El Papa en la Misa del Gallo: «No es verdaderamente Navidad sin los pobres» - Alfa y Omega

El Papa en la Misa del Gallo: «No es verdaderamente Navidad sin los pobres»

Ha invitado a que «no dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo bueno» y a que, en nombre de Jesús que nace, «hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido»

Ángeles Conde Mir
Foto: CNS / Paul Haring.

Después de dos navidades con restricciones por el coronavirus y mascarilla, en este 2022 la celebración de la Misa del Gallo ha vuelto a la basílica de San Pedro como antes de la pandemia.

El Papa Francisco ha presidido la ceremonia en cuya homilía ha alertado sobre olvidar el significado de las fiestas que estamos celebrando: «Después de muchas navidades festejadas entre adornos y regalos, después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado».

Para reencontrar este sentido perdido entre muchas otras cosas menos importantes, ha remitido al Evangelio. Francisco ha destacado que el relato del nacimiento del Salvador se parece mucho a la situación que vivimos hoy. Entonces, el censo copaba toda la atención y el nacimiento de un niño en un pesebre en Belén no era ni siquiera una anécdota que considerar. Hoy en día nos afanamos en otros quehaceres que se han convertido en propios de estas fechas y tampoco prestamos atención a ese acontecimiento. Pero es ahí, ha insistido el Papa, donde está el sentido de la Navidad. El pesebre es importante, «porque es el signo no casual con el que Cristo entra en la escena del mundo. Es la carta con la que se presenta, el modo con el que Dios nace en la historia para hacer renacer la historia. Por lo tanto, ¿qué es lo que nos quiere decir a través del pesebre? Al menos tres cosas: la cercanía, la pobreza y lo concreto».

Niños devorados por guerras, pobreza e injusticia

Francisco ha explicado qué significan cada uno de estos elementos. Sobre la cercanía, ha afirmado que el pesebre pude simbolizar la voracidad por consumir, porque es el recipiente del que comen los animales: «Mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos. ¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles».

Como le sucedió a Jesús, ha dicho el Santo Padre, tampoco hoy se les hace sitio a los pequeños, a los niños por nacer, a los pobres y a los olvidados, porque vivimos en una humanidad «insaciable de dinero, poder y placer», una humanidad indiferente «por la prisa voraz de poseer y consumir». «Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia. Pero Jesús llega precisamente allí, un niño en el pesebre del descarte y del rechazo. En Él, niño de Belén, está cada niño. Y está la invitación a mirar la vida, la política y la historia con los ojos de los niños».

Francisco ha asegurado que en ese pesebre Jesús se ha hecho alimento que nos nutre de ternura para «decirnos que la única fuerza que cambia el curso de la historia es el amor».

Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre

«No permanece distante y potente, sino que se hace próximo y humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre», ha dicho el Papa, recordando que Jesús se acerca a los hombres porque para Él cada uno es importante. «Desde el pesebre, como alimento para tu vida, te dice: “Si sientes que los acontecimientos te superan, si tu sentido de culpa y tu incapacidad te devoran, si tienes hambre de justicia, yo, Dios, estoy contigo.  Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre. Conozco tus miserias y tu historia. He nacido para decirte que estoy y estaré siempre cerca de ti”. El pesebre de Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos ama, nos busca. Ánimo, no te dejes vencer por el miedo, por la resignación, por el desánimo. Dios nace en un pesebre para hacerte renacer precisamente allí, donde pensabas que habías tocado fondo. No hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad quiere decir que Dios es cercano. ¡Que renazca la confianza!», ha exclamado el Santo Padre.

El pesebre habla también de la pobreza porque a su alrededor no había más que animales y maleza, y Jesús no tenía a nadie más que a pobres y humildes «unidos por el afecto y el asombro; no por riquezas y grandes posibilidades. El humilde pesebre, por tanto, saca a relucir las verdaderas riquezas de la vida: no el dinero y el poder, sino las relaciones y las personas». Por ello, el Papa se ha preguntado si buscamos a Jesús «en los pobres pesebres de nuestro mundo» o preferimos quedarnos en nuestros intereses. Lo mismo vale para la Iglesia y lo ha explicado Francisco citando unas palabras de san Óscar Romero: «la Iglesia […] apoya y bendice los esfuerzos por transformar estas estructuras de injusticia y solo pone una condición: que las transformaciones sociales, económicas y políticas redunden en verdadero beneficio de los pobres».

«No es fácil dejar la tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!», ha insistido el Papa.

Jesús, que nace pobre, vivirá pobre y morirá pobre

Por último, ha explicado que el pesebre también «nos habla de lo concreto», ya que Dios se ha hecho verdaderamente carne y pobre: «Jesús, que nace pobre, vivirá pobre y morirá pobre; no hizo muchos discursos sobre la pobreza, sino que la vivió hasta las últimas consecuencias por nosotros. Desde el pesebre hasta la cruz, su amor por nosotros fue tangible, concreto: desde su nacimiento hasta su muerte, el hijo del carpintero abrazó la aspereza del leño, la rudeza de nuestra existencia. No nos amó con palabras, no nos amó en broma».

Como Jesús se ha hecho carne, no le bastan las buenas intenciones. Busca una fe concreta, ha señalado Francisco. Esa concreción de la fe se cifra en adoración y caridad, «no palabrería y exterioridad». Y se concreta también en un Jesús «desnudo en el pesebre y desnudo en la cruz» que «pide que vayamos a la verdad desnuda de las cosas, que depositemos a los pies del pesebre las excusas, las justificaciones y las hipocresías».

«Dios no quiere apariencia, sino cosas concretas. No dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno. Ya que es su fiesta, su cumpleaños, hagámosle a Él regalos que le agraden. En Navidad Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido», ha concluido el Pontífice recordando, una vez más, que «la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en las personas, sobre todo en los pobres. Perdónanos, si no te hemos reconocido y servido en ellos».