El Santo Padre en la Misa Crismal: «La cruz no se negocia»
«Queridos sacerdotes: la hora del anuncio gozoso y la hora de la persecución y de la cruz van juntas», ha recordado el Papa a los sacerdotes durante la Misa Crismal de Jueves Santo, celebrada en la basílica de San Pedro
Francisco ha reflexionado junto a los presbíteros, durante la Misa Crismal de Jueves Santo, sobre cómo sacar provecho a la vida sacerdotal «al contemplar esta temprana presencia de la cruz —de la incomprensión, del rechazo, de la persecución—». El Pontífice, que ha celebrado la Eucaristía en la basílica de San Pedro, ha hecho dos propuestas. La primera en torno al estupor que supone encontrar la cruz en la vida del Señor incluso desde antes de nacer. «Está presente ya en la primera turbación de María ante el anuncio del Ángel. Está presente en el insomnio de José, al sentirse obligado a abandonar a su prometida esposa. Está presente en la persecución de Herodes y en las penurias que padece la Sagrada Familia, iguales a las de tantas familias que deben exiliarse de su patria».
Tal y como recoge Vatican News, el Papa ha subrayado que «la cruz no es un suceso a posteriori, ocasional, producto de una coyuntura en la vida del Señor». Es verdad que todos los crucificadores de la historia «hacen aparecer la cruz como si fuera un daño colateral, pero no es así: la cruz no depende de las circunstancias». De hecho, Jesús no huyó de la cruz, al contrario, «la abrazó en toda su integridad».«¿Por qué Jesús abrazó la Pasión entera, abrazó la traición y el abandono de sus amigos ya desde la última cena, aceptó la detención ilegal, el juicio sumario, la sentencia desmedida, la maldad innecesaria de las bofetadas y los escupitajos gratuitos…?», se ha preguntado el Pontífice. «Pero cuando fue su hora, Él abrazó la cruz entera. ¡Porque en la cruz no hay ambigüedad! La cruz no se negocia».
Es verdad, ha añadido el Papa, «que hay algo de la cruz que es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad». Pero también es verdad que hay algo, «que sucede en la cruz, que no es inherente a nuestra fragilidad, sino que es la mordedura de la serpiente, la cual, al ver al Crucificado inerme, lo muerde, y pretende envenenar y desmentir toda su obra». Esta mordedura «busca escandalizar, inmovilizar y volver estéril e insignificante todo servicio y sacrificio de amor por los demás. Es el veneno del maligno que sigue insistiendo: sálvate a ti mismo». Y en esta mordedura, ha insistido el Papa, «aparece finalmente el triunfo de Dios».
Francisco ha invitado a los sacerdotes a pedir la gracia de sacar provecho de esta enseñanza: «Hay cruz en el anuncio del Evangelio, es verdad, pero es una cruz que salva». «Abrazarla con Jesús y como Él nos permite discernir y rechazar el veneno del escándalo con que el demonio nos querrá envenenar cuando inesperadamente sobrevenga una cruz en nuestra vida».
El Pontífice concluyó su homilía con un recuerdo: «Una vez, en un momento muy oscuro de mi vida, le pedí al Señor la gracia para que me librara de una situación dura y difícil. Un momento oscuro. Fui a predicar los ejercicios espirituales a unas monjas y el último día, como era costumbre entonces, se confesaron. Vino una monja muy mayor, con ojos claros, muy luminosos. Era una mujer de Dios. Entonces sentí el deseo de pedirle por mí y le dije: “Como penitencia reza por mí, porque necesito una gracia. Pídelo al Señor. Y si se lo pides al Señor, seguro que me lo dará”. Guardó silencio, esperó un buen rato, como si rezara, y luego me miró y dijo: “Ciertamente el Señor te dará la gracia, pero no te equivoques: te la dará a su manera divina”. Esto me hizo mucho bien: sentir que el Señor siempre nos da lo que pedimos, pero lo hace a su manera divina. Este camino implica la cruz. No por masoquismo, sino por amor, por amor hasta el final».