El Papa, con las víctimas de Fukushima: «Hay que tomar decisiones valientes sobre las futuras fuentes de energía» - Alfa y Omega

El Papa, con las víctimas de Fukushima: «Hay que tomar decisiones valientes sobre las futuras fuentes de energía»

El emperador Naruhito le agradece su encuentro con damnificados del tsunami y el accidente nuclear

Juan Vicente Boo
El Papa con las víctimas de Fukushima
Foto: CNS.

Al día siguiente de su visita a Hiroshima y Nagasaki, el Papa Francisco se ha reunido este lunes con trescientas víctimas del «triple desastre» de Fukushima en 2011 —el terremoto, tsunami y accidente nuclear que han costado la vida a más de 25.000 personas— y les ha confirmado la urgencia de «tomar decisiones valientes e importantes sobre los recursos naturales y, en particular, sobre las futuras fuentes de energía».

El propio emperador Naruhito, a quien ha visitado a continuación en el palacio imperial, le ha dado las gracias por haberse reunido con las personas afectadas y le ha comentado que, además, está investigando a fondo los problemas mundiales del agua, que el Papa suele mencionar como potencial fuente de conflictos si no se resuelven a tiempo.

El emperador le estaba esperando en la puerta del palacio y le ha saludado en español con un «Bienvenido al Japón» antes de acompañarle hasta la Sala de bambú, donde han conversado en privado unos veinte minutos.

Francisco ha comentado al nieto del emperador Hirohito que en agosto de 1945, cuando tenía ocho años, lloró al recibir la noticia del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, por lo que en su visita del domingo a ambas ciudades había preferido expresar lo que le dictaba el corazón.

En realidad, también ha hablado de lo que sentía en el corazón durante su encuentro con las victimas del «triple desastre» de Fukushima invitando a todos los ciudadanos a «hacer una pausa y reflexionar, de manera más crítica sobre quiénes queremos ser. ¿Qué clase de mundo, qué clase de legado queremos dejar a los que vengan detrás de nosotros?».

El Papa acababa de escuchar el relato de tres supervivientes de la tragedia de marzo de 2011. Toshiko Kato, directora de una guardería infantil católica en Miyako, perdió ese día una niña que había regresado anticipadamente a la casa de sus padres y descubrió, al regresar a la suya propia, que «mi casa había sido barrida por el tsunami, como el resto de la ciudad. Caminando sobre los escombros en el lugar donde había estado mi casa me sentí agradecida por seguir viviendo».

Tokuun, un monje budista que vivía a 17 kilómetros de la central nuclear de Fukushima, ha comentado que, desde la reapertura del acceso a la zona en 2016 tan solo ha regresado un tercio de la gente, por lo que viaja con frecuencia para visitar a los miembros de la comunidad, dispersos en lugares muy distantes.

Matsuki, estudiante de secundaria, ha contado que «yo tenía ocho años en el momento del accidente nuclear y fuimos evacuados a Tokio para escapar a la radiación, pero mi padre era profesor y volvió a Fukushima para ayudar a algunos alumnos. Al final, terminó física y mentalmente enfermo, y ha dejado de trabajar. Yo he sufrido acoso escolar en los destinos de evacuación, y algunos días era tan doloroso que deseaba morir».

Como es habitual en este país, las tres víctimas hablaban sin hacer ningún gesto con las manos y sin apenas cambios en el tono de voz, pero sus historias eran muy duras, igual que las de una veintena de personas escogidas para saludar al Papa en representación de diversos grupos de damnificados.

El misionero canadiense Charles Aimé Bolduc, párroco católico de Fukushima, representaba a otro sacerdote de la Misión Extranjera de Canadá muerto por el tsunami. En las semanas siguientes, el párroco pasaba a veces días enteros en el crematorio de Sendai rezando, junto con religiosos budistas y sintoístas, por las víctimas sin identificar que llegaban a centenares.

Más de 50.000 personas fuera de sus hogares

El Papa ha mencionado en su discurso «las más de dieciocho mil personas que perdieron la vida y los que aún están desaparecidos», evitando entrar en el espinoso terreno de los más de dos mil quinientos fallecimientos adicionales por falta de suficiente atención a los ancianos, los heridos y los 150.000 evacuados en las primeras semanas. Ha recordado, en cambio, que «más de cincuenta mil personas evacuadas siguen en viviendas temporales, sin poder aún regresar a sus hogares».

Pero, sobre todo, ha señalado que «además de las preocupaciones científicas o médicas, también existe el inmenso trabajo para restaurar el tejido de la sociedad» en el extenso territorio afectado.

Y, además, el trabajo de planificar un futuro con menos inquietudes, «lo cual implica, como bien señalaron mis hermanos obispos de Japón, la preocupación por el uso de la energía nuclear, por lo que pidieron la abolición de las centrales nucleares».

Francisco no ha opinado sobre esa propuesta de la conferencia episcopal japonesa —basada sobre todo en el trauma nacional de 1945 y la sismología del país— pero ha afirmado que «al pensar en el futuro de nuestra casa común no podemos tomar decisiones puramente egoístas, tenemos una gran responsabilidad con las generaciones futuras. En ese sentido se nos pide elegir una forma de vida humilde y austera».

Al final, los supervivientes y damnificados por el «triple desastre» han despedido al Papa cantando la preciosa melodía Hana wa Sakun (Las flores florecerán), compuesta como himno a la esperanza y estímulo a la solidaridad.

A última hora de la mañana Francisco ha mantenido un encuentro interreligioso con un millar de jóvenes en la catedral de Tokio, donde ha abordado temas como los del acoso escolar y los suicidios, planteados por un joven budista, o la xenofobia respecto a los inmigrantes, descrita por un joven filipino.

El Papa ha comentado que «a veces, las víctimas del bullying incluso se culpan a sí mismas por haber sido un blanco fácil, y pueden llegar asituaciones altamente dramáticas». Es un problema que requiere reaccionar colectivamente frente a los acosadores: «debemos unirnos todos contra esta cultura del bulismo y aprender a decir: ¡Basta! Es una epidemia donde la mejor medicina la pueden poner entre ustedes mismos».

El programa de Francisco para la tarde del lunes incluye una misa cincuenta mil personas en el Tokyo Dome y un discurso a las autoridades en el palacio del primer ministro.

Juan Vicente Boo / ABC