José Luis Narvaja, sobrino del Papa: «Dialoga con la realidad y se deja inspirar por Dios»
José Luis Narvaja, sobrino de Francisco y también jesuita, asegura que los diez años de pontificado de su tío están marcados por su apertura social e interreligiosa y que «la rodilla está casi curada»
José Luis Narvaja es el sobrino del Papa Francisco. Y sacerdote, jesuita para más señas. Tiene 57 años y es porteño [natural de Buenos Aires] con voz de bandoneón [un instrumento parecido al acordeón muy típico en Argentina y Uruguay]. Su madre, Marta Regina Bergoglio, fue la primera hermana de Jorge Mario —él era el mayor—, aunque no lo pudo ver como Pontífice. Falleció antes. El sobrino de Francisco es filósofo y teólogo, experto en Patrística. Y profesor en las dos orillas del Atlántico: una mitad del año en Italia, en el Pontificio Instituto Bíblico, y la otra en Argentina, en la Universidad Católica de Córdoba. Ha sido docente en el Instituto Patrístico Augustinianum de la Pontificia Universidad Lateranense y en la Pontificia Universidad Gregoriana. Habla y lee varios idiomas y ha investigado y escrito cinco volúmenes —en torno a 2.000 páginas— sobre el maestro de su tío, el también jesuita Miguel Ángel Fiorito, con prólogo del Papa. Los presentó en diciembre de 2019 en la Casa General de la Compañía de Jesús. Destaca también por la edición y traducción de numerosas obras. La última, publicada en 2022, es una edición independiente con el título Heridas del matrimonio y crisis del mundo.
Aunque lo conocen bien, Francisco también sigue sorprendiendo a los miembros de su familia. De estos diez años de pontificado, a Narvaja le impresionan su fuerza y vitalidad. También su «apertura social e interreligiosa». «Creo que el viaje a la isla de Lampedusa marcó su perspectiva hacia las periferias, mientras que el viaje a Abu Dabi, donde firmó el Documento sobre la fraternidad humana con el gran imán de Al-Azhar, Ahmed al Tayeb, insistió en la paz y la convivencia común. Ambas son las improntas de su papado», explica en conversación con Alfa y Omega.
Diez años en los que se ha puesto de manifiesto que «tiene una agenda programada», pero no completamente «cerrada». «Fue leyendo el diario, al ver las noticias sobre los migrantes muertos en el Mediterráneo, cuando sintió que tenía que ir a Lampedusa. Él dialoga con la realidad y se deja inspirar por Dios. Piensa que una hora antes de la Misa está rezando, igual que una hora antes de ir a dormir. Dedica muchas horas a la oración», explica.
Otra de las conclusiones que Narvaja ofrece sobre el pontificado de su tío es que entre Bergoglio y Francisco no hay apenas diferencias. «Sigue igual, agudo y divertido», dice. Aunque es evidente, continúa, que «tiene más experiencia, un montón de vivencias». «El Papa no actúa, es así», añade, e insiste con una cita de Gabriel García Márquez: «Era cariñoso como tío materno».
Narvaja, que habla por teléfono con el Pontífice de vez en cuando y lo ve siempre que va a Roma, explica que está bien de salud y que, en palabras del propio Francisco, «la rodilla está casi curada». También cuenta que vive con tranquilidad los ataques que recibe, incluso desde dentro de la Iglesia. «Se preocupa menos que yo. Me surge decirte la cita del jesuita español del siglo XVII Baltasar Gracián: “Triste cosa es no tener amigos, pero más triste es no tener enemigos. Porque quien enemigos no tiene es señal de que no tiene talento a quien haga sombra, ni carácter que abulte, ni valor que teman, ni bien que le codicien, ni honor que le murmuren, ni razón alguna que le envidien”».
Echando la vista más atrás todavía, José Luis Narvaja recuerda los viajes en el Renault 4, el coche que usaba Bergoglio cuando él era pequeño. «Nos llevaba a pasear los domingos. Me acuerdo de ir a la casa de las monjas en la localidad de San Miguel. Jorge quería mucho a Bernardita, de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, muy mayor», explica. También recuerda que siempre se pasaba por su casa en fechas señaladas como la Navidad o el fin de año, aunque dejó de hacerlo cuando tuvo más responsabilidades. Era una persona a la que le gustaba mucho regalar, sobre todo libros, concretamente, «de literatura clásica, universal e italiana».
Sin embargo y pese a la relación entre ambos, Francisco no tuvo nada que ver en su vocación ni en su entrada en la Compañía de Jesús. Solo intervino cuando predicó su primera Misa. «Corría el año 1997, era obispo coadjutor en Buenos Aires. Recuerdo que citó a Moisés en la batalla contra los amalecitas. La idea de los brazos alzados [cuando Moisés los levantaba, los israelitas dominaban]. Sobre ello predicó», concluye.