El Papa consagra Rusia y Ucrania a la Virgen: «Que nos guíe por el camino de la paz»
Es el gesto de la «plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata, recurren a la Madre», ha dicho Francisco
«Si queremos que el mundo cambie, primero debe cambiar nuestro corazón. Para que esto suceda, dejemos hoy que la Virgen nos tome de la mano». Esta es la clave que ofreció el Papa Francisco durante la consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María, que tuvo lugar la tarde del viernes en la basílica de San Pedro.
Dios pudo iniciar en la Virgen una nueva historia de salvación «porque en ella no hay rastro del mal». El Señor cambió la historia «llamando a la puerta del Corazón de María». Por eso es tan potente este gesto de Francisco, que invitó, en unión con todos los obispos y fieles del mundo, a Rusia y Ucrania –«que con afecto filial la veneran como Madre»– a cambiar su historia.
«No se trata de una fórmula mágica», recalcó el Pontífice, «sino de un acto espiritual». Es el gesto de la «plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre, depositando en su corazón el miedo y el dolor, y entregándose totalmente a Ella». Que la Virgen, pidió Francisco, «tome nuestro camino en sus manos, que lo guíe a través de los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz».
En el Evangelio de la solemnidad que se celebró el 25 de marzo, el ángel Gabriel se dirigió a María hasta en tres ocasiones. Al primera vez le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). El motivo de esta alegría, recordó el Papa, es que «el Señor está contigo». Durante la homilía, pronunciada en la celebración penitencial que precedió al acto de consagración, recordó a los presentes que, en la Reconciliación, «el Señor entra en nuestra casa y nos trae un asombro y una alegría que antes eran desconocidos». A los administradores del perdón, les recordó: «Sed los que ofrecen a quien se os acerca la alegría de este anuncio. Ninguna rigidez, ningún obstáculo, ninguna incomodidad; ¡puertas abiertas a la misericordia!».
La segunda vez que Gabriel habla a María le dice: «No temas». Pero «ella misma entregó a Dios su desconcierto»; tenía «serias razones para temer». Lo que le proponía era «algo impensable, que iba más allá de sus fuerzas y que ella sola no hubiera podido manejar». Habrían surgido demasiadas dificultades: «problemas con la ley, con José, con las personas de su pueblo y con su gente. Pero María no presentó objeciones. Le bastó la garantía de Dios».
En estos días «siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de nuestros hermanos y hermanas ucranianos indefensos», destacó el Papa.«La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción. Experimentamos en nuestro interior un sentido de impotencia y de incapacidad». Necesitamos escuchar un «no temas». Pero «las seguridades humanas no son suficientes, es necesaria la presencia de Dios, la certeza del perdón divino, el único que elimina el mal, desarma el rencor y devuelve la paz al corazón».
El ángel vuelve a hablar por tercera vez: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti». «Nosotros solos no logramos resolver las contradicciones de la historia, y ni siquiera las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y apacible de Dios, que es el Espíritu Santo», señaló el Santo Padre, que «disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia». Sin amor, concluyó el Papa, «¿qué podemos ofrecerle al mundo?».