El Papa clama desde Baréin por el fin de la guerra en Yemen - Alfa y Omega

El Papa clama desde Baréin por el fin de la guerra en Yemen

En su primer discurso de la visita, pide que se respeten los derechos de los trabajadores y migrantes en la región, que se elimine la pena de muerte y que la libertad religiosa sea plena y no solo libertad de culto

Fran Otero
Baréin
El Papa Francisco con el rey de Baréin. Foto: Reuters / Yara Nardi.

El Papa Francisco ha dejado en su primer discurso en Baréin —dirigido a autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático— varios mensajes en clave internacional y local. Se ha referido a la necesidad de promover el encuentro entre civilizaciones, religiones y culturas, ha reivindicado la libertad religiosa, que recoge el país en su constitución, ha advertido sobre la «crisis laboral» y ha denunciado la guerra, refiriéndose en especial al conflicto en Yemen.

Precisamente, la última parte de su intervención la dedicó a una reflexión sobre la situación en este país en concreto: «Dirijo un pensamiento especial y apenado a Yemen, martirizado por una guerra olvidada que, como toda guerra, no conduce a ninguna victoria, sino solo a amargas derrotas para todos. Recuerdo en la oración sobre todo a los civiles, a los niños, a los ancianos, a los enfermos e imploro: ¡Que callen las armas, comprometámonos en todas partes y realmente por la paz!».

La guerra civil —que enfrenta al Gobierno reconocido internacionalmente y apoyado por Arabia Saudí con los rebeldes hutíes respaldados por Irán— dura ya siete años, aunque ha habido periodos de tregua como este año. De hecho, a principios de octubre expiró uno de ellos.

«En la guerra emerge la peor cara del hombre: el egoísmo, la violencia y la mentira. Sí, porque la guerra, toda guerra, representa también la muerte de la verdad. Rechacemos la lógica de las armas e invirtamos la ruta, convirtiendo los enormes gastos militares en inversiones para combatir el hambre, la falta de asistencia sanitaria y de educación», ha añadido.

Otro de los aspectos que tocó en su discurso fue la precariedad laboral, ejemplificada en los miles de migrantes que llegan a países como Baréin o la vecina Catar —la organización de la Copa del Mundo de fútbol ha provocado miles de muertes, según varios informes—. «Hay demasiado trabajo deshumanizador. Eso no solo conlleva graves riesgos de inestabilidad social, sino que representa un atentado a la dignidad humana», ha sentenciado, para pedir, a renglón seguido, que se garanticen «condiciones laborales seguras y dignas».

Y ha continuado: «Baréin cuenta con logros valiosos. Pienso en la primera escuela femenina que surgió en el Golfo y en la abolición de la esclavitud. Que este sea un faro que promueva, en toda la región, derechos y condiciones justas y cada vez mejores para los trabajadores, las mujeres y los jóvenes, garantizando al mismo tiempo respeto y atención para los que sufren mayor marginación, como los que han migrado y los presos». También ha pedido respetar el derecho a la vida de los castigados, cuya existencia «no se puede ser eliminada».

Auge de populismos e imperialismos

Tras reconocer que este pequeño país destaca por su «variedad étnica y cultural» y por la «convivencia pacífica y la hospitalidad», que muestran que «se puede y se debe convivir en nuestro mundo», ha mostrado su preocupación ante el auge «de la indiferencia y de la sospecha recíproca, de rivalidades y contraposiciones que se pensaban superadas, a populismos, extremismos e imperialismos que ponen en peligro la seguridad de todos».

«No dejemos evaporar la posibilidad del encuentro entre civilizaciones, religiones y culturas. ¡No permitamos que se sequen las raíces de lo humano! ¡Trabajemos juntos, trabajemos por todos, por la esperanza!», ha subrayado el Pontífice.

Otro de los temas que ha abordado ha sido el del respeto, la tolerancia y la libertad religiosa, cuestiones, ha recordado, que reconoce la constitución de Baréin. «Son, sobre todo, compromisos que han de ser puestos en práctica constantemente, para que la libertad sea plena y no se limite a la libertad de culto; para que la misma dignidad y la igualdad de oportunidades sean reconocidas concretamente a cada grupo y a cada persona; para que no haya discriminaciones y los derechos humanos fundamentales no sean violados, sino promovidos», ha concluido.