El Papa en el Domingo de Ramos: «Ningún mal tiene la última palabra»
Francisco ha hecho un llamamiento a dejarse sorprender por Jesús y a volver a empezar en un mundo marcado por la pandemia
El Papa Francisco ha pedido a los cristianos, este domingo durante la Eucaristía del Domingo de Ramos, que recuperen «la capacidad de asombrarse» para «volver a comenzar» en un mundo marcado por la pandemia. Porque, ha asegurado, con la muerte de Jesús en la cruz, «ningún mal tiene la última palabra», informa Efe.
«Volvamos a comenzar desde el asombro (…). Dejémonos sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Y en la belleza de amar», ha dicho Francisco ante poco más de 100 fieles en el interior de la basílica de San Pedro, donde por segundo año consecutivo tuvo lugar esta celebración. Antes de la COVID-19 se celebraba en la plaza vaticana y con la presencia de decenas de miles de personas.
En este sentido, ha vuelto a destacar la importancia de acoger a los «descartados», «humillados por la vida», «rechazados» y dejar de ser «rehenes de la admiración y el éxito».
El Pontífice estuvo acompañado por una treintena de cardenales y varios religiosos. Además, la tradicional procesión de las palmas se redujo a un pequeño recorrido realizado por los purpurados por el interior de la basílica, que fue decorada con algunas ramas de olivo.
Francisco ha recordado que, en la liturgia de este día, que abre las celebraciones de Semana Santa, «pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén, al dolor de verlo condenado a muerte y crucificado».
«También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la Historia», pero «el asombro es distinto de la simple admiración». «La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad», ha añadido.
Además, ha querido destacar el «camino de humillación» que eligió Jesús: «Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos».
Palmas y cruz, juntas
Lo hizo «por nosotros» y «probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios (…). Y ahora sabemos que no estamos solos. (…) Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas».
«Y nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él? Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y nos creemos incluso fracasados», ha insistido.
Ángelus: no pasar de largo de los que sufren
Al concluir la celebración eucarística, el Papa procedió al rezo del ángelus, durante el que hizo presentes a las personas que sufren las consecuencias económicas de la COVID-19, a las que animó a ayudar.
«A lo largo del vía crucis cotidiano, nos encontramos con los rostros de tantos hermanos y hermanas en dificultad. No pasemos de largo, dejemos que nuestro corazón se mueva y acerquémonos», ha dicho.
Francisco ha recordado que es la segunda Semana Santa que vivimos en un contexto de pandemia: «El año pasado estábamos más conmocionados, este año estamos más probados. Y la crisis económica se ha hecho más pesada».
En su opinión, se trata de «una situación histórica y social» que conlleva problemas de carácter «físico, psicológico y sobre todo espiritual», que siembran «desconfianza y desesperación».