El Papa aterriza en Chipre: «En la Iglesia se discute, pero seguimos siendo hermanos»
En el encuentro con la comunidad católica del país, Francisco ha pedido paciencia para «acoger serenamente la novedad» y discernir sin sofocar la fe frágil de algunos fieles
En el primer acto de su viaje a Chipre, el Papa Francisco ha pedido «una Iglesia paciente», que sin dejarse desconcertar por los cambios «acoge serenamente la novedad y discierne las situaciones a la luz del Evangelio». En el encuentro con los obispos, sacerdotes y religiosos en la catedral maronita de Nuestra Señora de Gracia, en Nicosia, ha insistido también en que «la Iglesia no quiere uniformar, sino integrar con paciencia».
Esta primera intervención, tras aterrizar a mediodía en el aeropuerto de Lárnaca, ha estado centrada en la figura del apóstol san Bernabé, originario de la isla. A él ha señalado como modelo de esa paciencia. Enviado por la Iglesia de Jerusalén a Antioquía para conocer a la naciente comunidad cristiana, ha recordado el Santo Padre, Bernabé se encontró con «personas que provenían de otro mundo, de otra cultura y sensibilidad». Además «acababan de cambiar de vida y por eso tenían una fe llena de entusiasmo, pero todavía frágil».
Frente a eso, tuvo la «paciencia de estar dispuesto a salir constantemente de viaje, de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, de acoger la novedad sin juzgarla, la paciencia del discernimiento» que capta las huellas de Dios. Sobre todo, «la paciencia del acompañamiento». No sofocó esa fe frágil «con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos demasiado exigentes».
Una Iglesia «multicolor»
Así, el Obispo de Roma ha pedido a los obispos que «no se cansen de buscar a Dios en la oración; a los sacerdotes, en el encuentro; a los hermanos de otras confesiones, con respeto y solicitud; y a los fieles, allí donde viven». A los sacerdotes los ha exhortado a estar «siempre dispuestos a animar» y ser «ministros incansables del perdón y de la misericordia», no «jueces severos, siempre padres amorosos».
En la catedral maronita ha recibido al Papa Francisco el patriarca de esta Iglesia en comunión con Roma, el cardenal Bechara Boutros Raï. Aprovechando la presencia del principal representante de los católicos en el Líbano, Francisco ha aprovechado para compartir su «mucha preocupación por la crisis en la que se encuentra» el país. «Noto el sufrimiento de un pueblo cansado y probado por la violencia y el dolor». Asimismo, ha asegurado que «llevo a mi oración el deseo de paz» que allí se siente.
Por otro lado, a toda la comunidad católica la ha invitado a «cultivar una mirada paciente y atenta» en su «precioso» trabajo de acoger a los migrantes. La Iglesia latina en la isla, ha abundado, es «un pueblo multicolor» por la «presencia de tantos hermanos migrantes»; un «auténtico lugar de encuentro entre etnias y culturas». En el continente europeo, el rol de Chipre es ser «cruce de pueblos y mosaico de encuentros». «Así es también la Iglesia» en su conjunto, ha añadido.
En su alocución, el Papa ha querido dirigirse también a la Iglesia de toda Europa, adaptando las mismas recomendaciones a su realidad, «marcada por la crisis de fe». «No sirve ser impulsivos, agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos». Y de la crisis.
«Hacerse cargo de la historia del otro»
De la figura de Bernabé, el Pontífice quiso subrayar también su acogida a Pablo de Tarso, a quien, cuando todos temían, él «lo tomó consigo». Una expresión que denota amistad, compartir la vida, «hacerse cargo de la historia del otro, darse tiempo para conocerlo sin etiquetarlo, cargarlo sobre los hombros cuando está cansado o herido».
Sin embargo, después de dar mucho fruto ambos apóstoles se separaron por un fuerte desencuentro. No fue por motivos personales, sino pastorales, «sobre cómo llevar adelante la misión». Con todo, ha recordado Francisco, en las cartas posteriores de san Pablo «se intuye que no quedó rencor entre ellos».
«La diversidad no amenaza la identidad»
«Esta es la fraternidad en la Iglesia, se puede discutir sobre visiones, sensibilidades e ideas diferentes», ha apuntado. «Y decirse las cosas en la cara con sinceridad en ciertos casos ayuda, es ocasión de crecimiento y de cambio». Con todo, ha pedido tener siempre presente que «no se discute para hacerse la guerra, para imponerse, sino para expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión. Se discute, pero seguimos siendo hermanos».
En un lugar como Chipre, donde se mezclan sensibilidades, ritos y tradiciones, «no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios». Esto genera miedo, desconfianza y sospecha, y «antes o después, lleva a la guerra». En la Iglesia «no hay ni debe haber muros, es una casa común». En medio de un cruce de civilizaciones como el Mediterráneo, «con vuestra fraternidad podéis recordar a todos, a toda Europa, que para construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad».
Francisco también ha escuchado algunos testimonios. Entre ellos, informa Efe, el de una monja que recordó como tras la invasión de las fuerzas turcas en 1974, muchas religiosas tuvieron que huir de la parte invadida de Chipre y pensaron que sería una noche «pero esta larga noche dura 47 años». La monja afirmó que la ocupación ha sido «una página dramática» para la población y que «no solo cambió la parte política y social sino también la misión en la zona ocupada de la parte norte». A pesar de ello, han continuado asistiendo a los necesitados de estas zonas. La división en la isla y el lento proceso de paz será seguramente uno de los temas que abordará el Santo Padre en su encuentro con el cuerpo diplomático y las autoridades del país, esta tarde.