El Papa culpa de la emergencia ecológica a «la arrogante indiferencia de los poderosos» - Alfa y Omega

El Papa culpa de la emergencia ecológica a «la arrogante indiferencia de los poderosos»

En su discurso a los estudiantes de la Universidad francófona de Lovaina también ha abordado el tema del papel de las mujeres en la Iglesia. Ha criticado los intentos de enfrentar a ambos sexos

Ángeles Conde Mir
Francisco en el Aula Magna de la Universidad de Lovaina de habla francesa. Foto: Vatican Media

El segundo evento programado del Papa en esta jornada en Bruselas ha sido la visita a Lovaina La Nueva para mantener un encuentro con la comunidad educativa de esta universidad católica. En su primera jornada en Bélgica, el Pontífice visitó la institución de habla flamenca y en esta segunda visita la de lengua francesa. La Universidad se escindió en dos en 1968 por las discrepancias en cuanto a la lengua vehicular de las enseñanzas. Unos 4.000 de los 30.000 estudiantes de este centro educativo han acudido a la cita con el Santo Padre.

Tras los saludos protocolarios de la rectora y la proyección de un vídeo sobre el cuidado de la creación, ha llegado el turno de palabra del Pontífice que ha retomado el tema del vídeo.

«Vemos bien cuán violento y arrogante es el mal que destruye el medioambiente y los pueblos. Pareciera que no conoce freno. La guerra es su expresión más brutal; como lo son también la corrupción y las modernas formas de esclavitud», ha comenzado diciendo.

También ha criticado que estos males contaminen incluso la religión convirtiéndola en un instrumento de odio. «Esto es una blasfemia», ha exclamado Francisco. Esta contaminación, ha señalado el Papa, incluso convierte a Dios «en un patrón, no en un padre».

Pero el mal no tiene la última palabra y, por eso, el Pontífice ha recordado que la responsabilidad del cristiano es difundir la esperanza. Así, ha reflexionado sobre la relación entre cristianismo y ecología.

Primero ha destacado que vivimos en una casa donada por la que hemos de estar agradecidos a Dios. En consecuencia, nuestra misión es «custodiar su belleza y cultivarla para el bien de todos, sobre todo para la posteridad, en un futuro cercano». «Este es el “programa ecológico” de la Iglesia», ha resumido Francisco.

Sin embargo, este programa, ha puntualizado, no se puede desarrollar si el corazón del hombre no cambia y, por el contrario, se deja llevar por la arrogancia, la violencia y la rivalidad. La urgencia ecológica también está causada por esta «arrogante indiferencia de los poderosos que antepone los intereses económicos». «Mientras sea así, toda exhortación será silenciada o solo será acogida en la medida en que sea conveniente al mercado. Y mientras el mercado esté en primer lugar, nuestra casa común sufrirá injusticia», ha lamentado.

Siguiendo esta idea se ha referido a dos caminos opuestos: manipular la naturaleza o cultivar la naturaleza. Y ha hecho referencia a prácticas como la eugenesia y avances inquietantes como los de la inteligencia artificial.

Haciendo referencia a la ecología humana también ha querido hablar del papel de la mujer en la Iglesia. «Pesan aquí agresiones e injusticias, junto con prejuicios ideológicos», ha indicado. Así, ha reflexionado sobre quién es la mujer y quién es la Iglesia. Ha recordado que la Iglesia no es una multinacional, sino el pueblo de Dios. Las mujeres son hijas, hermanas y madres. Y estas circunstancias, ha afirmado el Papa, expresan que somos la imagen de Dios, «hombre y mujer, juntos, no separadamente». El Pontífice ha dicho que lo femenino «no está establecido por el consenso ni por las ideologías» y que, por tanto, la mujer no puede estar enfrentada al hombre «en reivindicaciones opuestas, sino que uno debe ser para el otro».

Hombres y mujeres del mañana se forman en este prestigioso centro educativo. Por ello, el Santo Padre también ha querido invitar a estos estudiantes a que reflexionen cómo estudian, por qué y para quién. Les ha asegurado que es mejor estudiar en comunidad cuidando unos de otros; les ha pedido que reflexionen sobre el objetivo de sus estudios porque «no se vive para trabajar, sino que se trabaja para vivir»; y también les ha animado a estudiar para servir al bien común.

«El estudio tiene sentido cuando busca la verdad, y buscándola se comprende que estamos hechos para encontrarla», ha concluido.