El Papa ha celebrado la Misa de los difuntos en el cementerio de Prima Porta o Cementerio Flaminio, situado en las afueras de la ciudad de Roma que, con 140 hectáreas de parque, es el más grande de Europa.
Durante la eucaristía, que ha concelebrado con el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, ha reconocido que un cementerio es un lugar «triste» pero ha señalado a su vez que «la tristeza se mezcla con la esperanza». «Nos recuerda a los nuestros que se fueron y nos recuerda el futuro y la muerte, pero las personas traemos flores como símbolo de esperanza sabiendo que este momento más adelante se convertirá en un día de fiesta», ha señalado en una homilía totalmente improvisada.
Francisco ha reflexionado sobre la muerte y la memoria de los muertos y ha explicado que «se hace memoria delante de los restos mortales». «La esperanza nos ayuda para hacer este camino que todos deberemos recorrer, todos, antes o después», ha añadido.
Según ha señalado, en el camino de la muerte hay también esperanza, porque existe «un ancla que no desilusiona: la esperanza de la Resurrección». «Jesús fue el primero que hizo este camino y Él mismo nos abrió la puerta de la esperanza, con su cruz, para entrar donde contemplaremos a Dios», ha manifestado.
Finalmente, ha invitado a los presentes a volver a sus casas «con la memoria del pasado». «De quienes se fueron y del futuro camino que recorreremos, pero con la seguridad de las palabras que salieron de los labios de Jesús: «Yo los resucitaré en el último día»», ha asegurado.
Antes de regresar a sus aposentos en la Casa Santa Marta, el Papa ha visitado las llamadas Grutas, ubicadas debajo de la basílica de San Pedro donde ha rezado de forma privada por los pontífices difuntos.
Europa Press / Redacción