«El que cree que defiende la fe señalando a los demás no abraza el espíritu del Evangelio»
Ha recordado de nuevo «la tragedia humanitaria de la martirizada Ucrania todavía bajo los bombardeos de esta guerra sacrílega»
La segunda jornada del Papa en Malta ha comenzado temprano con un encuentro privado con los jesuitas del país. En unos días, como suele ser habitual, la publicación jesuita La Civiltà Cattolica dará buena cuenta de lo que el Papa ha charlado con sus cohermanos. Después, Francisco ha partido rumbo Rabat para visitar la Gruta de San Pablo, el lugar donde vivió el Apóstol de las gentes durante tres meses tras naufragar en las costas de Malta la nave que lo llevaba hasta Roma. Dentro de esta cueva, el Santo Padre ha pronunciado una oración en la que ha pedido al «Dios de la misericordia» que nos ayude «reconocer desde lejos las necesidades de cuantos luchan entre las olas del mar, golpeados contra las rocas de una costa desconocida. Haz que nuestra compasión no se agote en palabras vanas, sino que encienda la hoguera de la acogida, que hace olvidar el mal tiempo, da calor a los corazones y los une».
Sobre esta gruta se levanta una iglesia donde el Papa ha tenido oportunidad de saludar a representantes de otras confesiones y ritos cristianos y a enfermos, ancianos y personas con discapacidad. Para ello, Francisco ha optado por sentarse debido a sus visibles problemas de movilidad a causa de las molestias en su rodilla.
Señalar con el dedo
A continuación, se ha trasladado al municipio de Floriana donde, en la plaza más grande de Malta, le esperaban cerca de 20.000 personas para asistir a la eucaristía dominical. En su homilía, el Papa ha hablado de la hipocresía reflexionando sobre el Evangelio que narra cómo escribas y fariseos proponen apedrear a la adúltera. Francisco ha examinado la actuación de «estas personas cultas y religiosas que conocen las Escrituras, asisten al templo, pero todo ello lo subordinan a sus propios intereses, y no combaten contra los pensamientos maliciosos que se agitan en sus corazones». Por si fuera poco, tratan a la mujer como si fuera «una cosa»: «Presionan para que la mujer sea lapidada, descargando en ella la aversión que ellos sienten por la compasión de Jesús. Y hacen todo esto amparados en su fama de hombres religiosos». En consecuencia, el Pontífice ha advertido del riesgo de que nuestra religiosidad esté carcomida por la hipocresía, «la mala costumbre de señalar con el dedo» y «malinterpretar a Jesús, de tener su nombre en los labios, pero desmentirlo con los hechos». Para saber si somos discípulos del Maestro, el Pontífice ha explicado que todo se cifra en cómo miramos al prójimo, es decir, si lo miramos con la mirada de misericordia de Cristo o, por el contrario, lo hacemos desde el juicio o el desprecio «como los acusadores del Evangelio, que se erigen como paladines de Dios, pero no se dan cuenta de que pisotean a los hermanos». «En realidad, el que cree que defiende la fe señalando con el dedo a los demás tendrá incluso una visión religiosa, pero no abraza el espíritu del Evangelio, porque olvida la misericordia, que es el corazón de Dios», ha indicado.
Guerra «sacrílega» en Ucrania
Mirarse a uno mismo también es importante, ha explicado Francisco. Porque hay quienes «hacen de la fe un elemento de fachada, donde lo que se resalta es la exterioridad solemne, pero falta la pobreza interior, que es el tesoro más valioso del hombre». Es esa sintonía con Dios la que nos permite abrirle el corazón para que pueda «hacer grandes cosas en nosotros», como en el caso de la mujer adúltera, insultada y despreciada, pero perdonada por el Señor quien nos pide ser «testigos incansables de la reconciliación, de un Dios para el que no existe la palabra ‘irrecuperable’». De este modo, ha dicho el Papa, los cristianos, como Iglesia, «no nos centraremos en denunciar los pecados, sino en salir en busca de los pecadores con amor; no nos fijaremos en quienes están, sino que iremos a buscar a los que faltan; no volveremos a señalar con el dedo, sino que empezaremos a ponernos a la escucha; no descartaremos a los despreciados, sino que miraremos como primeros aquellos que son considerados últimos».
Al concluir la celebración, Francisco ha recibido el agradecimiento del arzobispo Charles Scicluna por su visita a Malta. Por su parte, el Papa, antes de impartir la bendición final de la misa y de dirigir el rezo del ángelus, ha asegurado que «no olvidará el rostro luminoso de Malta». Y, sobre todo, ha demostrado de nuevo que Ucrania está en el centro de sus preocupaciones. Un domingo más pedido a los fieles que se unieran a él en oración a la Virgen «por la paz, pensando en la tragedia humanitaria de la martirizada Ucrania todavía bajo los bombardeos de esta guerra sacrílega. No nos cansemos de rezar y de ayudar al que sufre».