, se trata de diversidades que ya no son divisiones.

Me parece que el problema de Europa a la hora de encontrar su identidad consiste en el hecho de que, en Europa hoy, tenemos dos almas: un alma y una razón abstracta, anti histórica, que trata de dominarlo todo porque se siente por encima de todas las culturas, emancipada de todas las tradiciones y valores culturales; la primera sentencia de Estrasburgo sobre el crucifijo era un ejemplo de esto; pero así no se puede vivir. La otra alma es la que podemos llamar cristiana, que se abre a todo lo que es razonable, que ella misma ha creado la audacia de la razón y la libertad de una razón crítica, pero permanece anclada en las raíces que dieron origen a esta Europa, en los grandes valores, en las grandes intuiciones, en la visión de la fe cristiana. Sobre todo en el diálogo ecuménico entre Iglesia católica, ortodoxa, protestante, esta alma debe encontrar una expresión común y encontrase luego con la razón abstracta y su libertad crítica. Sólo en esta síntesis Europa puede tener su peso en el diálogo intercultural de la Humanidad de hoy y de mañana. Sólo una razón que tiene una identidad histórica y moral puede hablar también con los demás, buscar una interculturalidad en la que pueden entrar todos y encontrar una unidad fundamental de los valores de un nuevo humanismo que crece, precisamente, de la gran idea del hombre a imagen y semejanza de Dios.