El encuentro de Francisco con los movimientos sociales latinoamericanos —o populares, como él prefiere llamarlos— está llamado a dejar huella. Tendrá lugar esta tarde en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra.
El 28 de octubre de 2014 se celebró una primera edición en el mismo Vaticano, y el Papa ha querido reeditarla en este viaje, a pesar de algunas recomendaciones en contra. El primer encuentro terminó con una promesa: «Tengan la seguridad —aseguró el Pontífice a los participantes— de que sus preocupaciones estarán presentes» en la encíclica que estaba escribiendo entonces sobre la ecología, Laudato si.
La cita de hoy comienza, por tanto, con una promesa cumplida. En aquella ocasión, comenta en el blog Tierras de América João Pedro Stedile, del Movimiento Sin Tierra brasileño, «comenzamos a recibir señales de que al Papa le gustaría tender puentes con movimientos populares de todo el mundo». «También quedó explícito en nuestras articulaciones que deberíamos evitar tanto representaciones viciadas de mecanismos internacionales, como representaciones de la Iglesia, porque ya tienen otros espacios para articularse a nivel internacional», añade el representante, dando pruebas del camino que se ha recorrido en el entendimiento mutuo, capaz de superar ideologías.
A Roma, en octubre de 2014, llegaron poco más de un centenar de delegados. En Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más próspera y dinámica de Bolivia, serán 1.500, la mayoría provenientes de Brasil y Argentina, pero también de Chile, Costa Rica, Colombia, Haití, República Dominicana, México, Ecuador y El Salvador, además de cinco delegaciones de Estados Unidos, dos de Italia, cuatro de la India y dos de Kenia.
En su discurso de 2014, «el Papa Francisco defendió un programa que era la síntesis de toda nuestra lucha», afirma el brasileño Pedro Stedile. «No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos —dijo en esa ocasión el Papa—. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es, en cambio, cuando vemos en movimiento a pueblos, sobre todo a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ése es mi deseo».